Presagio de servidumbre

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-Esta misma noche-dijo Diego para salir del paso ¿ Estamos de acuerdo, Verena?

-Sí, claro-respondió Verena para sacarse de encima las ansiosas miradas que Diego y su madre le estaban echando encima.

Así lo hicieron y quedaron instalados en su nueva habitación, y pasaron sus primeros días en aquella casa de forma idílica, y en medio de pósteres y libros consumaron su unión, cantaron para divertirse, se bañaron juntos -cosa que ya no pudieron hacer después cuando Anastasia empezó a requerirlos para todo- y, sobre todo se tomaron fotos besándose, incluso Verena posó para una foto donde estaba desnuda, con un sombrero cónico puesto sobre su cabeza, sonriente y blandiendo un sable curvo ante el ojo de la cámara.

-Me gusta tomarte fotos en blanco y negro, te dan un aire de chica de otra época más exótica que ésta-dijo Diego mirando cómo había quedado la foto que acababa de tomar.

-Gracias Diego. Nunca me habían dicho nada tan agradable como eso. Te quiero-respondió Verena ofreciendo sus labios a la avidez amorosa de su compañero de cama.

Diego la besó, puso la cámara en automático y obtuvo más fotografías de ellos besándose apasionadamente en la boca.

-No es que me importe demasiado, pero me da curiosidad saber para qué has tomado tantas fotos nuestras haciendo eso.

-¿ Haciendo qué?-interrogó Diego poniendo una cara de yo no fui que podía mover la compasión, a la risa o a la ira según las circunstancias.

-Por favor no te hagas el desentendido conmigo, ¡ sabes a qué me refiero!-exclamo Verena un poco contrariado por la supuesta ignorancia que Diego estaba demostrando en esos momentos.

-Son para enseñárselas a mi madre, quiero que vea como tú y yo somos felices, y la pasamos bien juntos haciendo las cosas que nos gustan-argumentó Diego pensando que sus palabras podrían aplacar la suspicacia de Verena, pero ella no quedó satisfecha con ese modo de poner las cosas, y contraatacó.

- No me gustaría usar la palabra "espionaje", pero me parece que estás haciendo precisamente eso-tronó Verena mientras su cara adquiría un aspecto de una persona malgeniada.

Diego masculló algo entre dientes, que podía tomarse como un insulto o una interjección, pero no respondió abiertamente al cuestionamiento de su chica, y dijo en tono conciliador.

- Te aseguro que mis intenciones no van por ahí ¿ Qué te parece si mejor nos vamos a dormir y nos olvidamos de este asunto?, y eso fue precisamente lo que hicieron.

Al día siguiente, Diego y Verena se fueron a trabajar, se despidieron con efusividad de Mustafá y Gang respectivamente. Diego ingresó al cuarto de su madre y le encomendó que supervisara detenidamente el trabajo de esos hombres, Anastasia prometió cumplir con sus instrucciones y solo les pidió que no regresaran demasiado tarde, pues los animales no le parecían una compañía adecuada para todo el día.

-Te dejo dinero para que compres un almuerzo en el restaurante de la esquina. Lo pides llamando al número que está en la carpeta de contactos.

-¿ Cómo van las cosas con la chica?-inquirió Anastasia hablando en voz baja.

-Toda va bien mamá, pero te pediría que no la acoses tanto con que se ponga a cocinar para ti. Las cosas se darán poco a poco, quizá más pronto de lo que tú y yo nos lo imaginamos.

-Eso espero-manifestó Anastasia con voz esperanzada mirando cada uno de los iconos que representaban a las fuerzas conocidas como los Poderes del Cielo.

-Por otro lado, no te olvides de prender las velas de colores a los Poderes del Cielo que lograron curarte. A ellos les debemos tu salud, no olvides mostrarte agradecida a su bondad.

1.La ciudad del LaberintoWhere stories live. Discover now