Capítulo 1: "La niña Ravenhall."

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[...] 11:03, 6 de Agosto, 2010. (Mansión del Inquisidor - Alicante, Idris).

El papeleo no se realizará solo, pensó Robert, debía dejar de hacer el flojo –que se veía muy mal– y volver a trabajar. Sin embargo, había algo que no le dejaba continuar por ese camino; ya no era mera procrastinación, sino una especie de mal presentimiento. No tenía sentido, ya había pasado la tormenta de la guerra mortal y demás, ¿No se supone que ahora tocaba la calma?

Aun desde su despacho, podía oír cómo la puerta de su mansión en Idris estaba siendo prácticamente abatida por alguien. Esperó pacientemente la llegada de algún sirviente para averiguar de quién se trataba. Una muchacha pelirroja apareció en el umbral de su puerta, luego de indicarle que pasara, esta le dijo que su ex esposa –Maryse– buscaba urgentemente hablar con él. Robert frunció el ceño, conocía bastante bien a aquella mujer con quien había pasado varios años a su lado. No haría esta visita por algo que no fuera de suma importancia. Apresuró a la sirvienta para que hiciera entrar a Maryse hasta el despacho.

"Tenemos que hablar," le dijo la azabache apenas entró en la habitación. "Es sobre la niña Ravenhall."

Con tres palabras Maryse había conseguido la atención como el temor de Robert. Preguntó: "¿Qué hay con ella?"

"Murió."

Si antes Robert se encontraba asustado ahora estaba completamente aterrado, se suponía que ella viviría para siempre, o por lo menos hasta que su primogénito muriese. Esto no podía estar pasando, debía haber una especie de error.

"Estoy segura," hablo Maryse adelantándose a algún pedido de confirmación de su ex esposo. "¿Qué vamos a hacer?"

"Comunícate con Catarina Loss," dijo él inmediatamente.

"¿Por qué ella? ¿No sería mejor Bane? Él haría todo por Alec." Gran parte de esa oración era real. Robert sabía que Bane sacrificaría todo por su hijo, lo había demostrado en Edom.

"Y parte de ese todo sería contarle lo que hicimos. Amo a nuestro hijo y no quiero que me odie aún más," se lamentó. "No lo repetiré de nuevo, comunícate con la señorita Loss."

Así Maryse mando rápidamente un mensaje de fuego con la bruja azul como destinataria. Posteriormente vio con una combinación absoluta de comprensión y angustia como su ex esposo hacía algo que solamente lo había visto hacer en la muerte de su hijo menor –Max, llorar.


[...] 14:15, 6 de Agosto, 2010. (Loft de Magnus Bane - Nueva York, Estados Unidos).

Era una pegajosa tarde de verano aunque esto no le afectaba realmente a la única persona en el loft. Alec era prácticamente incapaz de verse afectado por los climas muy fríos o muy cálidos. En su regazo su regazo Presidente Miau le agradecía las caricias con ronroneos constantes. Alec no pudo evitar mirar al felino a los ojos e imaginarse que eran los de su amado, sonrió con nostalgia. No lo veía hace más de un mes debido a que este tenía que hacer unas tareas en la Academia de Cazadores allá en la lejana Idris y aún no le autorizaban para retirarse.

Recordó la habitación que compartían allá, era la más grande y al pie de la letra sobre las exigencias de su excéntrico novio. Lamentablemente ya no podía estar allí con él. Lilly y Maia estaban teniendo cada vez más problemas con lo de la Alianza, y era más fácil que asistieran al loft en Brooklyn que ir hasta la tierra de los cazadores.

De pronto, Presi decidió que ya era demasiado amor por el día y dio un salto para acabar en el piso e ir corriendo a alguna parte del gran loft. Alec estuvo sentado en el sillón de la sala por un buen tiempo hasta que el aburrimiento le pudo. ¿Qué debería hacer ahora? Se preguntó. Siempre podía prender la televisión y empezar alguna serie nueva –con lo cual luego Magnus le reprocharía por no verla con él– o ir al Instituto a distraerse entrenando un poco; últimamente a Alec le venían unos subidones repentinos de adrenalina. Ayer mismo por ejemplo cuando –en pleno insomnio a las 3 de la madrugada– la idea de aventurarse por el Central Park, sin arco y con sólo dos espadas serafines parecía muy apetecible. Negó con la cabeza rápidamente, él nunca había sido así, siempre pensaba las cosas como cien veces antes de siquiera considerarlas viables. Quería pensar que era debido a que ahora se encontraba más a menudo con su irreverente parabatai y menos con su amado brujo, que eran la voz de locura y la voz de la razón, respectivamente.

Ya No Una Sombra MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora