Quinto minuto

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Un día alguien me dijo que llorar es malo, que saca a relucir tu debilidad frente a los demás, frente a gente capaz de esconder sus lágrimas para que ningún espectador tentado a observarle sea capaz de provocarle daño alguno. Creando así una barrera propia mediante el simple gesto de levantar unos labios pintados de falsa esperanza.

Yo, incrédulo y ante el miedo de ser herido, me lo creí tal y como me lo contaron. Esforzándome siempre por evitar que alguien me viera hacerlo, aunque muy pocas veces alcancé a conseguirlo.
Llorar era algo que me estaba prohibido esconder. Quizá porque aprendí que emborracharse de las propias lágrimas era algo que llegaba a carcomernos por dentro, a tal punto, que la única solución era lidiar con ellas; o quizá, y más simple, porque era una persona demasiado sensible. Quién sabe.

Lo que nunca supe es que llorar era una de las cosas más hermosas que he podido y puedo sentir, sobre todo, cuando la razón por la cual se hace es llamada felicidad.

Y sé eso ya que hoy soy el hombre más feliz del mundo. Siento que todo me sonríe y todo es gracias a una personita de pelo castaño a la que hoy damos la bienvenida.

Creo que no he llorado más en toda mi vida, lo sé, soy un flojo de atención, pero que le vamos a hacer. Las personas aparentemente duras suelen ser las de corazón más blando. Pero ya no me molesta hacerlo.

Entro a la blanca habitación y la veo, a la mujer más bella que he podido conocer y que en su día me pidió un trago de una bebida ya olvidada.

Nos enamoramos entre risas y más llantos que nos hicieron depender el uno del otro.
A día de hoy, no queda nada de esa niña de aquella fiesta, ya es toda una mujer, al igual que yo ya soy todo un hombre. Crecimos juntos a través de las mismas experiencias, las cuales compartimos sin ningún pudor.
Hemos hecho tantas cosas juntos, que ningún libro sería capaz de relatarlo todo. Ella es todo lo que me ha faltado desde aquel día en que un hueco vacío quedó en mí cuando mi madre se fue. Me quiso a pesar de ser débil, a pesar de no ser todo lo que ella necesitaba, a pesar de no estar a su altura.

Pero ella es mi vida y sé, sin duda, que yo también soy la suya.

Así que me acerco a ella y, sin poder evitarlo, la beso, simplemente, por todo lo que ha hecho por mí.

Sé que algún día llegaré a corregir todos esos fallos míos.

Y tras ésto, por fin la veo, a la cosa más maravillosa que el mundo ha podido crear. Y tengo el orgullo, el gran honor, de ser su papá.

Tiene sus ojitos abiertos de par en par mirándome con curiosidad y me aventuro a cogerla. Pero ella comienza a llorar, algo que me causa gracia porque ya se parece en algo a su padre.

Sin pensarlo, comienzo a cantar la canción de cuna que mi madre me solía dedicar de pequeño, mientras la mezo despacio entre mis brazos.

—Vamos, también hay que acostumbrarse a papi —le digo en un susurro interrumpiendo la melodía.

Parece que me entiende cuando para y me regala una de sus primeras sonrisas mientras noto como su manita coge mi pulgar y, debido a ello, me vuelvo a emocionar.

Decidido, nunca dejaré que caigas.

Ahora serás mi pequeña superheroína  y yo tu protector.

Te lo prometo.

Como ya sabréis, de pequeño siempre pensé que mi madre era una superheroína. Ahora que he madurado, solo me ha quedado claro que nunca estuve equivocado.

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¡Hola! ¿Qué tal? ¡Feliz Navidad y feliz Año Nuevo! 🎊
Espero que disfrutéis mucho estas fiestas y que os haya gustado el capítulo 😊.

Muchas gracias por seguir ahí ❤️.

💁🏻 ¡Hasta el año que viene!

Nos leemos,
                         Alicia 💃🏽

Siete minutos y medioWhere stories live. Discover now