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Capítulo 9: Paintball

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 —¿Paintball?

—Exacto, Paintball, bebé. —Sonrió West, mirando el campo como si fuese un niño a punto de ser soltado en un local de Chuck E' Cheese.

—Ni de coña. —Negué con la cabeza, dando un paso atrás—. Sabes que apesto en esto.

Había tenido más de una mala experiencia en este juego en el pasado. Con tan solo decirles que ni siquiera terminaba de pisar el campo cuando ya estaba siendo eliminada. Además, no contaba ni con la más mínima puntería.

—Tranquila, te enseñaré a jugar, no te preocupes —me aseguró, extendiendo su brazo en un apretón de hombros y dejando un sorpresivo beso sobre mi cabello—. Buscaré mi reservación para comenzar.

¿Qué rayos había sido ese gesto? ¿Reservación? ¿Acaso sabía que iba a venir con él? ¿Por qué se estaba comportando tan extraño conmigo? Me encontraba consciente de que a pesar de que él era el más cariñoso de los tres, esto era otro nivel de confianza que me estaba comenzando a asustar.

Esperé por él, viéndolo a lo lejos hablar con la chica tras el mostrador, siendo carismático como siempre. Sentía este escenario tan diferente a la última vez que estuvimos aquí. Caí en cuenta de que todo era diferente ahora, diferente en el sentido en que ya esos momentos antes de que este alocado verano pasara, esos momentos ya no regresarían. No después esa noche en la fiesta. West había dejado muy claro que ya no sería parte de los chicos.

Y ahora entendía que estaba siendo tratada como a una chica y no sabía si me terminaría de acostumbrar nunca a todo esto.

En mi vida había pensado antes en West como un chico-chico, es decir, en un sentido romántico o algo parecido. En parte por el asunto de Becka y también porque el tema de las citas para mí nunca había estado sobre la mesa. Antes del verano, estaba cómoda con ser parte de la pandilla e ignorar todo lo demás, pero al parecer mis hormonas eran las únicas saboteadoras aquí.

—¿Lista? —Di un respingo al darme cuenta de que West ya estaba frente a mí.

—Dije que no quería jugar. —Me crucé de brazos, irritada.

—Está bien —respondió él en tono despreocupado. Segundos después, sentí cómo sus brazos me alzaban y me cargaban sobre su hombro.

¡Cómo odiaba cuando hacía eso!

—¡Maldita sea, bájame! —le grité, dándole golpes en su espalda.

Él parecía tan cómodo, tan relajado, como si estuviese cargando con una simple almohada. Estúpida fuerza de jugador de fútbol.

—Me veré obligado a ponerte el traje yo mismo si sigues resistiéndote. Bueno, técnicamente no obligado, porque sería bastante agradable tener que hacerlo, pero tú me entiendes —añadió divertido. Casi podía ver su cara de satisfacción a pesar de que en ese momento todo lo que veía era una espalda.

Dejé de luchar, reflexionando al respecto. Sabía que él era capaz de hacer eso y más.

Resoplé con frustración.

—Está bien, mierda, jugaré contigo. Ahora bájame —acepté.

Supe por cómo su espalda se sacudía que estaba riéndose de mí.

—Me encanta saber tus debilidades, Carter, es divertido verte toda nerviosa —admitió, dejándome de nuevo en tierra firme.

¿Qué coño le pasaba?

—Iré a buscar mi traje para cambiarme. Te veo en el campo. —Me apresuré a decir mientras lo esquivaba, ya que no quería que viera el efecto que estaba causando en mí.

Luego de difícilmente colocarme el traje de paintball, salí a regañadientes de los vestidores y me dirigí hacia el campo. No había rastros de West por ninguna parte y sabiendo cómo era de sigiloso, podía sorprenderme en cualquier momento.

—Primer consejo —El aliento de West sobre mi oído hizo que me dieran ganas de huir lo antes posible de la situación.

¿Cuándo dejaría de hacer eso?

—Siempre mantente alerta. —Él seguía con su boca pegada a mi oído, haciéndome cosquillas con sus labios—. Toma tu pistola y ten cuidado porque está cargada.

Aclaré la garganta mientras recobraba la compostura, dándome la vuelta hacia él para tomar mi arma.

—Hora del juego. —Me miró con travesura para luego tomarme de la mano y arrastrarme con él.

Después de estar alrededor de dos horas bajo las indicaciones y consejos sabios de West, me sentí a gusto estando con él, solo jugando, tonteando y bromeando. Nos divertimos mucho al momento de la enseñanza; incluso, casi nos tratábamos como solíamos hacerlo. Casi era normal de nuevo.

Pero ahora la cosa se había puesto seria, ya que jugaríamos un uno a uno antes de irnos y ya yo me sentía como una completa veterana.

Estaba lista para patear su culo de jugador.

—¡Que gane el mejor! —gritó West desde alguna parte del campo.

Ya nos encontrábamos escondidos.

Solté una carcajada mientras me movía hacia otro escondite rápidamente, tenía que estar alerta y ser sigilosa para que no me encontrara tan fácilmente.

Tuvimos unos treinta minutos moviéndonos de lugares, sin querer atacar al otro aún. Podía escuchar sus pasos acercarse y eso era mi alarma para huir hacia otro sitio. Me divertía ser tan ingeniosa, todos esos trucos los había aprendido en menos de dos horas. Él había sido un buen profesor.

—Bien, es hora de la guerra. —Escuché a West exclamar desde un gran terreno en medio del campo—. Sal y arreglemos esto para irnos. Tu hermano ya debería haber terminado su asunto y no quiero escuchar su furia.

Joder, me había olvidado de Chase.

Siendo honesta, quería ganar y demostrarle a West que había aprendido rápido, tanto que lo había logrado derrotar. Mi malicia fue más rápida que mi sentido común y lo apunté con la pistola desde donde me encontraba. Tenía una clara vista de él de pie, mirando a los lados, en busca de mí.

Sonreí, emocionada.

Jalé el gatillo con mi dedo y al disparar la bolita de pintura, no estaba preparada para el impacto, así que terminé cayéndome de culo en la grama.

Me levanté, triunfante, esperando ver el resultado de mi victoria y por un momento, entré en pánico al ver a West tumbado en el suelo, sin moverse.

¿Acaso le había disparado donde no debía? Porque habían pasado varios segundos y realmente la caída no me había permitido ver en qué parte de su cuerpo terminó la pintura. Él seguía sin moverse.

—¡Mierda, West! —expresé, quitándome la máscara mientras corría hacía él—. ¿Estás bien?

Estaba muerta de preocupación.

Le quité su máscara llena de pintura roja para inspeccionar su estado. Él se encontraba con los ojos cerrados y expresión neutra. ¿Se había desmayado?

Oh Dios, no.

Me acerqué a él para verificar si estaba en lo cierto, y cuando estuve lo suficientemente cerca de su rostro, comenzó a despertar.

Su movimiento me tomó por sorpresa. Me traté de separar de él para darle espacio y aire por si lo necesitaba. Sin embargo, antes de que pudiera alejarme lo suficiente, me tomó del cuello y me detuvo, irguiéndose lentamente, sin apartar sus ojos de mí.

—Así que te gusta jugar sucio, ¿no? —susurró, bajando su vista hacia mis labios y volviendo de nuevo a mis ojos.

Esto me comenzaba a poner nerviosa.

Una sonrisa se curvó en sus labios, una perversa que no trataba de ocultar lo que estaba a punto de hacer.

—Bueno, eso te costará.

Y segundos después, sus labios ya estaban tocando los míos.

She is One of the Boys [Versión borrador] [Disponible En Papel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora