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Todos mis compañeros se habían largado ya de la obra cuando apareció. Serían las tres de la tarde y hacía un calor de locos. Era el principio del verano y a partir de las cinco de la tarde ya no había ni dios que trabajase en ese pueblo. Se acercó por la obra justo para ver como los peones más jóvenes se marchaban con sus motos y sus coches modificados a restregarles la picha a sus novias, así que me tocó a mí recibirle. Y vaya recepción. De entrada me deslumbró con su sonrisa propia de quien confía en la bondad de los extraños, enmarcada en su silueta de niño fuerte. Era un policía de uniforme, delante de su coche. No mas grande que yo, de mediana edad, me costó mantener la vista en sus hombros anchos y su rostro, enmarcado con una inocencia pura y un pelo corto teñido de rubio a juego, rematada con unos ojos azules y tiernos, que dudo mucho fueran capaces de ver el mal, tal como se le supone a un policía, o no me habría cogido la mano cuando se la ofrecí.

Le di un buen apretón de mano, exhibiendo mi antebrazo fuerte
y venudo.

- Buenas tardes, jefe.- le saludé intentando parecer el típico jefe de obra.

- Oficial Horan.

Sin perder su sonrisa, el oficial no pudo evitar desviar su mirada a mi apestosa camiseta mojada, que se pegaba a mi piel y a mis pectorales pringosos por el sudor.

- Disculpe.- le dije al respecto- No hay quien trabaje con este calor.

Él captó inmediatamente mi referencia vaga a mi aspecto y me sonrió para no incomodarme más, me imagino.

- Si no le importa...- dijo mientras se sacaba la chaqueta reglamentaria y se deshacía el nudo de la corbata.

Dejó sus ropas en el sillón del conductor de su coche, del que emanaba el aura fresca y seca propia del aire acondicionado. Pero apenas sentí eso ya que aproveché para evaluar su anatomía con voracidad. Era un hombre fuerte, un oso de verdad sin pelo. No se le veía aspecto de culturista, se le veía como el típico hombretón de músculos densos y voluminosos, pero poco definidos, con
la clase de fuerza que dura toda la vida. Más o menos como yo, pero sé muy bien que a los jovencitos les impresiona más ver músculos definidos, y por eso me los trabajo en el gimnasio.

- Verá, vengo a hacer la inspección regular de permisos.- me dijo el policía Horan.

- Ah, si.- le contesté.- Pase dentro, se está más fresco.

El policía asintió con un breve golpe de su cuello ancho y se adelantó hacia la obra con una sonrisa y los ojos entrecerrados, cegados por la luz del sol de verano. Le pasé diligentemente un casco de obra cuando llegamos al interior de la casa, y él pareció recibirlo como un regalo inesperado. Ya os he dicho que este hombre parecía no olisquear el mal en ninguna situación. Y esta vez no lo digo por mí, sino por la cantidad de cosas que pueden caerte en la cabeza en una obra abierta al viento. Se quitó la gorra y la substituyó por el casco amarillo chillón de obrero, como un niño probándose un disfraz. Al ver semejante ejemplar de macho investirse con uno de mis fetiches, todo mi aparato reproductor entró en alerta roja, y uno por uno empezó a activar los mecanismos necesarios para la batalla. Pude sentir como mis cojones empezaban a destilaresperma para la misión y se volvieron grávidos en mis pantalones cortos de trabajo. Intenté desvincular mi mente de esa actividad porque sé que lo que viene después es mi erección de caballo patentada, y no quería que mi pobre
víctima tuviese pistas tan evidentes de mis intenciones.

- Vienen bastante ¿no?- le dije, en referencia a que habían venido varias veces las autoridades a comprobar las licencias.

Pasamos entre la jungla de soportes que apuntalaban el techo y le llevé a los bidones que usábamos como mesas en el primer piso de la obra, donde guardábamos también durante el día los documentos en una carpeta.

