Capítulo 16: De color granate.

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– Porque luego él querrá recibir algo a cambio de ti. Cuando la gente que no conoces te quiere hacer favores constantemente, quiere decir que espera obtener algo que tú puedes ofrecer. Así que ten cuidado.

Respiré hondo. Pero no pude evitar gruñir y gritar:

– ¡Mary Watson! ¡Haz el favor de hablar claro!

Mi indignación aumentó considerablemente cuando la vi sonreír.

Después dijo:

– Me da la sensación de que Bryan Devil te considera “digna” de él. Aunque todo el mundo sepa que la dignidad no es precisamente el punto fuerte de ese idiota palurdo.

Mi orgullo no quería sonreír, pero aún así lo hice. Por fin Watson decía claramente lo que opinaba de Devil. Y no era nada bueno en absoluto.

Por un lado sentí miedo de Bryan y de sus intenciones. Por otro sentí cierto orgullo por que me considerase “digna” de a saber qué cosa. Y finalmente, me sentí culpable por haber si quiera considerado la posibilidad de acompañarlo. O más que culpable, idiota.

Me di cuenta de que mi ego estaba engañando a mi inteligencia y me estaba dejando llevar por las alabanzas y las ofertas poco limpias de Bryan.

Y entonces, como siempre, apareció Paul en mi cabeza.  A él no le había contado demasiadas cosas acerca de Bryan. Siempre que le hablaba de él, a Paul se le avinagraba la cara y se volvía terco y desagradable.

Alguien aporreó la puerta de la habitación, sacándome del cacao mental en el que me hallaba inmersa.

Como vi que Mary no tenía la más mínima intención de abrir, me levanté de la cama y caminé hacia la puerta.

Los ojos grandes y oscuros de mi profesora de biología me observaron con diversión.

– ¡Sorpresa! – gritó Estela con una gran sonrisa.

Señalaba un gran bulto que había a su lado.

De inmediato emití un gritito de emoción:

– ¡Mi maleta!

– Al parecer no había viajado a Nueva Zelanda. Hubo algún error y tu maleta viajó nada más que hacia otra cinta de equipajes.

– ¿Así que en realidad no había salido del aeropuerto? – pregunté curiosa.

– No, ha quedado todo en un malentendido. Gracias a Dios – dijo ella –. Bueno, me voy a cenar. ¡Que pases una buena noche!

Me sonrió con dulzura y se dio media vuelta, en dirección a las escaleras. Cerré la puerta cuando la vi desaparecer.

Después revisé mi maleta para comprobar que no existían desperfectos en ella.  Ni rotos, ni golpes, ni nada parecido.

La abrí para comprobar que estaba todo. Y, efectivamente, no faltaba nada.

Es más, había una cosa que sobraba.

– Vaya… – musité con estupor mientras acariciaba aquel fonendoscopio rojo.

Pero el estupor fue aún más grande cuando vi que tenía un papel enrollado a él en el cuál había una especie de inscripción.

Becca Breaker(I): Contigo © Cristina González 2013/También disponible en Amazon.Where stories live. Discover now