Presagio de servidumbre

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De este modo Anastasia recibió a Verena en su casa, demostrándole al principio esa cordialidad que suele darse a un nuevo miembro de su familia, que para más señas venía nada más y nada menos que en calidad de nuera.

Recalcamos, al comienzo, el desprendimiento y la generosidad de Anastasia para con la pareja de su hijo alcanzó cotas asombrosas, como puede colegirse de la siguiente conversación de sobremesa.

- Dieguito, tu chica y tu necesitan una habitación más grande para que puedan poner todas sus cosas que tienen y las seguramente comprarán después. ¿ Qué les parece si me pasó al cuarto que ahora ocupan los dos, ustedes se pasan al mío? Yo no necesito una habitación tan grande, es demasiado cuarto para mí y para el televisor que me acompaña.

-¿ Harías eso por nosotros, señora?-exclamó Verena un tanto asombrada y mirando a Diego el cual seguía metiéndose la comida en la boca sin prestar mucha atención a la conversación

-Por supuesto, pero ustedes mismos tendrían que pasar sus cosas al cuarto que le voy a dar, y ayudarme a trasladar las mías. A menos que quieran alquilar uno de esos extravagantes robots que te ayudaron a hacer la mudanza.

-¿ Qué dices Diego?-le interrogó Verena mirándole con una expresión de ansiedad en el rostro.

-Todo lo que diga mi madre está bien para mí, pero creo que nosotros mismos pasaremos las cosas. Ando un poco ajustado de dinero, y no puedo permitirme pagar una UCM-2. Tenemos que darle prioridad a la compra de víveres, y prepararnos para el asedio.

-He escuchado en el noticiero que el Santuario ha creado nuevos impuestos para financiar el esfuerzo de guerra-intervino Verena.

-En efecto, a partir de este momento pagaremos unos cuantos centavos por abrir una puerta, por usar el inodoro, por tomar una ducha, inclusive para ver la televisión. Es una medida extrema pero necesaria. Ahora mi trabajo consiste en difundir mensajes para instar a los protegidos a aceptar estas medidas, sin causar disturbios.

- De todos modos, no existe otra alternativa más que acatar las disposiciones del Protector, el que se oponga será expulsado sin miramientos del Santuario-acotó Verena.

- Les aviso que dentro de un día o dos vendrán los técnicos para hacer las modificaciones del caso en la casa que ocupamos-dijo Diego mirando a su madre y a Verena.

-Por favor hijo, no hables de la guerra aquí. Me enferma recordar lo que tuvimos que pasar cuando vivíamos fuera del Santuario.-comentó Anastasia haciendo un gesto de desagrado-y añadió- Lo que me preocupa es que vas a tener que dejarme una provisión de calderilla para pagar cada hora de televisión que veo.

- No te preocupes por ese detalle mamá , te pido disculpas por haberte molestado de ese modo, no era mi intención perturbarte- replicó su hijo mirando cómo la guarnición de arroz iba disminuyendo conforme iba metiendo la cuchara dentro de aquella masa blanquecina de granos aglomerados.

- Tienes buena sazón para cocinar-dijo Diego pensando adular a Verena.

-Lo mismo digo- comentó Anastasia esbozando una sonrisa de compromiso-Ojalá pudieras cocinar más seguido para nosotros.

-Me halagan sus comentarios, pero mi trabajo en el Consultorio del Patriarca solo me deja libre el último día de la semana para dedicarlo a la cocina.

-Sea como fuere, me gustaría que pudieras dedicarle más tiempo a la cocina. Los bistecs te salen deliciosos, me gustan como los preparas jugosos y con esas guarniciones de papa gruesa

-¿ Cuándo podemos empezar a pasar nuestras cosas?-replicó Verena cambiando de tema aunque en realidad estaba pensando cómo era posible que Anastasia consumiera tanta carne si apenas tenía dientes para masticarla, pero pensó que deberían quedarle suficientes molares en las encías para que masticar ese alimento no fuera un proceso doloroso para aquella estrafalaria vieja.

1.La ciudad del LaberintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora