Prólogo.

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Londres, Inglaterra.

1998.

El viento soplaba demasiado rápido, el frío se colaba por la ropa de las personas. Hacía ya varios meses en los que Londres no había pasado un otoño tan helado, y en la televisión habían dicho que la temperatura bajaría aún más.

Harry acomodó el gorro de lana en su cabeza, frotó sus manos y siguió guardando las películas de VHS que llevaría en el viaje para no aburrirse en el avión.

—Harry, apresúrate —Le dijo su padre desde el comedor—Nos vamos en diez minutos.

El joven de quince años guardo su teléfono celular en su bolsillo junto a su walkman de cassette, y salió de su habitación con la pequeña maleta que había preparado. De camino a la puerta de su casa, tomó su abrigo y se lo puso mientras su padre lo apresuraba una vez más.

— ¿Por qué debo ir yo? —Preguntó Harry a su padre mientras subía al avión privado.

—Porque mis socios norteamericanos quieren conocerte—Le respondió el hombre.

— ¿Para qué?

—Deja de hacer tantas preguntas y busca entretenimiento mientras despegamos.

Harry rodó los ojos y subió al avión sin hacer más preguntas, acomodó su maleta a un lado de él y sacó su celular del bolsillo. Presionó cualquier tecla para encenderlo y entro a menú para buscar el juego de la viborita.

—Michael, tanto tiempo — Harry levantó la mirada al escuchar a Nicholas Stewart, un socio de su padre, saludando a este último— ¿Cómo ha estado Harry? ¿Y Lilian?

Nicholas era un ejecutivo dedicado a los aviones, y que según Harry, estaba enamorado de su madre, Lilian. Al joven jamás le había agradado ese hombre, tenía un mal presentimiento de él.

—Mejor que nunca, con el negocio creciendo he podido cumplirles sus caprichos—Le respondió Michael, el padre de Harry.

—Eso es bueno—Le dijo Nicholas—Pues el avión está en perfectas condiciones para el despegue, pueden irse en cuanto estén listos.

Harry suspiró regresando la vista al juego, donde la víbora ya se había comido a sí misma. Pero elevó la mirada de nuevo al sentir una presencia frente a él.

—Muchacho, ya estás tan grande, no falta mucho para que alcances la estatura de tu padre—Le dijo Nicholas.

Harry solamente le dio una falsa sonrisa.

El viento dejó de correr cuando Nicholas salió del avión y cerró la puerta. El piloto, Michael y Harry, eran los únicos en el avión. El cual despegó minutos después.

A sus quince años de edad, Harry jamás había experimentado tanto aburrimiento. Había viajado tanto en aviones que ya no era novedad, ya era aburrido. Como una rutina.

— ¿Qué pasa con la escuela? —Preguntó Harry a su padre cuando este se sentó frente a él.

—Tu madre avisó que saldríamos de viaje, no te afectará.

—Pero las tareas se acumulan y...

—Te pondrás al corriente—Le interrumpió su padre— ¿Dónde está el tamagotchi que te compré hace una semana?

—Se rompió—Confesó Harry.

—No importa, te compraré otro.

Harry pasó la primera hora cambiando de película en su videocasetera sin decidir cuál quería ver. Luego pasó la siguiente hora escuchando música en su Walkman.

Marine HavocsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora