Capitulo 45

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"Egoísta"

  Desperté de una pesadilla terrible. Tomé una bocanada de aire en cuanto  desperté y sentí algo que invadía mis fosas nasales. Escuché el pitido  de alguna alarma o algo por el estilo y comencé a alarmarme. Solté un  quejido después de sentir un dolor tremendo en mi cabeza. Cerré los ojos  y me quedé inmóvil. Moví mi mano para llevarla a mi cabeza y me topé  con un tubo enterrado en mi piel. Sí, no había duda... No había sido  una pesadilla, todo había sido real.

– ¿Qué demonios? – susurré con voz rasposa.

Intenté ver mis pies pero los cubrían varias cobijas.

– Hola, ______. Soy Joselyn, tu doctora.

– ¿Qué hago aquí? – pregunté casi contestándome yo sola.

  – Sufriste de una violación. No hubo contacto genital pero sí hubo  contacto con los dedos del hombre que quiso violarte. Él ya está en  contacto con oficiales de la policía y hay unos cuantos fuera que  quieren tomar tu testimonio, pero antes de eso quiero revisar tus  heridas tanto genitales como de la cabeza, si no te importa – habló. La  voz de Joselyn me tranquilizaba en una escala grandísima, sentía como si  mi madre estuviera hablándome.

Era pelirroja, de una esencia  magnífica. Llevaba puestas unas gafas y su cuerpo era cubierto por una  bata blanca como todos los doctores que conocía.

– ¿Es necesario?

– No han pasado 24 horas aún desde el accidente y queremos ver si hay heridas internas en tus...

– Sht – la callé. – Solo hágalo.

  – Okey... Voy a subir tus piernas a estas manijas y examinaré allí  dentro, ¿está bien? Si sientes alguna molestia cuando esté examinando,  házmelo saber.

Asentí con la cabeza y colaboré lo más que pude.  Ella metió un tipo de instrumento por mis paredes vaginales y de vez en  cuando hacía gestos que no mostraban nada bueno.

– ______, ¿recuerdas algo de ayer? – preguntó Joselyn aún examinándome.

– Sí, todo.

  – ¿Recuerdas si este hombre tuvo contacto sexual contigo? Es decir,  ¿recuerdas si metió su pene en tu vagina? – preguntó algo preocupada.

– No, no que yo lo recuerde, ¿pasa algo malo? – pregunté algo preocupada.

– Tienes una dilatación algo grande para que solo hubiese metido un dedo. ¿Recuerdas cuantos dedos te metió, dulzura?

Qué repugnancia.

– No, no con certeza – intenté no perder los estribos.

  Sacó su artefacto de dentro de mí y subió mis bragas de nuevo. Me hizo  bajar las piernas y relajarme. Sería el último estudio que me harían de  mi... feminidad.

– Ahora revisaré tu cabeza, ¿está bien?

  Asentí. Me ayudó a sentarme en la cama para poder quitar el vendaje que  me cubría gran parte de la cabeza. Empezó a toquetear suavemente cerca  de la herida y solo sentía como mi cabeza punzaba y ardía.

– ¿Te duele?

– Lo suficiente para no querer más – admití casi gimiendo.

– Lo lamento.

Hizo una mueca y me miró con dulzura.

  – Haré que pasen los oficiales para interrogarte, si no quieres hablar  con ellos solo me llamas y los sacaré de aquí, no necesitas hablar de  algo que probablemente te haya dañado emocionalmente...

– Gracias, doctora.

  Le sonreí amablemente mientras veía como salía de la habitación y se  acercaba a un grupo de policías. Ellos entraron y empezaron a  preguntarme qué había pasado con todos los detalles. Es obvio que me  dolió contarles, pero me dolía más saber que Theo me había engañado, y  que ni siquiera le había importado cómo me afectaría eso.

...

  Después de unas horas dejaron que Ashton entrara. Estuvimos platicando y  le pedí que durmiera un rato, pero no quiso y trajo a nosotros el peor  tema de conversación...

– ______... – susurró.

– ¿Sí?

  – No conozco a tus padres y creo que sería bueno que hablaras con ellos  y les contaras lo que pasó. Supongo que están muy preocupados por ti –  dijo algo tímido.

– Joselyn, mi doctora me dijo hace una rato que ella les avisaría, pero creo que no ha podido contactarse con ellos.

  Hice una mueca. Eso era siempre, todo el tiempo estaban trabajando y lo  que a mí me pasara no les importaba, con solo decir que el día que me  fugué con Theo ni siquiera se dieron cuenta que estuve fuera de casa  varios días.

– Pero... yo le avisé a... a Theo.

Tragué saliva. ¿Qué había hecho qué?

  – Supuse que por ser tu novio tenía el derecho de saberlo y pues, le  llamé. Viene camino aquí, solo que estaba en Australia y por eso no  llegó de inmediato.

– ¿Qué le dijiste exactamente?

Me miró con algo de culpabilidad.

– Lo que pasó. No iba a decirle algo que no fue, no se lo merece.

¿No? Se merece algo peor.

– Creo que se alteró muchísimo. Uno de sus trabajadores empezó a gritarle que dejara de romper los muebles del hotel.

Sonreí un poco. Eso me hizo sentir un poco mejor.

– No tenías por qué decirle a nadie.

  – _____, eres una inconsciente. ¿Sabes cuantas personas estarán  preguntándose qué te pasó que no irás al colegio? Tus amigas se darán  cuenta y no tendrás otro remedio más que decirles.

– No pensé que...

  – No, nunca piensas en los demás, nunca piensas en lo que los demás  piensan y sienten. Hay muchas personas que te quieren, que te aman, que  darían todo por saber que estás bien, y tú en lo único que piensas es en  ti, en lo que quieres, pero no es así... Tienes que pensar en el bien o  en el mal que le puedes hacer a la persona que le ocultes las cosas,  porque al fin y al cabo, sin esas personas no serías nada.

Una  lágrima se derramó por mi mejilla. Era cierto, era una egoísta que no  pensaba en los demás, pero a mí también me dolía ser ignorada en los  momentos en los que más necesitaba a alguien.

– Perdón – susurré.

– No, no tienes...

  – Claro que sí – lo interrumpí. – Siento mucho haberte dejado sin otra  explicación más que tu mejor amigo, perdón por no ir a casi ninguna de  tus clases por no soportar el hecho de que quedé como estúpida frente a  ti. Perdóname, de verdad – comencé a llorar.

Ashton se dio  cuenta y se sentó en la orilla de la cama y me regaló un beso en la  mejilla. Sus labios pasearon hasta mi oreja y susurró: – No llores.

Limpié las lágrimas que se avecinaban y lo miré con ternura. Era hermoso. Se levantó de la cama y se fue hacia la puerta.

– ¿A dónde vas? – pregunté alarmada. No quería que se fuera.

– