Qué confuso se siente todo alrededor cuando aparece aquel prototipo de chico perfecto, aquel que te hace sentir vulnerable cuando, sin tener idea de ello, toma el control de tu corazón.
Esa era yo, indefensa en medio de un torbellino de sensaciones...
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Un cuestionamiento fácil he de hacerme antes de pensar en la idea de tomar una decisión. ¿Me permitiría vivir con ello el resto de mi vida?
No lo sabía con certeza.
Es confuso cuando tu alrededor se convierte en la amenaza despiadada de sensaciones involuntarias que hacen énfasis en tu interior cuando encuentras al prototipo perfecto, ese prototipo que pintan en las películas, cautivándote con suspiros ocasionados por cada vez que el galán protagonista hacía alguna movida en honor a su enamorada.
Y allí estaba, con un huracán en mi estómago que amenazaba cada espacio de mi interior por crecer hasta apoderarse completamente de mí, convirtiéndome en el vulnerable personaje que caía a los pies de su destino.
Era partidaria de que el amor verdadero existía, pero a veces llega de una manera tan inesperadamente cruel. Y me preguntaba una vez más: ¿valía la pena?
Aunque tal cuestionamiento ya resultaba ser inútil cuando cada célula de mi cuerpo iba a ritmo con él, cuya existencia ante razonables seres que éramos no debía existir, pero la vida se encargaba de hacer jugadas que nos juntaban, perdiéndonos en el destino.
