5.- Recibes lo que das

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Cuando el mes de diciembre llegó a Madrid las estaciones no parecían avanzar al mismo paso que el tiempo. El sol y las temperaturas altas eran el día a día de los madrileños que soñaban con ver, por una vez, la nieve cubrir las aceras.

Lo que si avanzaba con paso firme era la lucha de Íñigo contra su fobia. No había razón lo suficientemente importante para que se perdiera su cita semanal con Alberto. Y con sus gatos, claro. Aunque su motivación inicial había estado lejos de ser los animales, cada hora que pasaba allí se sentía más cómodo y suelto.

La semana anterior había sido capaz de estar en la misma habitación que Eneko sin que le diera un ataque al corazón aunque la taquicardia no se la había quitado nadie. Eso sí, el gatete bien sujeto en los brazos de Alberto y a una segura distancia de cuatro metros.

Lo cierto era que disfrutaba la dinámica de Alberto con el maldito gato de un modo que le hacía sentir incluso culpable. Disfrutaba cómo las manos del joven acariciaban el pelaje casi plateado del animal y cómo éste le agradecía la atención con suaves maullidos. Hubo un día en que incluso le pareció tierna la escena en que Eneko cabeceaba buscando los dedos de Alberto. Por supuesto no tenía nada que ver el hecho de que en ocasiones se imaginara a sí mismo ocupando el lugar del animal.

Aquel día no le tocaba visitar La gatetería y se sentía un pringado al darse cuenta de que su vida se había reducido a trabajar, terapia con Pablo e ir una vez a la semana a aquel sitio infernal. Le jodía darse cuenta de que los días que no iba, empezaba a echarlo de menos. Pero sentirse patético no reducía el hastío y el aburrimiento que le producía estar en casa, así que sin pensarlo demasiado cogió el móvil y abrió la conversación de whatsapp con Alberto.

El último mensaje recibido era de un par de días antes. Le había mandado una foto de él mismo con Eneko encima de su cabeza acompañada del mensaje "Eneko te echa de menos" que le había hecho transpirar como un loco. Él le respondió después con un par de emoticonos y guardó la foto en una carpeta privada que jamás le diría a nadie que tenía.

Se decidió por fin a escribirle. Así por lo menos podría matar el tiempo un rato.

| Qué tal? Mucho lío hoy? | 16:42

Se quedó mirando la pantalla del móvil durante minutos como quien mira la cazuela con agua esperando que rompa a hervir. Fue al final cuando apartó el teléfono que este vibró anunciando la respuesta.

| Que va, hay muy poquita gente. | 16:46

| Una pareja, un grupito de adolescentes y un tío muy raro que ha venido con un fotógrafo.| 16:46

| Un fotógrafo? lol | 16:46

| Que es, famoso o algo? | 16:47

| Ni idea, pero parece un poco imbécil.| 16:48

| A Eneko tampoco parece caerle muy bien. Ha bufado en cuanto le ha visto entrar por la puerta. :-/ | 16:48

| Es que ese bicho es muy especialito tambien | 16:48

| Solo le caes bien tu xD | 16:49

| Tú le caes bien. | 16:50

| Nos caes bien a los dos. :-) | 16:50

Íñigo enterró la cabeza en un cojín y ahogó un grito. Odiaba que Alberto escribiera tan pulcramente con todos los puntos, comas y putas tildes. Y odiaba que le pusiera nariz a los emoticonos. ¿Cómo podía ser alguien tan jodidamente adorable?

Terapia de choqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora