Volver a verte [MikoTara]

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Frío, dolor, soledad. La muerte era, de alguna forma, todo lo contrario a él.

Frío, siempre lo había detestado. Su color y el de los suyos era el rojo. Su elemento era el fuego. La sangre que corría por sus venas siempre hervía con la fuerza de sus emociones reprimidas.

Dolor, la herida que Munakata le había causado, esa que le había llevado a la, en cierto sentido, tan ansiada muerte, aún le dolía. El dolor se propagaba en forma de latigazos, que partían de la, aún latente, herida de su pecho.

Soledad, la odiaba con toda su alma. Él, que parecía una persona solitaria, realmente nunca había llegado a estar solo. No de aquella forma, al menos. Pero conocía esa soledad. Era la misma apabullante sensación que le había desgarrado por dentro cuando Tatara murió.

Aquellos sentimientos le mataban por segunda vez.

Y entonces todo cambió de golpe. Abrió los ojos y se encontró en el piso de arriba del bar, aunque mucho más luminoso de lo que jamás había sido el de verdad. La blancura y la luz le conferían un aspecto irreal y etéreo.

Se incorporó en la cama y palpó su pecho. Ya no dolía. No había herida, pero tampoco podía sentir el latir de su corazón. Vestía como siempre pero su ropa estaba limpia e inmaculada. En su oreja seguía el pendiente que algún día Tatara llevó.

No estaba vivo, pero ya no sentía la desgarradora agonía de la muerte. Manteniendo la calma se levantó de aquella cama y dio un par de pasos. El suelo estaba cálido. Observó a su alrededor, pasando la mano por sus desordenados cabellos rojos.

El sonido de unos pasos subiendo las escaleras detuvieron su observación del lugar. Se dio la vuelta de golpe, encontrándose con la persona a la que amaba, la persona por la que estuvo a punto de destruir el mundo, mirándole a medio camino entre el asombro y la tristeza. Ahí estaba...

Totsuka Tatara.

-Tatara... -susurró el rey rojo, sin poder creer muy bien lo que veía-, estás aquí...

Al volver oírle llamándole, una oleada de emociones pareció golpear de lleno al más joven.

-No quería volver a verte tan pronto... -musitó, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

Con una triste sonrisa, Mikoto se acercó lentamente al chico. Acarició su rostro, sintiendo las imposibles tibieza y suavidad de su piel, exactamente iguales a cuando vivía.

-Veo que Dios, si es que existe, concedió mi deseo -habló dejando la mano posada en su mejilla.

-¿Qué deseo? -lentas lágrimas comenzaron a nacer en los ojos de Tatara.

-Ir al Cielo, solo para volver a verte -contestó francamente.

-No sé si esto es el Cielo...

-Estoy aquí contigo, sin duda lo es.

-Mikoto... idiota.

Sin poder contener más el llanto, Tatara se dejó envolver por los fuertes brazos del rey, aferrándose a su camiseta. Los sollozos salían de sus labios, llorando a la vez por la muerte de Mikoto y también por la egoísta alegría de volver a tenerle a su lado.

-Te he echado de menos.

-Han sido doce días.

-Doce días eternos.

-Desearía que hubieses vivido más...

-¿Cuál es el sentido de estar en el mundo si no estoy contigo? Mi espada se caía. La rabia por haberte perdido hizo que me volviera loco.

-Lo siento... fue tan patético por mi parte.

-No, no lo fue. Fue culpa mía. Tuve que haberte retenido esa noche.

-¿Y Anna?

-Anna estará bien. Tiene a Kusanagi y a Yata, y a todo HOMRA. Y tiene mi fuego. Y cuando dude nos tendrá a nosotros. O a nuestro recuerdo al menos -el rey rojo hizo una pausa, separándose unos centímetros del más joven. Los ojos de Tatara estaban inundados en lágrimas-. Tengo algo que devolverte -de su oído se quitó el pendiente que había guardado como señal de venganza, volviendo a colocárselo a su legítimo dueño-. Te queda mejor a ti, ¿sabes?

-Eres un real imbécil, Suoh Mikoto -el rubio se colgó del cuello de su rey, sollozando esas palabras.

-Puede, pero me quieres así.

-Claro que te quiero.

Suavemente lo tomó del mentón y unió sus labios en un beso, muy distinto a los apasionados que habían compartido en vida. Este era punzante, como una aguja en el corazón. Salado, por el sabor de las lágrimas. Era doloroso, amargo y agridulce. Era la promesa de que el "para siempre" duraría eternamente.

Baile de Colores [K Project One-shots]Where stories live. Discover now