Capítulo 4.

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Amanda Turner

El ruido del timbre fue lo que me despertó aquella mañana de domingo.

— ¿Se puede saber quién es tan temprano? —gruñó mi hermano desde su habitación.

En vista de que nadie parecía estar dispuesto a levantarse y descubrir a la persona que se atrevía a llamar al timbre a las nueve de la mañana un domingo, me bajé de la cama y fui a abrir.

— ¡Buenos días! —dijo prácticamente gritando.

—Gin, ¿qué haces aquí?

—Soy tu profe, ¿recuerdas?

—Estás como una cabra —comenté—. Mi hermano te va a matar.

— ¡Sobreviviré! —exclamó riendo— ¿No me invitas a pasar? He traído algo de desayunar —hizo un pequeña pausa—. De Starbucks.

— ¿Starbucks? Pasa, pasa.

—Interesada —murmuró al pasar por mi lado.

Estuvimos toda la mañana en mi habitación, "instruyéndome" sobre la vida de aquellos cinco chicos. Hoy, concretamente, sobre el pequeño: Harry Styles.

Como después de comer no tenía nada que hacer y, además, ya no estaba castigada, decidí llamar a Eli y ver si podía quedar, teníamos una charla pendiente. Quedamos sobre las seis de la tarde en el parque donde mi hermano, Josh y ella solían estar con el skate, así que me puse unos vaqueros y una camiseta de manga corta ya que hacía buen tiempo y, tras coger el móvil y algo de dinero, salí de casa. Al llegar, la vi sentada en el banco de siempre, con el skate en sus pies. Me acerqué por detrás.

— ¡Bu! —la asusté.

—Que idiota eres —dijo y reí. Me senté a su lado.

— ¿Qué tal estás querida Eli? —le pregunté.

—Pues antes de que me asustaras, genial —contestó sacándome la lengua.

Estuvimos un rato hablando, hasta que decidí sacar el tema: me había dicho que había tenido problemas durante los dos últimos años y quería saber qué le había sucedido.

—Bueno, creo que tienes algo más que contarme, ¿no? —dije y ella suspiró.

—Mis padres se separaron —empezó a hablar— hace ya más de un año —la abracé de lado, frotando su brazo en un gesto tranquilizador—. Fue porque mi madre encontró un rastro de pintalabios en una de sus camisas un día. Estuvo investigando a mi padre durante meses hasta que al final confirmó sus sospechas al pillarle con otra entrando en uno de los hoteles del centro. Le echó de casa al instante, pero unos días después decidió perdonarle. Todo iba bien hasta que de nuevo, le encontró con otra mujer distinta. Esa vez fue la definitiva. Empezaron con el papeleo del divorcio y ha sido complicado: no se ponían de acuerdo en nada. Por suerte, cuando todo se solucionó, yo había cumplido ya la mayoría de edad y decidí quedarme con mi madre en casa. Pero vamos, que es como si viviera sola. Ella no levanta cabeza, no tiene ganas de nada y yo ya no sé qué hacer para animarla —la abracé lo más fuerte que pude. Tuvo que haber sido muy duro para ella.

Después de aquello, cambiamos de tema, pero había algo que me decía que el divorcio de sus padres no había sido solamente el problema que había tenido. Tenía el presentimiento de que había algo más que no quería contarme. Volví a casa para cenar. Al terminar de ayudar a mi madre a recoger las cosas, subí a mi habitación, pero antes de entrar, pensé en preguntarle a mi hermano sobre Elizabeth. Él tenía que saber algo. Toqué dos veces con los nudillos en la puerta.

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