Aleatoriedad #2: Errores fatales.

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Para cumplir con su meta debían cruzar un valle con la única ayuda de lo que ellos mismos y la naturaleza brindaban. Para cruzar el valle debían sobrevivir a la intemperie por lo que podían llegar a ser meses. Para sobrevivir a la intemperie debían construir refugios para pasar las noches. Y para construir refugios primero debían hallar el sitio ideal para su edificación.

Junto a una mujer de pinta salvaje por el tiempo que llevaba viviendo en el lugar y otro chico, los dos hermanos inspeccionaban un espacio que parecía perfecto para descansar. Tenían que asegurarse de que no era un peligro permanecer en ese sitio durante incluso unos días si resultaba ser una buena fuente de alimentos y agua. Después de un tiempo inmensurable, habían llegado a la conclusión de que las condiciones eran idóneas.

Como de costumbre, empezaron a buscar los materiales de inmediato para tener todo listo cuando el cielo fuese estrellado. Caminaban rumbo al claro para comprobar que aún era temprano en el momento que el menor del grupo gritó y se adelantó.

—¡No! ¡No, no, no, no! ¡¿Por qué?!

—¡Cole, ¿qué te sucede?! —En cambio, los demás frenaron en seco por la confusión que les causó el arrebato del joven. No recibieron respuesta alguna, por lo que caminaron un poco más rápido.

—¡Vete de aquí! —Escucharon de repente.

—¿Qué mierda...? —susurró su hermano mientras aceleró algo más—. ¡Cole, ¿a quién le hablas?!

—¡Ah, maldita sea! —refunfuñó—. ¡Este maldito oso nos va a arruinar todo!

—¡¿Oso?! —exclamaron los otros tres entre sorpresa y miedo.

—Está loco, va a terminar muerto si...

—¡Oh, Dios! ¡No! —Las vociferaciones enfurecidas se transformaron en ruegos espantados—. ¡Mierda, mierda, mierda...! —Su última sílaba fue prolongada por un baladro que no demoró en surtir efecto.

—¡Cole! —Sin pensarlo ni media vez, su hermano mayor aprovechó que sus compañeros estaban paralizados por el horror para arrebatarle la lanza de las manos a la líder del equipo.

—¡Gregory, ¿qué haces?! —Reaccionó al vacío en su agarre.

—¡¿Tú qué crees, Tairi?! ¡No dejaré a mi hermano así! —Corrió hacia su objetivo, pero fue detenido por los otros dos—. ¡Suéltenme!

—¡Greg, cálmate! —Tairi exigió bajo el forcejeo del hombre por escapar—. ¡Sólo mira la situación y te darás cuenta!

Y era cierto, cualquiera que atestiguase tal escena saldría huyendo. El oso atacaba a un Cole indefenso mucho más pequeño que él sin ninguna clase de misericordia. Los alaridos del que ya contaba con muchas heridas en su piel eran incesantes y que apenas lograse separarse del suelo era un milagro, además de una señal de que no había caso, algo que su hermano se negaba a entender.

—¡Me doy cuenta de que debo rescatarlo ya! —Bregó aun más fuerte.

—Greg, será peor si lo intentas. Por más que logres ahuyentar al oso, Cole estará demasiado malherido como para seguir aquí...

—¡Cállate! —interrumpió el razonamiento de Tairi—. ¡Lo voy a salvar, no me puedo quedar de brazos cruzados viendo cómo matan a mi hermano frente a mis propios ojos! ¡Por favor!

—Sólo lograrás que se vayan los dos al otro mundo con eso.

—¡¿Por qué crees que robé tu lanza?! ¡Tengo un plan, maldita sea! —Un codazo bien dirigido a la mandíbula del otro chico bastó para obtener la libertad de movimiento que requería para también deshacerse de ella. Nada ni nadie iba a aprisionarlo.

—¡Greg! —llamó una última vez antes de que se alejara a paso veloz. Tairi llevó sus manos a la cabeza—. Ese idiota va a terminar muerto por su propia culpa.

Pocos metros lo separaban del acto violento. Tenía un plan, había dicho, mas la verdad era que lo único concreto en su mente era empalar al oso; cómo lo haría, eso era un tema turbio aún. La adrenalina lo cegó de la cantidad de sangre que bañaba a Cole y lo volvió sordo de su voz que cada segundo era más débil. Analizó sus opciones: acercarse y apuñalarlo no era muy inteligente porque era posible que en una de esas le diera un golpe con sus patas y lo noquease. Lanzar el arma era lo preferible, pero no era muy experto en esas cosas. ¿Y si por error atravesaba a su hermano? No se arriesgaría a acabar siendo él su asesino.

El pánico le ganó durante los segundos que su imaginación quedó hecha una maraña de incoherencias. Sin embargo, el temerario regresó cuando levantó ambos brazos y clamó:

—¡Hey, oso! ¡Aquí tienes algo muchísimo mejor! —Gregory no se conformó con eso. Comenzó a hacer todo tipo de sonidos que creía que captarían la atención del animal.

No hizo falta mucho desgaste de cuerdas vocales, el oso volteó a su dirección y dejó en paz a Cole. Ni siquiera ese instante de silencio le permitió oírlo o detallarlo.

—¿Gregor? Gracias, pero... no.

—¡Eso es, ven conmigo! —Prosiguió por sobre los murmullos deleznables.

Moviéndose y siendo ruidoso como un enajenado, Gregory consiguió lo que deseaba. El oso estaba dirigiéndose directo a él, preparado para atacarlo de igual manera. Él sonrió por estar a un paso de cumplir su objetivo, no había modo de fallar con una trayectoria tan recta como esa. Sin acomodarse demasiado, asestó la lanza al pecho de la bestia en lo que supuso que sería su victoria.

No obstante, no tomó en cuenta el desplazamiento, pues el arma sólo tropezó con su pata derecha antes de ser desviada al pasto sin ocasionar daño alguno.

—Por Dios, no... ¿Cómo...? —Fue lo único que alcanzó a bisbisear en estado de negación e inmóvil ante la imagen de un oso furioso corriendo hacia él.

Los roles fueron invertidos; quien moriría primero resultó ser quien observó cómo el otro cayó de un zarpazo en el cuello.

—¡Gregor...! —Hubiese gritado de no haber perdido tanta energía—. Lo siento, lo siento... —lloriqueó con su cabeza descendiendo poco a poco a la tierra. Ya ni siquiera sabía por qué temblaba. Miedo, culpa, rabia, dolor, debilidad, impotencia, tristeza: ninguna era relevante ya. Su mente estaba llena de arrepentimientos, su imprudencia los había llevado a la perdición.

Él sólo quiso ser el salvador por una vez, pero todo lo que obtuvo fue el sacrificio en vano de su eterno protector y su propia derrota definitiva. Con eso como su última idea, Cole se despidió con una mirada perdida repleta de remordimiento.

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Si se preguntan qué fue lo último que escribí en el 2015 y lo primero del 2016, fue esto. Literalmente, comencé en las últimas horas del 31 y como algo antes de la una de la madrugada del primero continué XP

Todos lo llamaban de manera distinta, pero su nombre era Gregory ;D

Quienes leen El valle de los lobos sabrán que esto es como un flashback de la historia que contó Tairi en el segundo capítulo. Los que leen Mientras estemos juntos probablemente sintieron algo, no fue cosa de su imaginación, lo he hecho a propósito e.e

Hasta ahora he escrito aleatoriedades relacionadas con mis novelas, advierto que habrá más porque me gusta esto como el lugar de los capítulos ocultos (? Pero sí habrá historias independientes. ¡Hasta la próxima!


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