Capítulo 23

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El lugar en penumbras es totalmente intimidante. Mi piel está erizada y no sé si se debe al frío o al miedo que se apodera de mi cuerpo. Pronto reconozco el sitio en el que me encuentro, ¿Cómo es posible que esté de nuevo en el lugar dónde me mantuvieron secuestrada? ¿Por qué sigo aquí?. Mi corazón late frenéticamente cuando no logro encontrar una salida.

En una esquina lejana, comienza a visualizarse la figura de un hombre. Se encuentra de espaldas con la frente pegada a la pared. Al acercarme la imagen se torna escalofriante, pero luego de un momento esa figura me resulta conocida. La altura, confección y sus hombros anchos son características completamente conocidas para mí.

- ¿David?. - Dije casi susurrando.

Pero continuó de espaldas sin emitir palabra, como si no me hubiese escuchado.

- David... - Lo llamé.

Él ladeó su cabeza a un lado y logré ver el perfil de su rostro. Es él, no existe duda alguna de ello. Sin pensarlo dos veces, corrí hacia David y me aferré a su cuerpo, rodeándolo por la cintura. Con mi cabeza pegada a su pecho, suspiré aliviada de haberlo hallado en este horrible lugar. No deseaba estar sola.

- ¿Creíste que podías escapar de mí?. - Preguntó.

Mi pulso se disparó y la respiración se cortó de golpe cuando escuché la voz siniestra e inconfundible de Viktor. Al alzar la vista para buscar el rostro de David, lo que hallé me paralizó.

No es David el hombre al cual estoy abrazando, es Viktor Sarkozy, el demente y psicópata secuestrador.

- ¡No me toques!. - Grité desesperada cuando me tomó por el cuello y me estampó contra la pared.

Su mirada siniestra y su sonrisa diabólica, me enferman. Mis pies han sido despegados del piso y lucho intensamente por respirar. Sus manos aprietan ferozmente mi cuello, amenazando con estrangularme.

- Su...él...tame. - A penas y logro articular.

Pero él no cede y mi lucha por zafarme y poder respirar se prolonga. La desesperación incrementa con cada segundo que transcurre.

- Eileen... - Escuché a lo lejos.

- Eileen, despierta. - Escuché más claramente. Era David.

Al abrir los ojos lo primero que observo, es a una mujer morena que no reconozco. Me sujetó el brazo y me introdujo la aguja de la jeringa en la piel.

- Era solo una pesadilla. - Me dijo la mujer mientras vaciaba el líquido de la jeringa en el brazo. - Esto te hará sentir mucho mejor. - Indicó.

- ¡NO!. - Grité. - ¡Otra vez no!.

No podía estar sucediéndome nuevamente. La última vez que fui inyectada a la fuerza, desperté amordazada, dos días después en un horrible lugar.

- Eileen, mírame. Estoy aquí contigo. - Dijo David.

Sostuvo mi rostro y me observó fijamente a los ojos. Detecto la angustia en su mirada. Luce alarmado.

- No dejes que me seden. - Le supliqué. - No quiero volver a dormir.

- ¿Eso es necesario?. - Le preguntó a la mujer con bata blanca.

Ella asintió y él me miró con tristeza. Todo comenzaba a tornarse borroso, incluso el rostro lleno de preocupación de David. Pronto me sentí sumamente cansada y con sueño.

- Lo siento. - Me dijo.

Los párpados de mis ojos descendieron sin poder evitarlo.

- Le coloqué un calmante, eso la hará descansar. - Escuché que habló la mujer.

BELLA TRAICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora