Capítulo 3

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-No lo entiendes.

-Entender ¿Qué?

-Conseguir un permiso de residencia por matrimonio no están fácil como sale en las películas de la tele. Tu gobierno es muy... -frunció el ceño buscando la palabra -estricto y se asegura de que el matrimonio sea de verdad. Habrá reuniones, ¿comprendes? Reuniones con los oficiales de inmigración. Y quienes llevan el caso pueden presentarse aquí en cualquier momento sin avisar y demostrar que hemos mentido.

-Oh, vamos, es una agencia de gobierno. Me apuesto mi Audi R8 a que no tienen personal suficiente para andar visitando a la gente en modo aleatorio.

-No es aleatorio. Y tienes razón, las visitas en casa no son frecuentes. Pero suceden, Rafael. Si no creen que el matrimonio sea cierto y pueden demostrar que mentimos, eso será muy malo.

-¿Quieres decir que te deportarían?

-Peor. Es un delito casarse falsamente para conseguir la residencia. Si lo descubren, los dos pagaremos grandes multas e iremos a la cárcel. Y cuando me suelten, entonces me deportaran y después jamás tendré la oportunidad de conseguir la residencia.

Aquello empezaba a parecer un reto. Él siempre había disfrutado con los desafíos.

-Podemos hacerlo. Podemos convencerlos. Soy muy convincente cuando me pongo.

-Hay más.

-¿Qué quieres decir?

-El matrimonio tiene que durar al menos dos años.

Esas palabras lo dejaron mudo unos segundos.

-No lo dices en serio.

-Sí. Dos años. ¿Quieres estar casado con tu ama de llaves dos años?

-Dos años... -la verdad era que no quería -. Eso no puede ser. ¿Estás segura?

-Sí.

-Me parece un poco... exagerado.

-Bueno, si lo piensas, un matrimonio de verdad dura hasta la muerte -chasqueo los dedos -. Dos años no son ni de lejos una vida. Pero a Inmigración le sirve para creer que la boda fue de buena fe.

-A mí me parece demasiado.

Alejandra se puso de pie tan deprisa que lo sobresalto.

-Guau. Alejandra... ¿Qué?

-Voy a traerte el libro.

-¿Qué libro?

-Manual de Inmigración de los Estados Unidos. Hay muchas cosas sobre la residencia por matrimonio. Te busco las paginas en las que viene lo de los dos años y en las que vienen la penas por matrimonio falso -se movió-. ¿Crees que soy tonta? ¿Crees que no considero todas las opciones que hay para quedarse en este país? Soy muchas cosas, Rafael Medina, pero no tonta.

-Vale -junto las manos-. Te creo. No necesito ver el libro.

-¿Seguro?

-Seguro. Vuelve a sentarte.

Se sentó en el borde del sillón y lo miro con los ojos entornados.

-¿Estas enfadada? -trato de recordar si la había visto enfadada alguna vez.

-Deberías de saber que jamás te miento. Lo juro. Si no me das este trabajo, aun estaría en Argovia.

-Alejandra, te creo, ¿vale?

-Sí, vale -su expresión se suavizo.

Dos años. Daba miedo. Él había pensado en unos meses. Ella conseguiría sus papeles y después podrían divorciarse y volver a su vida normal.

Pero claro, podría ocurrir que con un permiso de residencia permanente decidiera dejar de trabajar para él.

Bueno, se ocuparía de eso cuando llegara el momento. Pasara lo que pasara después, quería ayudarla. Además estaba el beneficio que suponía librarse de Marian. Y quedaría muy bien con Daniel quien le había confiado a su preciosa prima.

-Todo va a salir bien -dijo él-. Nos casaremos y así seguiremos esos dos malditos años si es así como tiene que ser.

Ella se cruzó de brazos en un gesto que hablo a Rafael de autoprotección.

-Hay otro problema -dijo ella bajando la cabeza.

-¿Qué otro problema?

-Tú, Rafael. Tú eres el problema.

-¿Cómo es posible?

-Siempre con todas esas mujeres... -hizo un gesto con la mano.

¿Qué podría decir? Le gustaban las mujeres.

-Sí, ¿y?

-Que si estamos casados, mientras estemos casados, tendrá que ser un matrimonio real.

-Eso también.

-No es solo una exigencia de Inmigración, es una exigencia mía.

-¿Tuya? -parpadeo.

Amor InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora