| Capítulo 03 |

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Aflojó el primer botón de su camisa y deshizo el nudo de la corbata. Los ojos marrones que se colaban últimamente en sus pensamientos le dieron una rápida mirada, más veloz de lo que le hubiera gustado, antes de centrarse de nuevo en la proyección. Al encontrarla en el pasillo esa misma mañana, no le dio los buenos días, no hizo el intento de sonreír como su secretaria, quien había pestañeado más de la cuenta... No, ella lo había ignorado por completo, había pasado de largo.

¿Qué le pasaba a esa mujer? ¿La había asustado? ¡Imposible! Dudaba que esa condenada se amedrentara por un simple coqueteo. ¿Entonces qué?

En su mente apareció el primer encuentro, la primera vez que la vio no estaba preparado. Todo hubiera resultado más simple si alguien le hubiera advertido de sus peligrosos encantos. Había entrado a su oficina sin permiso porque no vio a nadie en la recepción, supuso que podía hacerlo. Se dio una vuelta y se quedó quieto al ver la fotografía de uno de los grandes en la industria vinícola en el escritorio, no dudó en tomar el cuadro para mirar más de cerca.

Por supuesto que cuando ella entró le dirigió una mirada asesina después de recuperar el aliento y recomponerse, el fuego en sus pupilas era evidente, inmediatamente deseó poner otro tipo de ardor en sus ojos. Y es que era una maldita escultura de piernas largas, cintura contorneada y caderas anchas. El cabello se arremolinaba alrededor de sus senos, resaltándolos y haciendo que sus venas ardieran. Sintió la chispa en el primer instante, la atracción, el magnetismo.

No pasó desapercibida la reacción de Miranda, fue muy consciente de cómo lo miró, le gustó que lo inspeccionara de ese modo, que lo evaluara. Y luego vino su maldito olor tan dulce, le hacía agua la boca. Tuvo que retroceder antes de estrecharla y robarle el aliento allí mismo, justo donde estaban.

También tuvo que darse una ducha fría al llegar al departamento, rogarse control o sus planes se irían por el acantilado demasiado rápido. Se recordó a qué iba, no para una aventura.

Instalarse en la ciudad había sido complicado. Primero estaba su madre y sus abuelos rogándole para que no hiciera nada imprudente, él les había prometido cordura, claro estaba que no les había contado todo pues no quería preocuparlos con demasía. Su familia creía que iría a pasar un tiempo, no estaban al tanto de toda la mierda detrás del viaje.

No había dejado nada importante —más que su familia, claro está— en Venezuela, tenía un solo objetivo, para cumplirlo tenía que dejar su país.

Tuvo que hacer mucho papeleo para poder trabajar y residir en México, un lío que se había arreglado moviendo influencias en el gobierno. Influencias que él no tenía, no era de su agrado deberle a las personas, pero tuvo que cerrar la boca y ver a otro mover las cartas, a aquel que era capaz de todo con tal de conseguir lo que quería.

Tres meses trabajando en Grape Blue en las sedes del Distrito Federal le dieron la bienvenida al pisar la tierra mexicana, y ahora mudándose otra vez para realizar, por fin, lo que tanto le preocupaba, a lo que había ido en primer lugar.

Sedúceme despacio © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora