Capítulo uno

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— ¿Te molesta que grabe esta conversación?

— En lo absoluto. Al fin y al cabo, todo el mundo se sabe ya la historia de memoria, ¿no?

Todas las advertencias habían sido ciertas.
Llevaba años trabajando en esta área y se sentía un profesional muy bien capacitado y preparado para tratar a cualquier paciente. Sin embargo, había algo en la forma de mirar de ese chico que le inquietaba.
Sus nuevos colegas se habían encargado de hablarle bastante de esta historia tan particular.

— ¿Sabes por qué estás aquí?

— No eres el primer psiquiatra que intenta tratarme.

— Me refiero a este lugar. ¿por qué estás en una clínica para personas con trastornos mentales y no en una cárcel?

— ¿Por ser menor de edad?

— ¿Eso es lo que piensas? ¿Crees que estás aquí solo por ser menor de edad? Tú sabes que este lugar es para adultos, ¿no? Fuiste una excepción a la regla.

— ¿Me quieres hacer creer que estoy loco? Pensé que tu trabajo era hacerme sentir mejor.

— Lo es. Lamento haberte hecho sentir atacado. Quiero entenderte, Evan. Háblame sobre ti. ¿cómo te has sentido en este lugar?

— Dime una cosa, David ¿Ese es tu nombre, no? David Tyler, el nuevo loquero —se acomodó en el sillón, estirando sus piernas y descansando los pies sobre la mesita de café. Sus brazos doblados detrás de su cabeza—. ¿Alguna vez has asesinado a alguien?

— No, no lo he hecho. Claro que no.

— Seamos aún más precisos... ¿Alguna vez has asesinado a 29 personas? ¿29 a la vez?

— No, Evan.

— Entonces no puedes entenderme ni una mierda. —gruñó, apretando los reposabrazos del sofá—, nunca me entenderás ni a mí ni a nadie de los que estamos encerrados aquí. Tu mente no sería capaz de soportar lo que hay en la mía.

— Cuéntame lo que hay ahí. ¿Te arrepientes de lo que hiciste? —El Dr. David se acomodó mejor en su asiento, apoyando los antebrazos sobre sus rodillas separadas. Esperaba ver algo distinto en aquellos ojos oscuros que tenía frente a su cara. Tenía la esperanza de poder demostrar que todos se equivocaban, que este muchacho no era un psicópata.

— Lo merecían —sentenció levantando los hombros—. Todos y cada uno merecía lo que les hice.

— ¿Te gusta herir a los demás?

— Sí, me encanta verlos sufrir. Su sangre derramándose entre mis dedos, su vida dependiendo de mí. Frágiles juguetes a mi disposición. ¿sabes lo que más me encanta? —el chico lo miró a los ojos— Escuchar aquellos gritos de dolor cuando entierro el cuchillo en su piel.

— Wow, esa fue una estupenda interpretación del hollywoodense prototipo de asesino serial, tienes mucha imaginación por lo que veo. Evan, ambos sabemos que nunca has enterrado un cuchillo en una persona.

— Quién sabe si algún día lo haga —las comisuras de sus labios se curvan hacia abajo, arrugando su mentón.

— ¿Qué te parece si hacemos algo más didáctico? —el doctor se removió incómodo en su asiento, esperando la respuesta.

— No me digas, son las manchas. No importa que veas, siempre hay algo malo, ¿no?

— ¿Qué dices de esta? —preguntó poniendo un cuadrado de cartón con un dibujo bastante extraño frente a la cara del chico.

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⏰ Última actualización: Feb 12, 2016 ⏰

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