Lucas se rió y volvió a darle un beso en la mejilla y le acarició el vientre con cariño, para luego alejarse de ahí junto a sus hijos. Solo Hund se quedó con Erica, ese animal que caminaba de un lado a otro, desesperado por entrar al mausoleo. Parecía incluso regañarla por la tardanza, así que Erica le sonrió y se agachó un poco para acariciarle la cabeza, con cariño. Aún llevaba en su cuello el pañuelo que debieron atarle para que no se dejara morir, ese que tenía el aroma de su amo. Ahora ya no lo necesitaba, Hund había encontrado otra forma de seguir adelante, la misma que ayudó a Erica a salir adelante: esa pequeña niña con los mismos ojos que su padre.

Le costó levantarse del suelo debido a su vientre de seis meses de embarazo que ya se estaba volviendo un problema debido al peso. Eso era lo que quería contarle a Jack, era una noticia que sabía lo haría muy feliz. Debía decirle que, pese a todo el dolor en su alma, pese a amarlo con profundidad y extrañado cada día, había aprendido a sobrellevar su pérdida y había logrado, con esfuerzo, seguir adelante.

Ambos, Erica y Hund, ingresaron en el mausoleo, donde se ubicaban tres ataúdes, Kasch, Valeria y Jack Wolff. Un cuadro del casamiento de Kasch y Valeria se notaba en un mueblecito, resaltando su amor y belleza, y a su lado, una foto del Loco, una que le había tomado ella misma, donde él sonreía ampliamente con mucha felicidad.

Erica comenzó a sentir la angustia acumularse en su garganta, sentía que sus piernas se aflojaban de a poco, amenazando con hacerla caer. Sintió que todo le daba vueltas, así que se aferró al ataúd del Loco. La madera brillante que lo cubría, y apoyó su frente en ella, comenzando a llorar. No importaba cuántos años pasaran, el dolor seguía siendo el mismo, no había desaparecido, solo había aprendido a convivir con ello.

—Dijiste que estarías conmigo para siempre... —susurró entre lágrimas.

Hund se sentó a su lado, recostado en el suelo lo más pegado posible a la base donde se encontraba su amo. No quería apartarse de ahí, y él también comenzó a aullar, llorando por la falta de su mejor amigo, su padre, su hermano. Temblaba y aullaba con dolor, como un alarido de animal solitario que estaba llegando a su final, pero él no estaba muriendo, solo sufría la falta de alguien que amaba.

Erica golpeó la madera del ataúd, su garganta ardía por los gemidos de dolor que liberaba, sus ojos escocían por las lágrimas que no cesaban de caer, y respirar parecía una misión imposible, el aire no llegaba a sus pulmones. Sus palabras eran casi inentendibles, solo Hund parecía entenderla, porque se apoyó contra ella como si quisiera reconfortarla, y ella obedeció a su llamado y se agachó en el suelo para abrazarlo. Solo ellos dos se comprendían a la perfección, se apoyaban y se sentían ahí. No necesitaron ser de la misma raza ni hablar el mismo idioma, ellos se comprendían y se necesitaban para seguir adelante. Ambos eran lo más importante en la vida del Loco, y ambos protegían del otro por el mismo motivo.

—Te tengo una noticia —dijo Erica con un sollozo y una sonrisa, mientras secaba sus lágrimas—. Ya sabés que me casé con Lucas, te lo conté hace tiempo, pero... ahora estamos esperando nuestro propio bebé, una nena también. Sé que te haría feliz saber esto. Aún... aún nos cuesta seguir, a veces tenemos pesadillas, a veces él debe consolarme a mí, a veces yo debo consolarlo a él, pero siempre estamos juntos apoyando al otro. Lucas... se ganó mi amor con el tiempo. Sé que vos querías que estuviéramos juntos, pero Jack, querido Jack, lamento romperte el corazón. No me casé con él por pedido tuyo —dijo con una risita y secó sus lágrimas—. Me enamoré de él, de la forma en que ama a Sveta, de la forma en que ama a Jackie, de su risa, sus chistes tontos, de todo él.

Se quedó en silencio por un instante y se acarició el vientre, los nervios le habían endurecido la panza por una contracción, por lo que respiró hondo para tratar de tranquilizarse.

