Epílogo

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Esta mañana abrí el buzón y había una caja lo suficientemente grande como para caber ahí, la observé un poco, la enviaron desde Miami. La llevé a casa para poder abrirla.

― Leah, ¿Podrías ayudarme a abrir esto?

-― ¿Qué es? ―preguntó, irritándome.

―  Aún no lo sé.

Coloqué el rectángulo café en el centro de mesa. Leah trajo un cuchillo hasta el sofá, corté la cinta con cuidado y separé las alas de cartón. Dentro había un cuaderno azul, un sobre y una fotografía.

Leah, que miraba el interior con interés, tomó la foto y leyó lo que decía detrás.

― Daniel & Christina Lee Miller. Mellizos nacidos el 19/02/2012. Hijos de Mathew Lee & Daniela Miller ―se llevó una mano a la boca como lo hacía siempre que se sorprendía― Dean, esto significa que ya somos abuelos.

Giró el pedazo de papel y apreció a los bebés vestidos de azul y rosa respectivamente, noté como una lágrima bajó por su mejilla antes de mirar hacia abajo y  tomar el sobre.

Tenía un aspecto elegante y detalles muy bien cuidados, lo abrí y leí en voz alta.

― Queridos Dean y Leah Miller. Están invitados a la boda de Aaron White y Ariana Miller que se llevará a cabo en Miami, Florida en el hotel Eden Roc. Se espera con ansia su asistencia para celebrar este especial acontecimiento. ―finalizó la invitación oficial, pero abajo continuaban palabras escritas con tinta y linda caligrafía― Queridos padres, no sé si vendrán hasta este lugar para estar en mi boda después de todo, pero siguen siendo mis padres y  seguimos siendo una familia. Los ama, su hija Ariana.

Leah comenzó a llorar lo más silenciosamente que pudo. Dejé la invitación en la mesa e intenté contener mi frustración llevándome las manos temblorosas a la cara. 

― Fuiste tú quien rompió esta familia ―dije en un susurro.

― Sabes que eso no es cierto.

― ¡Cállate mujer! ―grité y me levanté del sofá.

Se tensó notablemente, pero volví a sentarme para revisar el cuaderno azul. Lo tomé y comencé a leer.

― ¿Pueden jugar un juego de mesa conmigo? ―textos cortos, casi notas. Rápidos pero dolorosos.

Leí más de la mitad y Leah continuó cuando yo no pude.

― Y espero que todos logren ser igual de felices que yo ―dijo con un hilo de voz, quebrada.

El arrepentimiento me carcomía, no era la primera vez que lo sentía, pero si era la primera vez que no buscaba justificaciones para lo que hice.

Tal vez no era su culpa. Solo, tal vez.

¿Desde cuándo escribía eso? ¿Cuándo lo hacía? ¿Por qué no nos dimos cuenta?

Me tomé mi tiempo. Leah pedía perdón al aire, supongo que creía que así nos admitirían en el cielo, perdía su tiempo.

Suspiré y tomé mi celular, temblando, herido, con el semblante y el rostro visiblemente afligidos. Me costó marcar el número  de Ariana, mi mano temblaba y tenía que controlar mi orgullo para que no me echara hacía atrás.

Daniela nos lo había dado desde hace ya un tiempo, haciéndome prometer que la llamaría algún día, ¿quién diría que sería para esto?

Maldita sea, no contestaba, pero si esperaba solo volvería a ser el imbécil de siempre buscando una justificación. Dejé un mensaje en el buzón.

― Hola hija, Ari ¿Recuerdas esta voz? Es la voz de tu padre, no sé porque me enviaste el cuaderno pero ―no pude seguir, mi garganta quemaba con cada sílaba.

― Ariana, perdónanos por favor ―dijo Leah, que en algún momento se sentó a mi lado.

― Nos equivocamos. Nos equivocamos contigo, con Daniela y con todo ―espeté con las primeras lágrimas que soltaba en mucho tiempo.

― Fue un error hacer todo eso.

A este punto, Leah y yo estábamos llorando, inconsolables y sin voz y fuerzas suficientes para pronunciar la disculpa apropiada.

― Solo recuerda que te amamos ―dijimos casi al mismo tiempo y corté el mensaje.

Nos abrazamos unos minutos, los suficientes para que un mensaje hiciera vibrar mi celular.

Le ha llegado un mensaje de Ariana Miller.

"Yo también los amo".

Queridos padres.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant