Interludio con el Patriarca

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Verena y Derian se encontraban ante el Patriarca, de pie en medio de un corredor que daba hacia un patio amplio donde se hallaba estacionado el imponente carro de combate dentro del cual habían arribado a Santuario.

Goliat estaba quieto, tan quieto como cuando Verena lo halló en el Cementerio de Tanques, pero rodeado por un enjambre de Ojos que enviaban datos sobre su estructura y sistemas de armas hacia una consola portátil que Elnor, el Patriarca del Laberinto, sostenía con sus pequeñas manos.

Gang seguía con curiosidad el ir y venir de aquellos Ojos sobre la imponente máquina de combate, y se imaginó que si el investigado fuera él habría abatido a esas molestas cosas a base de zarpazos.

Por su parte, Verena y Derián observaban atentamente el rostro del Patriarca pues de su decisión dependía el futuro inmediato de ambos, aunque, a decir verdad, el más preocupado de los dos era Derian, pues de él había sido el autor de la iniciativa de entregarle el tanque a los orbitales que custodiaban el Laberinto; podía suceder que cualquiera de los Ojos hallara alguna deficiencia en aquella máquina de guerra, acarreándoles un destino menos favorable del que había imaginado cuando animo a Verena a refugiarse en el Santuario; en cambio Verena no abrigaba tantas expectativas al respecto, y sinceramente le daba igual estar o no estar en el Santuario, siempre y cuando su libertad de acción no resultase constreñida por costumbres y reglamentos estúpidos impuestos por gentes también estúpidas, después de todo Santuario podía ser una experiencia deliciosa en cuanto a descubrimientos personales si no intervenían estas limitaciones.

La consola seguía ofreciendo una cascada de imágenes, características técnicas, diagramas 3-D al Patriarca que recibía esta información con esmero, sin pasar nada por alto, y controlando de tal modo su lenguaje facial para que aquellos "exteriores" no advirtiesen que le habían puesto en las manos uno de los mejores tanques que habían salido de las mesas de dibujo del enemigo, cuyos cerebros pese a estar perdiendo la guerra seguían produciendo cosas geniales que podía a llegar a ser temibles y efectivas si llegaban a desplegarse sobre el campo de batalla, pero todas esas cosas eran asuntos que no eran de la incumbencia de los exteriores ahí presentes, esperando el permiso para instalarse en el mundo llamado Santuario, esperando la recompensa como un par de perros de Pavlov, condicionados para salivar sin haber visto lo que iban a recibir a cambio. O al menos eso era lo que el Patriarca suponía desde la altura de su condición.

Los Ojos terminaron su inspección y dijeron que el tanque era bueno, en realidad excelente, la mejor presa que jamás hubiese caído en manos de los orbitales durante aquella guerra fría que venían librando contra los remanentes de la Milicia, pero llegaría el momento en que el conflicto se tornaría "caliente" , y habría que estar preparado para eso.

Elnor entregó la consola a un acolito, y volvió su mirada hacia el hombre y la mujer que habían traído una presa tan magnifica, reprimiendo sus deseos de felicitarles, pues no convenía fraternizar demasiado con los exteriores que venían a acogerse a la jurisdicción del Santuario, después de todo su condición de "candidatos " les dejaba totalmente a merced de su magnanimidad para con ellos. La pregunta que Elnor se hacía a sí mismo era si debería ser generoso o mezquino, pero decidió que lo mejor sería interrogarlos un poco para saber más sobre ellos.

— ¡ Candidatos al Santuario! ¿ A que os dedicabais cuando moraban allá en las Tierras Malditas?— dijo el Patriarca en un tono de voz intimidatorio, pensado para generar desconcierto entre sus interlocutores.

La pregunta era como una pelota de fuego que alguno de los dos, Verena o Derian, estaban en obligación de responder, pues el silencio jamás sería una respuesta aceptable para el Patriarca, Derian abrió los labios para responder pero se calló cuando vio que Verena le echaba una mirada glacial que le exigía no tomar la voz cantante, y Gang reforzó la decisión de su ama emitiendo una serie de gruñidos amenazadores que terminaron de disuadirlo.

1.La ciudad del LaberintoWhere stories live. Discover now