—Una vez te dije que quería tener muchos hijos, y parece que lo estoy logrando —dijo con una sonrisa triste y se mordió los labios—. Te extraño cada día, Jack, cada maldito día.

Volvió a quedarse en silencio, respiró hondo para tratar de mantenerse tranquila y no afectar a su embarazo.

—Aunque no lo creas, Nahuel no mira con asco a nuestra hija, aunque evita el contacto físico lo más que puede —se rió—, lo cual es difícil porque Sve es muy inquieta y traviesa y se lanza sobre él cada vez que lo ve. Él... la quiere mucho, Jack, en verdad la quiere mucho y dice... Él dice que se parece mucho a vos cuando te vio por primera vez.

Se mordió los labios y luego volvió a reírse con lágrimas en los ojos.

—Ya no vemos mucho a Tahi tampoco, no desde que Jack le partió el labio por defender a Sveta —Miró a Hund a su lado, él también parecía divertido por la situación—. Ellos son libres, Jack, y son felices. Les voy a enseñar a defenderse, pero no son ni serán nunca asesinos, nadie los persigue, ellos son libres de verdad, y eso, todo eso, es gracias a vos.

En un movimiento rozó su cartera de tela y una canción comenzó a sonar en el reproductor de Jackie, Erica lo tomó enseguida con su rostro consternado, con sus ojos llenos de lágrimas y una triste sonrisa.

—«Muéstrame cómo es ser el último en mantenerse de pie, enséñame la diferencia entre el bien y el mal, y te demostraré lo que puedo ser... dilo por mí, dímelo, y dejaré ésta vida atrás. Dime que vale la pena salvarme...» —susurró Erica con esa sonrisa triste, con sus lágrimas que recorrían sus mejillas—. Sí valía la pena salvarte, lo valía...

El sonido que hizo Hund la hizo volver a la realidad. Aunque deseaba quedarse ahí por siempre sabía que no podía hacerlo, tenía una familia, una hermosa familia y una vida que vivir, tenía mucho por hacer. Era la profesora de danzas de su propia academia, la cual había abierto para cumplir sus sueños. La abrió un día muy especial: el aniversario de casamiento con Jack.

—Cumplí mi trato con Vanyusha hace tiempo, ya no hago más trabajos como barrendera tampoco, aunque... —torció sus labios en un gesto divertido—. A veces trozo algún que otro pollo, eso te debe divertir bastante.

Salió del mausoleo sintiendo un intenso dolor en su cabeza y vientre, era una mezcla de emociones que a veces la hacían desear volver al vacío, pero esa mezcla, esa tristeza y felicidad a la vez, le demostraban que estaba viva.

Fue en busca de Lucas, a quien le había escrito que ya estaba lista para regresar a la casa. Dejó ir un suspiro al ver ese mausoleo por última vez antes e irse.

—Vamos, Hund, tenemos que ir a casa...

Pero se quedó allí, mirando esa puerta negra, a la espera de algo.

—Te amo, Jack...

No sabía por qué se sentía tan feliz, quizá porque luego de tanto dolor, luego de una vida difícil, por fin conseguía algo de paz. La libertad que consiguió, la gente que perdió, la vida de acción que no quiere olvidar pero tampoco revivir, agradecía todo, porque si no hubiese sido por Gretchen, si no hubiese sido por D.E.A.T.H., ella no habría conocido a ninguna de esas personas que tanto amaba.

Con su libertad, consiguió la vida y la libertad de muchas personas. Aún ambos, Lucas y Erica, entrenaban a escondidas por miedo a venganzas de pasados enemigos, pero nada sucedió jamás. Eran solo los temores que los volvieron cautelosos.

¿Qué era la libertad? Se preguntaban a veces. La libertad era soñar, soñar sin miedo a morir, soñar sin ser juzgado. La libertad era vivir, y ambos podían vivir y soñar, y todo eso gracias a Jack Wolff, «el Loco».

Y aunque sabía que la tratarían de loca, ella estaba segura e que él la escuchaba, que él estaba ahí, que siempre estaba ahí con ella, por eso, con todo su amor, con su bella libertad tan merecida, en el asiento de ese auto junto a Lucas, miró por la ventana hacia el cielo y, con una sonrisa, susurró:

—Gracias, Jack...


FIN

Mörder [ COMPLETA ]Where stories live. Discover now