Capítulo 3:

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Abro los ojos y me encuentro en una cálida choza que me parece familiar....

Despierto en una cama suave por primera vez en muchos años. La sábanas huelen a flores primaverales...La habitación es pequeña, pero está muy limpia y ordenada, hay una chimenea que calienta el lugar, y varias estanterías con muchos libros...Es la choza de la abuela. Y de la nada, la veo ahí, mirándome con el mismo intenso cariño con el que siempre me miró cuando era una pequeña y seria Aida.

 Y de la nada, la veo ahí, mirándome con el mismo intenso cariño con el que siempre me miró cuando era una pequeña y seria Aida

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 Su mirada es cálida, pero ¡jamás me esperé que lo fuese tanto! El verla ahí, mirándome, me duele intensamente. Me arde tanto que siento que mi pecho está a punto de estallar...

Pero esto no puede estar siendo real...la abuela murió hace muchos años, y todo por culpa de mi arrogancia....

Siento como las lágrimas se me suben a los ojos. Me acerco hacia ella rápidamente. Incluso si es un sueño, yo daría cualquier cosa por volver a hablar con ella otra vez. Así podría disculparme por no haberla escuchado...

-¿Por fin despierta?-su voz es tan dulce y amable que me hiere.

-Despierta? Yo...yo no recuerdo....

-Vienen por ti, Aida. Ellos saben que estás viva.

-¿Q..?

Siento como mis entrañas se estremecen de puro horror.

Esas fueron exactamente las mismas palabras que la abuela me había dicho ese día...

Espera...esto se siente....acaso...¿Estoy reviviendo ese día?

La choza, el estofado de la abuela, la abuela misma....todo está exactamente igual que aquel día...

De pronto unos fuertes golpes tocan la puerta. Son tan perfectamente equilibrados....toc, toc.... son golpes seguros y pesados....tan pesados que sé que en cualquier momento la derribarán...Toc, toc, toc....¡Son ellos, lo sé! Vienen por mí...¡Toc, toc, toc! El volver a oírlos hace que me tiemblen las rodillas al punto de caer sobre ellas...

¡No puedo defenderme! ¡¡No puedo!! Ni puedo...defender a la abuela.

De pronto siento cómo me levantan. Me sacuden, me zarandean...Es la abuela.

-¡Aida! ¡¡Aida, reacciona!!

Veo a la abuela que me aprieta los brazos con fuerza.

-Corre, Aida...y no mires atrás.

-No creo que ella tenga a dónde correr.

Toda una escolta de nobles ha entrado en la choza de la abuela.

Es La Orden de Plata. 

Entre los impasibles e intimidantes hombres surge un chico.

-Por favor, no desperdicien mi tiempo.

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