—¿Directio- qué?

—Chicas que pretenden ser directioners, pero no quieren a los cinco por igual —expliqué brevemente—. El caso es que faltaba una semana y seguía sin saber con quién ir, así que pensé que sería buena idea que me acompañaras tú, que para eso eres mi mejor amiga y mi proyecto de directioner.

—Estás loca —dijo riendo.

—Sí, sí, lo que tú digas. Te apuesto lo que quieras a que después de lo que vas a vivir en un par de horas, los adorarás tanto como yo.


Amanda Turner

A medida que el tiempo pasaba y se acercaba la hora de ir a conocer a esos cinco chicos, Gin se ponía más histérica.

—Respira, por favor. No quiero que acabemos hoy en el hospital —pedí divertida. Me hizo caso y me miró sonriendo. Una señorita vino a avisarnos de que en unos minutos nos encontraríamos con ellos.

—De acuerdo, el pequeño Pussy Cat es mío, dejo que te guste cualquiera de los otros cuatro—dijo seriamente. La miré raro. ¿Pussy Cat? ¿Qué era eso? ¿Por qué mi mejor amiga hablaba raro?—. No me mires así, hablo del chico de pelo rizado con ojos verdes impresionantes.

—Ese soy yo, sí —dijo alguien de manera pausada, con una voz algo ronca a nuestras espaldas. 3, 2, 1...

—¡AAAAH! ¡HAZZA! —Ella se lanzó, literalmente, a abrazarle. Él rió por la situación y yo también. Unos segundos después, empezaron a entrar más chicos—¡NIALLER! —gritó repitiendo la misma operación, esta vez con un chico rubio— ¡DADDY! ¡BAD BOY! —ahora abrazaba a la vez a un chico moreno con el flequillo hacia arriba y a uno castaño.

—¿Tú no gritas? —me preguntó el que ella había llamado Bad Boy, mientras se deshacía el abrazo.

—No soy fan—sonreí tímidamente.

—¿Dónde está Lou? —habló Gin, esta vez sin gritar. Gracias a Dios.

—Buscando a Kevin —le respondió el rubio y todos rieron. ¿Kevin? ¿No eran cinco? Si mis cuentas no fallaban, solo faltaba uno.

—Siento llegar tarde—dijo otro muchacho entrando en la sala. Inmediatamente mi amiga le recibió con otro abrazo. Este también era castaño, con el pelo revuelto— Vaya recibimiento—comentó sonriendo. Espera un momento, a este lo conozco yo. Y al parecer, él también me reconocía.

—¡Tú! —exclamamos los dos a la vez, mirándonos.

—¿Os conocéis? —dijo el otro castaño.

—¿Ya se te ha pasado el cabreo del otro día? —me preguntó con un tono burlón.

—¿Y tú has aprendido a aparcar? —le imité.

—Me parece que no fue un encuentro precisamente bonito —comentó el rubio.

—No es mi culpa que vuestro amigo no sepa cuando entra su coche en un sitio o no.

—Uuuh—dijeron los demás y el aludido me miró con cara de pocos amigos.

—Bueno, vale ya—habló de nuevo el del pelo castaño, poniendo orden—Aún no nos habéis dicho vuestros nombres.

—Amanda—me presenté.

—Ginger, pero para vosotros soy Gin.

—¡Es la hora de las fotos!—dijo entusiasmado el rubio.

—Venga, os las hago yo.

Cogí la cámara de Gin y les hice unas cuantas fotos bastante divertidas. En una salía ella en medio de los cinco, otra en la que dos besaban sus mejillas y otra en la que la cogían en brazos. En la última, me puse yo también, entre el rubio y el moreno.

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