Capítulo 31

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Sus palabras cada vez me convencian más. Estaba segura que quería tener mi primera vez con el, en este momento, pero era tanto el miedo que...
Lo mire y le di un beso en la mejilla. Me pare y me monté en el. Ahora fui yo la que dio la iniciativa, y lo bese.

-Te amo Eder. -Continúe besandolo.

El me recosto poco a poco en la cama. Mientras me besaba, sus manos se deslizaban desde mi cintura hasta mis piernas. El se quitó el resto de pijama que traía. Lentamente sus manos subían hasta mi espalda. Comenzó a quitarme el sujetador. Recorría con sus manos mi cintura. Sus besos en mi cuello fueron aumentando. Con su boca fue recorriendo desde mi cuello hasta mi ombligo, era una sensación inexplicable. Comenzó a quitarme las braguetas. Poco a poco comenzó a abrir mis piernas. Al principio sentí un poco de dolor, pero después ese dolor se convirtió en placer.

Después de unas horas, Eder me abrazó, y yo coloqué mi brazo en su estómago, de forma como si estuviera abrazandolo. Eder pasaba su mano por mi cabello de tal modo que comencé a quedarme dormida.

Al mañana siguiente cuando desperté, mire a mi alrededor, estaba en la habitación de Eder, no sólo eso, sí no en su cama también. Había tenido mi primera vez con un hombre mayor que yo. No se por que, pero cada vez me sentía más culpable, de seguro mi Padre me desconceria como hija si llega a enterarse. Me levanté de la cama, me vestí y baje. Eder estaba en la cocina, preparando el desayuno.
Cuando me miro, sonrió.

-Buenos días, Princesa.

-Buenos Días. -Sonreí. Me acerqué lentamente a él y le di un beso.

Me senté en la mesa mientras lo veía cocinar. Era más que el hombre perfecto. Eder terminó de hacer el desayuno y lo colocó en la mesa mientras se sentaba conmigo.
Ambos nos mirábamos y solo sonríamos. Eder se acercó lentamente a mi y me dio un suave beso en los labios.

-Eres el mejor. -Sonreí.

-Y tu eres la mejor. Te amo princesa.

Empezamos a desayunar. Cuando terminamos Eder levantó los platos y los llevó al lavadero.

-Amor, iré a darme una ducha. Gracias por el desayuno. -Me acerqué a él y le di un beso en los labios. -Te amo.

Subí a mi habitación y comencé a darme una ducha. Mientras me duchaba tranquilamente pude escuchar el timbre sonar. A lo mejor Eder esperaba a un amigo, no lo sé.
Cuando termine, me vestí y baje corriendo para ir a ver a Eder.

-Am... -Me lleve una gran sorpresa al ver al mejor amigo de mi padre, ósea el primo de Eder, aquí.

El me miro.

-Cecia. Hola. -Se acercó y me saludó. -Que gusto verte. ¿Que tal todo?

-Igual, es un gusto verte. -Mire a Eder confundida. - Todo muy bien, gracias. -Sonreí.

-¿Por que no me avisaste que vendrías? -Pregunto Eder.

-Fue un imprevisto. ¿Acaso te molesta que este aqui? -Dijo su primo.

-No. Sólo que... me sorprendiste. -Respondió Eder.

-Yo sólo venía a preguntarte que si has visto mi cuaderno, lo dejé aquí. -Intente sonar lo más tranquila posible.

-No, no lo he visto. -Eder estaba nervioso. Era fácil de notarse.

-¿Que te sucede Eder? Estas muy nervioso. -Dijo su primo.

-¿Nervioso? No. Para nada.

-Bueno, iré a mi habitación. -Estaba tan nerviosa como Eder. -Un gusto verte Isra. -Me despedí.

Subí casi corriendo a mi habitación. No puedo creer que estuve a punto de gritarle "Amor" a Eder. Israel, el amigo de mi padre pudo haberse dado cuenta. Luego el nerviosismo de Eder y el mío, era más que obvio que algo estaba ocurriendo aquí. ¿Y si se daba cuenta? Sólo debía tranquilizarme y hacer como si nada pasará. Si Israel se daba cuenta, podría decirle a mi Padre, y bueno, ese sería mi fin.
Después de largas horas encerrada en mi habitación, tocaron a mi puerta.

-Eder. ¿Que pasa?

-Mi primo se va hoy mismo, sólo se quedará a cenar, por favor intenta no ponerte nerviosa. Va?

-Esta bien. -Suspire.

-Baja a cenar, no tardes.

-En un momento voy.

Baje a cenar. Ahí estaba Israel y Eder en la mesa.

-Hola, provecho. -Sonreí mientras me sentaba.

-Hola. Hoy regresó, ¿quieres que le diga algo a tu padre?

-Dile que lo amo. -Sonreí.

Comenzamos a cenar y hasta el momento todo iba bien.
Llegó la hora en que Israel se tenía que ir. Eder lo acompañó al aeropuerto y yo me quedé.
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