INTRODUCCIÓN

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"Teníamos tanto en común: yo lo amaba y él se amaba así mismo".

Shelley Winters

PLANTADA, PERO CON LOS OJOS ABIERTOS 

Permítanme un momento para explicar por qué escribí este libro.
Todo empezó en febrero de 1993, con mi artículo "Ponte en contacto con la Cabrona que llevas dentro", publicado en Hysteria, una revista de humor para mujeres.
La revista se público, una personalidad en medio de las comunicaciones vio el artículo y me llamó para que diera una entrevista en la radio, y de repente, fui considerada como la experta en la Cabrona que llevamos dentro.
Pues bien, lo soy. Pero antes de que ella se convirtiera en el objeto de mi especialización, era experta en lindura tóxica. Desde el día de mi nacimiento e entrenaron en los pormenores de la lindura. La primera frase que mi madre de dirigía siempre era: "Elizabeth, compórtate".
Y lo intenté. De verdad. Procure ser un parangón de la amabilidad: una Melanie Wilkes, una Beth de Mujercitas (¿o era Amy?), una Nancy Drew.
Memoricé los nombres de la familia más tóxica, los Lindos: Actuar, Hablar, Sentarse, Pensar e, incluso, Vestir.
Hablar lindo fue difícil. Intenté mantener un volumen de voz bajo y bien modulado. Cuando eso no funcionó, subí subí el tono de mi voz una octava, lo que obligó a susurrar. Yo creía que sonaba dulce; todos los demás, que tenían laringitis.
Vestir Lindo casi me hace perder la razón.
Vestir Lindo, cuando lo que yo quería era usar blusas cortas. ¡Escotes! ¡Ropa entallada!
Pero, al final, fue el viejo Actuar Lindo el más tóxico de los Lindo para mí. Simplemente, no podía hacerlo. Reía ruidosamente; decía lo que pasaba por mi mente. Cuando era adolescente, mis amigas solían decirme: "¡Deja de hacer el ridículo!"
Si era necesario guardar una discreción extrema, me daban un codazo y siseaban, "¡Liiiiiiz!"
En privado me moría de risa al recordar la historia de mi última conducta inconcebible.
Además, todas sabíamos la verdad: eran las cabronas quienes obtenían lo mejor. Digo, Scarlett O'Hara era la estrella de la película, ¿no es cierto?
Y ella obtuvo resultados. Melanie pudo haberse quedado con Ashley, ¿pero quién quería a Ashley?
Cualquiera con un poco de visión podía ver que Ashley era... Ashley.
Pero los parámetros de la lindura permanecieron frente a mí hasta que ESO sucedió. El incidente que al fin me hizo ver que la lindura podia ser tóxica.

El MOMENTO DE LA VERDAD

El suceso tuvo que ver con un hombre. En mi caso la frase puede completarse si al final añadimos "por supuesto". Contar eso me resulta muy embarazoso, pero sé que debo hacerlo. He aquí lo que aconteció: me dejaron plantada.
Sí. Me quedé sentada en mi sala un sábado por la noche, después de haberme probado y quitado cinco conjuntos diferentes (y fabulosos).
Llamé a su casa. Me respondió la contestadora. Dejé un mensaje: "Hola, son casi las 9:00. Se te ha de haber hecho tarde. Nos vemos aquí. " 9:15, 9:45. Subí a mi cuarto a las 10:30, me quité el maquillaje y me metí en la cama, donde di la vuelta y pasé de la preocupación al enojo, y otra vez a la preocupación durante toda la noche.
Al día siguiente llamó con un pretexto muy poco convincente. "Me comprendes, ¿verdad?"
Por supuesto. Comprendía totalmente. Pero, aun así, lo perdoné porque era lindo y de verdad me gustaba. Y porque a nadie le gustan las cabronas. ¿Cómo podría una chica linda como yo permanecer enojada? Me pidió otra oportunidad y se la di.
Imaginan bien, sucedió de nuevo. ¡Y esta vez! ¡exploté! Enfurecida, llamé para maldecir y despotricar en su contestadora hasta que se cortó la llamada. Después volví a marcar para gritar un poco más. Al final, agotada, el viejo entrenamiento hizo su aparición. "Lo siento, pero estoy herida", susurré con voz áspera por teléfono. "Por favor, llámame."
¿Vieron eso? ¿Vieron lo que hice? Ni yo misma puedo creerlo. ¡Pedí perdón! ¡Le dije a su contestadora que estaba herida! No estaba herida, ¡estaba furiosa! Pero, ¿saben?, él era lindo, y pensé que, quizá, podría ser que me gustara de verdad, y él jamás me trataría tan mal si supiera qué tan linda chica era yo.
A la cuenta de tres: ¡Sí, cómo no!
¡Sí! Y cuando me di cuenta de lo que había hecho, en el acto decidí que era tiempo de abandonar la lindura tóxica. Era tiempo de emular a las perfectas cabronas del mundo. Tomaría una página de su libro, como mi madre solía decir.
Pero no había tal libro.
Hasta ahora.

Manual de la Perfecta CabronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora