—llegaré a las cuatro —colgué lo más rápido que pude para luego meterme a la ducha.

Los ensimismamientos atacaron mi cabeza como de costumbre, no podía dejar de pensar en aquella pesadilla tan aterradora, fue tan real, juro que podía sentir su mano tocándome, o tal vez era la mía, sea lo que sea estas pesadillas que había tenido los últimos dos días no eran normales.

Luego de una larga ducha y cambiarme con toda la calma posible, me dirigí a la sala de estar la cual extrañamente estaba vacía. Dimitri siempre era él primero en salir o en ir a despertarme.

Me dejé descansar en uno de los sofás mientras acomodaba mis pies en la mesa de centro. En menos de cinco minutos un Dimitri soñoliento se asomó por la estancia mientras se tallaba los ojos.

—Jaxon -murmuró éste con la voz entrecortada gracias a la abruma—. ¿Despertaste temprano? —éste miró el reloj de pared el cual marcaba las siete en punto.

Di un ligero asentimiento de cabeza para luego fijar mi vista en un punto fijo. Por más que quería no pensar en el terrible sueño no lo lograba, era en contra de mi propia voluntad, en un esfuerzo de convencerme a mí mismo de que fue gracias a la fotografía que había estado observando unas horas antes de dormir, le di una mirada rápida a Dimitri.

—Me baño y luego nos vamos —nuevamente solo pude responder con un asentimiento de cabeza.

El castaño se retiró dejándome solo con mis pensamientos. Tomé uno de los cigarrillos que habían en mi pequeña caja, lo encendí con el encendedor que cargaba en mi bolsillo y aspiré de éste para luego soltar el humo.

La gente me dice que moriré de tantos cigarros que me fumo, cosa que no creo, cuando muera será por cualquier cosa menos esa. Eché mi cabeza hacia atrás buscando relajarme mas no quería dormir no quería volver a soñar con lo mismo o algo parecido y luego despertar gritando o cayéndome.

Mi mente estaba tan vacía sin ningún recuerdo vagando por mi cabeza, sin ningún temor, eso era justamente lo que necesitaba estar en paz, sin ningún remordimiento, sin ningún problema ni nadie atacando mi conciencia. Minutos más tardes pisadas de unas suelas escandalosamente ruidosas me sacan de mi trance, alzo mi mirada para encontrarme con mi amigo, ahora perfectamente arreglado.

—Yo conduzco —éste exclama tomando la llave rápidamente.

Solo me encojo de hombros, no estaba de ánimos como para conducir o pelear por eso.

El camino a la universidad cada vez era más largo, las calles como siempre estaban atestadas y ya no era extraño escuchar los claxons de los autos retumbar en mis oídos. Acomodé mi codo en la orilla de la ventanilla y dejé descansar mi barbilla en mis nudillos contemplado aquel tapón tráfico que se había formado.

—No has hablado hoy, ¿Qué tienes? —la apaciguada voz de mi amigo me sacó de mis cavilaciones y casi por instinto fijé mi mirada en éste para solo negar con la cabeza—. Es enserio ¿Qué te pasa?

Volví y fijé mi mirada en aquel aura de la ciudad, no era nada agradable pero podía distraerme mientras veía a la gente pelear con sus hijos dentro del auto, o como un hombre de edad mayor que le hablaba a su perro como si éste le entendiera.

—No tengo nada Dimitri, solo pienso —respondí de manera civilizada y tranquila.

Un recuerdo llegó a mí, y era la carta de Adrianna, la cual me había entregado Tony. No era que me importara mucho, pero tal vez algo importante dijiera ahí y quería saber que era.

—En serio te veo extraño —argumentó el castaño con la vista clavada al frente.

—Creo que el extraño aquí eres tú —concluí aspirando el aire fresco que atravesaba por la ventanilla.

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