- La gente no está muy contenta con que se esté construyendo tanto en este pueblo.- comentó, dejando claro por su tono que él tampoco aprobaba nuestro trabajo allí.

Yo ya había construido un par de casas en aquel pueblo. Sabíamos que el que nos la encargó solo la quería para especular, y muchos otros también construían por esa razón. El suelo de aquel pueblo se había encarecido mucho desde que se instaló la nueva estación de ferrocarriles, ya que eso lo dejaba a un paso de las principales ciudades. Por eso muchos constructores habían convertido ese pueblo en un lugar de residencia en los extrarradios para ricos. Eso no le gustaba mucho a la gente que había nacido allí, que debía desembolsar cantidades absurdas de dinero para poder comprar su primera residencia en su propio pueblo.

- En el ayuntamiento hay una parte de gente que quiere que se siga construyendo, por el dinero, claro, y otro grupo que quiere hacer lo imposible por asustar a los constructores.- argumentó el policía.

"Lo que tu digas, machote" pensé mientras le acariciaba su amplia espalda con la mirada. Le di la carpeta con los documentos y me acerqué a
la nevera portátil que guardábamos para los descansos. Cogí un par de cervezas frescas de la nevera. Junto a ella también guardábamos algunos útiles, que en realidad era lo que me interesaba coger.

- Muchas gracias.- me dijo el policía, regalándome otra sonrisa que hizo que mi "amiguito" babeara hambriento.

Esperé sentado en un bidón a que se terminara la cerveza mientras repasaba el papeleo. Me quité la camiseta exponiendo mi amplio torso a la tenue brisa y comprobé que desde aquel sitio, como de costumbre, nadie nos vería desde la calle. Flexioné mis pectorales peludos y mi vientre macizo, con la piel tensa por los abdominales de piedra bajo ellos. Es mucho más fácil hacer trabajar a los peones jóvenes si tienes algo con lo que impresionarlos y ganarte su respeto. Algunos jefes se compran coches caros, yo me pongo fuerte como un
toro. Sé que muchos de estos chavales salen del ejército profesional,
desilusionados por las condiciones laborales. Pero cuando salen esperan trabajar con alguien fuerte tanto física como mentalmente, como un militar. Eso no te viene en ningún coche caro. Has de trabajártelo y yo lo tengo. Esta cualidad también me ha proporcionado la oportunidad de partir algunos culos jóvenes y vírgenes de vez en cuando, y mis compañeros de trabajo más antiguos lo saben. Saben que cuando a veces desaparezco con un joven macho de cabeza rapada y culo fuerte a la hora del almuerzo, vuelvo a trabajar con el sabor en la boca de la polla del chico, el olor de su entrepierna en mi barba de dos días, y a veces su semen fresco y joven resbalando por mi garganta hacia mi estómago. Y el chaval aparece con el aroma de mi leche en su pecho, y alguna vez con mi
semen en sus entrañas, manchándole los calzoncillos.

Pensando en todo aquello, me puse mucho más cachondo, y vi el sudor formándose en la frente de aquel pedazo de macho mientras intentaba entender los documentos. Aquel sudor me descolocó. Me levanté lentamente, me acerqué sin despertar suspicacias por la espalda, y le bajé de un tirón los pantalones hasta las rodillas, probablemente cargándome algún botón o el cinturón del policía en el proceso. El policía, completamente descolocado, se fue a coger el pantalón para subírselo, instintivamente, momento que aproveché para cogerle las muñecas y envolvérselas con tiras de plástico de las que usamos para sujetar tubos y cables. Las había visto utilizar por los policías americanos en alguna serie, y creo que son más útiles que las esposas.

- Pero... ¿Qué hace?- se sorprendió él.

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N/A: se que estoy algo desordenado publicando historias así por así. Pero, en mi defensa, escribo lo que siento y mas cuando me inspiro. Así que no se quejen, porque esta historia esta completa y es muy buena.

- Lou

"Domando A La Bestia" -  Niam HayneDove le storie prendono vita. Scoprilo ora