Epílogo

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Oscuridad...

Absolutamente todo estaba oscuro a mi alrededor... era lo único que me acompañaba en aquellos momentos... Una fría y silenciosa oscuridad, a la que solamente interrumpía los sonidos mi respiración fuerte y acelerada.

Gotas de agua caían lentamente desde la parte superior del techo, una detrás de otra impactando al instante con el suelo... causando de aquella manera que un incesante "click" sonara a cada instante. Pero estaba ridículamente agradecido con ello, mis pensamientos estaban entretenidos contando continuadamente las gotas que se desplomaban a cada rato empapando el piso, así yo no me volvería loco dándole vueltas a la cabeza, e intentando recordar como demonios llegué a esta situación.

"Debía mantenerme cuerdo de alguna manera... ¿No?"

De pronto unos sonidos distintos a los que estaba escuchando me sacaron de mis pensamientos. Se oían prácticamente igual a unos pasos lentos, pero firmes y decididos. La madera rechinaba en modo de protesta a cada pisada de quien fuera que estuviera acercándose hacia donde yo estaba. Entrecerré mis ojos con la esperanza de poder observar algo, pero todo fue en vano.

Las pisadas cesaron de repente, y al instante una vela situada al otro extremo de la habitación se encendió de forma rápida y seguidamente la siguieron cientos de velas más, iluminando un poco más el lugar oscuro donde me encontraba. Al observar a mi alrededor la sorpresa fue tan grande que no podía creer lo que estaba ocurriendo, la situación era la siguiente; yo, sentado en una silla, con mis muñecas atadas hacia atrás de la misma, atrapadas con unas cadenas, de tal forma que ni siquiera podía moverlas y después mis tobillos, atados de manera similar, dejándome totalmente inmovilizado. Mi piel estaba muy enrojecida y las pequeñas heridas ensangrentadas que tenía alrededor de mis extremidades ardían, debido al contacto con el metal del que estaban hechas aquellas cadenas.

Plata.

"Vaya... hay alguien que sabe muy bien lo que está haciendo."

Bajé la mirada al piso, ya que con la tenue iluminación algo logró llamar mi atención. Mis cejas se entrecerraron y mis labios resecos y cortados se abrieron levemente. El suelo estaba decorado con un círculo de sal con forma de una estrella de pentágonos. La única reacción que tuve en aquel instante fue soltar una sonora carcajada sin gracia... la situación no me divertía en lo más mínimo, pero había algo que tenía muy claro, y era que estaba acabado, no tenía ni una sola oportunidad de escape.

- ¿Así es como recibes tú a tus invitados? Si tu intención era hacer amigos... déjame decirte que esta no es precisamente la manera más adecuada de conseguirlo. -Solté sin esperar alguna respuesta por su parte. - Si me lo llegas a pedir por favor, igual me lo hubiera pensado y no habría hecho falta que me ataras a una silla con unas ridículas cadenitas de plata... ¿De verdad piensas que esto me va a detener de soltarme y arrancarte la cabeza?.- Pregunté de manera irónica. Ladeé mi rostro hacia el lado derecho, y una sonrisa burlona se plasmó en mis labios.

- Tan soberbio como siempre... No me sorprende. Pero venga... ¿A qué estás esperando? Libérate de esas cadenitas ridículas e insignificantes como tu dices y ven a por mi. - Soltó. Su voz era ronca y firme... y se me hizo demasiado familiar. - ¿O es que igual no lo haces por que sabes que no podrías moverte del sitio ni aunque estuvieras intentándolo mil años? ¿Es eso? - Preguntó comenzando a reír en el acto. Sus pasos empezaron a resonar, por lo que estaba claro que se estaba acercando cada vez más hacia mi. - ¿Qué pasa, te he dejado sin palabras?- Su figura se reflejaba con la luz de las velas que iluminaban el lugar, pero hasta que no dió otro paso más para lograr estar más cerca de mi, no fuí capaz de ver su rostro, ya que tenía los ojos fijos en sus zapatos negros, que fueron los primeros en quedar al descubierto. Elevé mi cabeza lentamente para divisar el rostro de la persona que tenía en frente de mi. Numerosas cicatrices adornaban su rostro, una de ellas la tenía a la altura de la ceja y la otra en su mejilla izquierda. Sus ojos azules se clavaron los míos al segundo que hicimos contacto visual y se podía notar la falta de emoción en ellos y la constante presencia de odio, rencor y rabia. Puedo decir que por unos segundos me quedé sin respiración y al instante los latidos de mi corazón se empezaban a escuchar de manera acelerada y aquello le hizo sonreír satisfactoriamente, como si lo hubiera notado.

- Dime ¿Ya no quieres arrancarme la cabeza?- Preguntó en un susurro. No respondí, solamente me dediqué a sostenerle la mirada, sin mostrar ninguna sola expresión. Entonces, en aquel instante sus puños se apretaron con fuerza y la sonrisa forzada que tenía abandonó su semblante, esta vez borrando cualquier atisbo de diversión. - Nadie en la historia de la tortura fue torturado, con la clase de tortura con la que tu serás torturado.

Todo había comenzado después de aquella noche que ambos recordábamos...



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AVISO

Esta historia se encuentra en proceso de edición. Puede que varios capítulos estén totalmente cambiados a como eran la historia al principio.

The devil you know.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora