Capítulo 4 (Parte 2/2)

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Estoy por responder «Él es el líder de quienes todavía están en el Gremio, no de todos los ignisios, incluyendo los libres», pero entonces me callo, y dejo que siga hablando sin interrumpirla ni molestarla.

-Será mejor que lo recuerdes cuando estés allá -continúa, al ver que no le dirijo ninguna respuesta-. Para algunos será un hombre bastante joven como para que lidere, pero es inteligente y decidido, y el indicado para hacerlo.

Habla sobre él con mucha admiración. Me pregunto si tendrán algún vínculo especial.

Danna se aclara la garganta.

-En fin -añade-, vine a avisarte que tienes que prepararte para ir mañana.

Si estuviera bebiendo algo, ya lo habría escupido sobre sus lindos pantalones azules.

-¿Mañana? -Pregunto, exasperada- ¡Nadie me dijo que sería mañana!

-Por eso vengo a decírtelo yo -se encoje de hombros.

-Sí, ¿un día antes? -Le pregunto- ¿Y preparar qué? ¿Cómo debo prepararme?

-Pues con todas las cosas que necesites para hospedarte allí; ropa, objetos personales de higiene...

Doy un respingo aún estando sentada, y le clavo la mirada tan fuerte que ella cierra la boca.

-Nadie me dijo que me tenía que hospedar -suelto.

Danna frunce el ceño y mira para todos lados con impaciencia, mientras levanta levemente las manos.

-¿Con quién diablos hablaste sobre el Gremio? -pregunta.

-Con quienes no me advirtieron que tenía que pasar los días allí -farfullo. Me sostengo del borde del asiento con las manos, cerrando los puños con tanta fuerza que los nudillos se me ponen blancos, y me inclino hacia adelante para tratar de calmarme-. ¿Qué voy a hacer con la escuela? ¿Qué...? -Tartamudeo- ¿Qué voy a tener que decirles a mis padres y amigos para excusar mi ausencia?

-Pues, si de verdad son de tu confianza, la verdad -opina-. A tus padres, por lo menos. A tus amigos puedes decirle que pasas los días en lo de un familiar, o...

-Ya he mentido suficiente cuando me quedé en la granja -gruño.

Ella se me queda mirando, con un deje de pena en los ojos.

-Mira, Audrey -dice-. Podrás seguir asistiendo al colegio; debes hacerlo -agrega al instante-, como muchos otros del Gremio también hacen. Pero tendrás que pasar el resto del día allí, como es acordado con todos los ignisios. Más aún contigo -deja en claro-: eres quien más necesita pasar tiempo aprendiendo.

Me quedo viendo el pequeño Cooper entre las dos gigantes camionetas; atrapado como lo estoy yo con mis opciones.

-De acuerdo -suelto, tratando de sonar despreocupada y decidida. La miro, pero no parece convencida, así que asiento-. Lo haré.

-Sabía que había algo especial en ti -murmura-. Desde que te vi en aquel edificio destruido.

-Sí... -susurro, vacilando- creo que nunca te agradecí aquello.

Arquea una ceja.

-¿Qué cosa?

-Todos desconfiaban de mí. Me creían una inútil con tan sólo verme -contesto, recordando-. Pero tú me diste una buena bienvenida delante de todos, y eso me hizo sentir mejor.

Sonríe levemente, y, por alguna extraña razón, aquella sonrisa me resulta muy reconfortante.

-No había olvidado lo que hiciste en aquel incendio -responde.

Me quedo mirándome las manos entrelazadas. Siempre me siento rara cuando hablan bien de mí; por más que lo intente, siento que no lo merezco del todo y que no debo alardear de ello.

Así que no respondo nada, y me pongo de pie lentamente.

-Tengo que irme, mis padres se estarán preguntando dónde estoy.

Asiente con la cabeza, sólo una vez, como si me diera el permiso.

-¿No quieres que te lleve? -Pregunto, al haberla traído yo aquí.

-No -responde, con aire despreocupado. Se echa sobre el respaldo del banco mientras observa el paisaje con intensidad-, me quedaré aquí un rato. Creo que lo necesito.

Sonrío un poco, observando su tranquilidad. Me doy la vuelta dispuesta a ir hacia mi auto, cuando de repente recuerdo algo y me giro nuevamente para verla.

-Ashley... -musito, y Danna vuelve su atención a mí- ¿Se encuentra bien?

Ahora es ella quien vuelve a sonreír, y me imagino que es porque me estoy preocupando por una compañera suya luego de que me dijera que yo le resultaba especial. Se ve feliz por el interés de la pregunta.

-Se encuentra bien -asegura-. Es una tipa condenadamente dura.

Suelto una carcajada.

-Ya lo creo.

Y le doy la espalda, yéndome hacia el coche con el pecho repleto de alivio.






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