❄ Preludio ❄

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-Tu plan -soltó Seymour, y Abner lo miró con curiosidad, distraído-. Tu plan -repitió-, dijiste que fue nuestro. Tu plan, el cual fracasó. Y tu mismo plan, el que funcionó para los malditos Hijos de Ignis.

-No teníamos forma de saber... -vaciló, y luego frunció el ceño viendo hacia abajo- Yo mismo ofrecí intervenir a mi hijo en la misión, Seymour -lo miró-. Era el indicado para hacerlo, y tenía que ser mi hijo -remarcó-. Lo tengo bajo vigilancia constante; me dice todo lo que hace, ve y escucha, y siempre me ha obedecido al pie de la palabra. Yo podía custodiarlo cada día y darle las órdenes necesarias.

-No sé ni me interesa qué tan bueno fue tu hijo en la misión -resopló-. Lo conozco desde niño y sé que es uno de los Hijos de Hawa más capaces que ha habido en el Círculo, pero lo que importa es que no pudo cumplir.

Volvió sus piernas a su lugar, sólo para acomodarlas y cruzarlas para el lado contrario. Lo miró con ojos sombríos.

-Fénix Elmend -dijo-. ¿Te suena?

Abner parpadeó dos veces.

-El ignisio que ha tratado de escapar del Gremio, al menos siete veces.

-El ignisio que fue elegido para llevar a cabo la misma tarea a la cual tu hijo fue asignado -corrigió-. El ignisio que logró convencer a la única Hija de Gea existente de que vaya de su lado, de que se una al Gremio.

-No lo entiendo -admitió Abner-. Ese muchacho ha estado en contra del Gremio desde siempre. ¿Por qué habría de ayudarlos? ¿Por obligación?

-Ese muchacho no habría de seguir ninguna regla o petición del Gremio ni aunque lo molaran a palos y lo tiraran en la Antártida -se llevó los nudillos a la barbilla-. Fue por algo a cambio. Una promesa. Y el simple hecho de que lo reconozcas por haber intentado escaparse incontables veces del Gremio ya me da una idea sólida de lo que fue.

Abner suspiró mientras cruzaba ambos brazos sobre el escritorio.

-Sinceramente, no creo que le hayan otorgado la libertad -argumentó-. Es muy peligroso para tenerlo en su contra y fuera de vigilancia, y muy valioso para dejarlo ir.

-Creo que te estás perdiendo el punto realmente importante, Abner -respondió-: que lo más valioso, realmente, es contar con un Hijo de Gea de tu lado. Nada más.

El hombre de cabellos tan claros como las canas asintió.

-Desde que pudimos descubrirla he pensado en eso.

-Entonces te darás cuenta de lo que hay que ser capaces de perder por contar con su apoyo -Seymour meneó la cabeza con desaprobación-. Y ya lo hemos perdido...

Abner deslizó lentamente la mano por la parte inferior de su escritorio, y con un solo movimiento de dedos, oprimió un botón que se hallaba casi escondido por completo.

-Están creciendo -farfulló Seymour mientras veía de nuevo los cuadros en las paredes, todavía con los nudillos en la barbilla-. La cantidad de ignisios, está creciendo. Los presiento. Cada partícula del ambiente me lo confirma.

-No he notado un calor especialmente diferente que valga la pena cuestionar.

-No, porque es casi insignificante -murmuró-. Pero yo sí lo noto.

-El Círculo de Cinerio siempre ha sido más grande que el de Auferte -afirmó-. Creo que sólo estás notando esa ausencia porque has llegado a esta ciudad.

-Los Hijos de Hawa y de Ignis en Auferte siempre han sido bastante parejos.

Y aquello era cierto. La ciudad de Auferte era especialmente templada, y por ello tanto ignisios como hawas trataban de mantenerse allí, logrando, al mismo tiempo, un mayor equilibrio entre calidez y frío con respecto al clima.

-¿Estás diciendo que cada vez hay más Hijos de Ignis aquí? -preguntó Abner, tratando de ocultar su incredulidad- ¿Piensas que llegarán a ganarnos en número?

-Eso es exactamente lo que creo -respondió-, aunque a un plazo largo. Prepárate para que dentro de diez años Auferte sea turísticamente famosa por sus hermosas playas y su clima cálido y veraniego.

Abner miró de un lado para otro, aunque disimulándolo un poco, procesando información en su mente.

Después de unos diez segundos, alguien llamó a la puerta. Ambos hombres dirigieron sus miradas hacia el sonido, cuando Abner dio el permiso. La puerta se abrió lenta y tímidamente, al igual que cuando Seymour apareció en la oficina, y entonces la misma empleada llegó, acompañada por alguien más.

El joven de cabellos dorados entró en la habitación, con una extraña mezcla de familiaridad y cierta incomodidad.

-¿Interrumpo?

Habría preguntado «¿Me has llamado?» dirigiéndose hacia su padre, pero sabía con claridad que el llamado que éste le hacía mediante los botones secretos de su escritorio eran justamente para eso: ser secretos y privados. Y tenía muy en claro que no debía desobedecerle.

-Para nada -intervino Seymour, antes de que Abner pudiera decir lo mismo-. De hecho, quería hablarle de algo importante a tu padre, y tal vez tú necesites de escucharlo también. Llegará el día en que posiblemente tú tengas que ocupar su trono.

Sonrió con cierto tono bromista, y el apuesto y joven muchacho también elevó una comisura de sus labios para seguirle la corriente. En realidad, se encontraba preguntándose si irían a regañarlo, a culparlo, a decirle que lo arruinó todo, que fracasó con cualquier esperanza que había con contar con un Hijo de Gea respaldando y apoyando al Círculo y a la comunidad de los Hijos de Hawa.

Abner también se mostró un poco sorprendido, pues no tenía ni idea de que Seymour llegara a tener algo tan importante para decirle. Le dirigió un gesto a la empleada para que se marchara y cerrara la puerta tras ella.

-Hemos estado charlándolo con mis hombres en Cinerio -continuó Seymour-, desde hace ya un largo tiempo, pero decidimos que recién ahora es el momento oportuno.

El hijo de Abner frunció el entrecejo, mientras su padre se decidía por mantener un aspecto inexpresivo.

El líder del Círculo de Cinerio se encorvó para sacarse algo del bolsillo extrayendo con delicadeza un pequeño papel enrollado. «Una carta», dedujo Abner. Era igual a la que le habían enviado hace no mucho, y entonces supo de que evidentemente se trataba de algo muy importante.

Por alguna inexplicable razón, Seymour extendió el brazo y le dirigió la carta al joven muchacho. Asombrado, él recibió el pequeño papel y se dispuso a leerlo, luego de intercambiar una corta mirada con su padre.

La tomó con ambas manos y, al leerla completa, la dejó caer por entre los dedos con desconcierto y asombro, hasta que la carta se desplomó en el suelo.

***

¡Bienvenidos!

Espero que les guste esta nueva entrega, que para mi parecer es más fuerte que la primera y lleva más sorpresas. ¡Muchas gracias como siempre! Nos leemos, ¡saludos!

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Hawa: Debemos salir a flote | #2 |Onde histórias criam vida. Descubra agora