Interludio con el Patriarca

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—Derian y yo somos espadachines, y muy buenos dicho sea de paso— dijo Verena haciéndose un poco de propaganda.

La mención del arte de la esgrima trajo a la mente del Patriarca la imagen de un duelo entre el varón y la fémina para dirimir cuál de los dos merecía convertirse en un protegido del Santuario, pero si bien aquella posible ordalía le agradaba por lo que tenía de vistosa , ofrecía el inconveniente de no resultar justa para ninguno de los dos, pues ambos habían llegado tripulando aquel magnifico carro de combate, así que la imaginación del Patriarca modificó un poco aquella idea, pues tampoco quería renunciar a la cuota de espectáculo y diversión que le brindaría ser testigo de un duelo de esgrima.

—Me tenéis que demostrar con hechos esa condición muchacha. ¿ Te atreverías a luchar en un duelo a muerte con otro exiliado también espadachín?. Porque debéis saber que a las Puertas del Santuario llegan muchos como vosotros, pareciera ser que los exteriores aman combatir por sobre todas la cosas.

—¿ Por qué tendría que hacer tal cosa?—preguntó Verena con un tono de voz desafiante, e ignorando por completo el mordaz comentario del Patriarca pues no sentía que la tocaba en lo más mínimo.

— Si tu compañero y vos queréis ser ciudadanos de Santuario debéis acatar mis reglas—respondió el Patriarca con firmeza.

Verena entendió que la pregunta del Patriarca era meramente retórica y que negarse a luchar no era una opción a considerar, la cuestión era decidir quién de los dos asumiría el reto de combatir contra el espadachín que el capricho del Patriarca les ponía en frente; recordó que Derian había rendido bien en el combate de resultado incruento que habían librado cuando se conocieron, así que decidir asumir para sí la responsabilidad de demostrar su competencia con las armas blancas.

—Muy bien—repuso Verena sonriendo— Acepto el duelo en nombre mío y de mi compañero aquí presente. ¿ Qué pasara si mato a vuestro campeón?

— Sois bastante optimista, y eso me alegra mucho—replicó el Patriarca con diplomacia, y agregó contestando a la pregunta de Verena— Si matáis a mi espadachín las puertas del Santuario estarán a abiertas para vos y tu acompañante, en caso contrario tu acompañante tendrá un viaje de regreso hacia la nada y vos seréis cremada y vuestras cenizas arrojadas al viento como premio a vuestro heroísmo.

Verena meneó la cabeza de un lado a otro como si tomara con ironía las palabras que el Patriarca acababa de pronunciar, luego se volvió y encaró a Derian.

—Tú no me dijiste nada acerca de luchar contra alguien. Hablaste como si ingresar al Santuario fuese cosa segura por el hecho de entregarles a Goliat. Existe una gran diferencia entre lo que me contaste y lo que está ocurriendo que podría llamarte mentiroso.

— Sé razonable Verena, no podía saberlo. La mente de ese orbital es un libro cerrado para mí, además me parece que está obrando solo por capricho y que quiere divertirse con nosotros—replicó Derian un tanto contrariado por el reclamo de Verena.

—Sea como fuese, el caso es que tendré que matar a alguien para hacernos un sitio dentro de ese Santuario del que me hablaste.

—¿ Y tanto te molesta matar a alguien?, exclamó Derian con cierta sorpresa en el tono de su voz.

—Lo tomó deportivamente, lo que me disgusta realmente es no conocer a mi oponente. Presiento que ese enano es una criatura tortuosa, y que no es de fiar.

Derian ya no contestó porque no quería que su amiga gastase sus palabras en una charla que podía considerarse intrascendente, pues el Patriarca estaba esperando una respuesta, y después de todo no les quedaba mejor opción que acatar su caprichosa voluntad, pues siempre quedaba abierta la posibilidad de salir airosos del lance que se avecinaba.

1.La ciudad del LaberintoWhere stories live. Discover now