C-33: Dios Hostigador

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"Se puede confiar en las malas personas, no cambian jamás."  William Faulkner

Tanteo el suelo y lo único que siento debajo de mis manos es césped húmedo y frío. Los rayos del sol palpitan con fervor sobre mis mejillas, el viento caliente llena mis pulmones y me prococa toz. La piel de mis labios está seca y apenas logro remojarla con saliva. Vuelvo a hacer presión con mis puños y de nuevo no siento el estuche de cuchillos conmigo, decido incorporarme a medias para poder observar un luminoso ambiente arbolado a mi alrededor.

A unos diez metros de mí se encuentra mi máscara intacta en un puro gris bajo la luz solar y con la mirada en mi dirección, como si estuviera vigilándome. Decido levantarme y recogerla, porque probablemente estaré solo aquí pero el hecho de pensar que alguien haya visto mi cara mientras estaba inconsciente y tratar de que eso no suceda mientras esté despierto me pone en alerta.

Siento casi todo mi cuerpo sudado, tengo la camisa pegada a mi pecho y espalda, observo el lado opuesto a la zona arbolada y hallo una casa de madera degastada y con moho en los rincones. En las tres ventanas inferiores incluyendo la de la puerta se logra distinguir una luz blanca parpadeante. Me acerco de manera sigilosa para que no me vean mientras intento descubrir de dónde proviene esa luz.

Sobre la puerta de entreada se encuentra tirante una fina y oxidada cadena de cobre de la cual se sostienen siete pequeñas campanas de diferentes tamaños y en ambas puntas se hallan los cuerpos degollados de dos muñecas de telas. Una suave brisa sacude las campanillas y éstas apenas emiten sonido alguno.

Alcanzo a escuchar varios pasos apresurados como si se tratara de niños jugando pero sin embargo no se oyen voces, solamente el tintineo distante y casi nulo. La alerta se encarga sw llegar a la punta de cada nervio de mi cuerpo al pisar el primer escalón que me aproxima a la entrada. De repente un grito implora auxilio y quiero correr hasta su origen pero mi cuerpo se queda inmóvil de inmediato, controlado por la tensión, intentando descifrar el movimiento correctyo antes de ingresar a esta casa descuidada pero no abandonada en lo absoluto.

El alboroto va disminuyendo su volumen a medida que avanzo sobre la escalera y mis pisadas hacen crujir la madera. La luz parpadeante se detiene y todo permanece en plena oscurida y silencio ante mi llegada. Decido colocarme la máscara para ocultar mi identidad y evitar que me asesinen. Muy bajo, apenas sobrepasando el sonido de las campanas, se oye una radio siendo sintonizada a unos pocos metros desde el otro lado de la puerta. No sé si entrar directamente o pedir permiso para hacerlo.

Aunque, ¿en qué momento de mi vida he hecho algo agradable?

A falta de armas debo usar mi ingenio, el cual momentáneamente se encuentra debilitado por la desorientación que presiona mis neuronas. Me coloco a un lado de la puerta antes de realizar un doble golpeteo con el puño. La radio sigue escuchándose baja y mis nudillos parecen un trueno a comparación.

No me atrevo a hablar, ni a mover un sólo músculo, a nada en absoluto. Estoy descalzo, cansado, transpirado y completamente desorientado, ni siquiera mi inteligencia es capaz de derrivar todas esas desventajas. Me encuentro obstaculizado por el recuerdo de Pam gritando su verdedero nombre: Pauline.

—Pauline. —Murmuro para mí. Sé que significa algo, que está vinculado conmigo, lo siento en mi interior pero no lo recuerdo en absoluto.

—¿Quién es? —Grita un hombre con voz ronca que no tarda en toser.— Trataré de ponerle el seguro a mi escopeta solamente si responde.

—Mi nombre es... —Respiro con pesadez, no sé qué responder. ¿Verdad o mentira?— G... Gympie. —Termino pronunciando. Miento y no me hace sentir mal.

—¿Y cómo demonios se supone que eso sea un nombre? —Pregunta en voz alta, como si estuviera hablando solo.— ¡Pasa muchacho, te oigo cansado! —Dice al fin, pero no deposito mi confianza en sus palabras porque él dijo que trataría de usar el seguro en su arma, pero nunca dijo que no dispararía.

Normales [Completa y En Papel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora