http://3_El niño desconectado en su habitación

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Nota: Este capítulo lo he escrito bastante rápido porque tengo que estudiar pero no quería dejaros una semana sin capítulo (me he dispuesto a actualizar al menos una vez cada siete días:D), así que si veis faltas de ortografía o similar, comentadlo y ya pasaré yo a corregirlo. Gracias:)


Cuando el telediario dio por terminada la noticia sobre la espiral de atentados cometidos por las distintas células de la seta Koruki-ya contra medios de transporte de todo el mundo, uno de los dedos de Nerea estaba sangrando. Mientras observaba las imágenes de caos y destrucción emitidas desde diversos puntos del planeta, se había ido mordisqueando las uñas con tanta insistencia que, aun sin darse cuenta, las había destrozado.

Cuando el noticiario pasó a ocuparse de otros asuntos, Nerea entró en su dormitorio, encendió el ordenador y se dispuso a conectar vía webcam con Derek, y fue entonces cuando, al ver una gota de sangre sobre el teclado, empezó a sentir el dolor en la mano. Durante unos segundos observó las heridas alrededor de sus uñas como si no estuvieran en su propia  piel, como si aquella mano no fuera suya, como si todo fuera irreal. Después se puso varias tiritas para cortar las distintas hemorragias y empezó a dar vueltas y más vueltas a su dormitorio a la espera de que el ordenador arrancara. Estaba ansiosa por charlar con la única persona con quien podía compartir sus temores: Derek. Todo lo demás le parecía superfluo.

El sistema operativo de su PC tardaba demasiado en arrancar y los ruidos procedentes de la cocina todavía la alteraban más. Su tía estaba fregando los platos con brusquedad y, al ir colocándolos en el escurridor, los hacía chocar entre sí, causando un estruendo capaz de crispar a cualquiera. No había ninguna duda de que Liz también estaba de los nervios. Motivos no le faltaban. En los últimos seis meses, desde que Nerea y Derek consiguieron desarticular la facción de la secta Koruki-ya que pretendía sacrificar a seis jóvenes en su ciudad, entre ellos a su hermano Alex, la vida de los Wells había cambiado lo suficiente como para que las dos mujeres estuvieran en una tensión permanente.

Nerea recordaba perfectamente aquel 20 de febrero en que, habiendo impedido el sacrificio de los seis inocentes y convencida de que todo había terminado, salió de la casa resuelta a encontrarse con Derek. Su ciberamigo le había dado permiso para que fuera a su domicilio y accediera a su habitación, un lugar sagrado al que nadie había entrado en su presencia. Sin embargo, apenas hubo salido de su portal, tropezó con el pictograma de la secta dibujado en la entrada del edificio. En un segundo su mundo se desmoronó igual que un castillo de naipes y poco días después llegó la revolución: el nuevo domicilio asignado por protección de testigos, policías protegiéndola día y noche, la obsesión de la tía Liz con la limpieza, la doctora Lynch tratando de quitarle los traumas de la cabeza, etc. Pero, por encima de todas estas cosas, estaba la tristeza por ese momento de intimidad con Derek que el pictograma había truncado.

Los cuerpos de seguridad del Estado informaron a la tía Liz y a Nerea de que aquel grafiti sólo podía significar que la secta planeaba vengarse, por lo que era prioritario iniciar un proceso de ocultación que las llevara a desaparecer del mapa durante un período de tiempo. Eso también significaba que Nerea no podía conectarse a Internet durante una larga temporada, ya que era evidente que la secta contaba con expertos informáticos que podrían localizarla tan pronto enviara un simple correo electrónico.

Curiosamente, Derek no se vio obligado a tomar tantas medidas de seguridad. La policía sabía que ese chaval era un hacker de primera categoría y que se saltaría cualquier recomendación de permanecer alejado de la red, amén de que sabría instalar los cortafuegos necesarios para que los piratas informáticos de la secta no pudieran localizarlo. Por su traslado a otro domicilio, por lo que el departamento de protección de testigos se limitó a vigilar apostando una patrulla a las puertas del edificio.

Terror en la red 2: La mujer con el corazón lleno de tormentasWhere stories live. Discover now