Nos separamos a cada lado y mi mirada viajó a mi derecha. A unos dos metros de distancia estaba Erick, con su hermosa cabellera castaña clara, algunos cabellos parados por el gel y esa mirada bonita e inocente –bueno, no tanto– que era la que me había hecho perder la razón por él. Ya sé qué dirán. Pero no lo conoces, no sabes nada con respecto a él. Puede que tengan razón, pero sé diferenciar entre la maldad y la bondad.


Entonces... ¿qué es lo que tiene él? Simple. Confusión.


La típica confusión que poseemos todos en la adolescencia.


Suspiré y aparté la mirada de él, casi a la fuerza, y me concentré en entonar correctamente.


Antes de irnos el Sr. Lopalkis nos detuvo, mientras un silencio sepulcral habitaba en el lugar.


—Como sabrán —comenzó—, el domingo al anochecer será el Baile de Primavera. —El grupo entero, incluyéndome, asintió—. La directora Selene, y el comité estudiantil, han recurrido a mí para que elija a mis mejores cantantes para hacer un mini concierto. Este año el comité no tiene ánimos de gastar presupuesto para una banda de música, así que  por esa misma razón quieren a mis mejores alumnos para cantar el domingo a la noche.


Mi corazón se paró.


—¿Está queriéndonos decir qué va a elegir a algunos de nosotros para cantar? —cuestioné. El profesor asintió hacía mí.


—Con ayuda del mismo comité, por supuesto —sonreí—. Mañana creo que tendré a algunos.


Luego de otros diez minutos de charla, salimos para nuestras clases particulares. Me reí por dentro al pensar qué tal vez podría ser una de las elegidas... y eso me sofocó. Me acaloró. Me... estoy meando. Mierda. Hice una nota mental sobre no juntarme demasiado con Mariana, ya que me pegaba su vocabulario argentino.


Caminé por el pasillo con aire de alegría, pero la alegría se acaba cuando una nube negra tapa el sol.


Y mí nube negra se llama Marie.


—Hola, Amanda —saludó con suficiencia.


—Hola, Marie —contesté con tonó amargo.


Noté cómo miró a ambos lados del pasillo, mientras me paraba frente a mi casillero. Puse mi combinación sin que la viera y cambié mis libros de trigonometría y cálculo por los de español y literatura inglesa. Y saqué, también, mi almuerzo. Cerré de un portazo la pequeña puerta y me volteé para ver que todavía Marie no se había ido.


—¿Qué quieres? —espeté.


—Mmm... —posó su perfecta mano, sobre su mentón perfecto—. Me he enterado de que cantarán algunos de los chicos de Lopalkis para el domingo en la noche —yo asentí, sin comprender a dónde iba con todo eso—. Y me gustaría que tú seas uno de ellos —abrí mis ojos como platos.


Negando con la cabeza, la miré atentamente.


—No —contesté cortante—. Los van a elegir el comité y el Sr. Lopalkis. El que sale, sale. Además, ¿qué quieres saber?


—Nada. Solo lo decía, por si quieres ganar. Este año entré al comité estudiantil y... no lo sé, podría ayudarte a ganar —una vocecita me estaba tentando, en mi cabeza pero me negué. La razón siempre gana.


—No, te lo agradezco. Sin embargo, no estoy interesada —la rodeé y me fui por el pasillo.


Noté una voz masculina detrás de mí y me volteé al instante. Erick estaba hablando con Marie y parecía muy concentrado. Sus facciones mostraban seriedad, enojo, ira, preocupación. Tragué saliva cuando él me miró. ¡A mí! Sentí como mis mejillas se iban calentando, cuando él siguió hablando sin cortar con mi mirada.


Luego, me sonrió.


Y creo que me desmayé despierta.

2. Cómo convencerlo de enamorarse en 7 días - Trilogía 7 días.Where stories live. Discover now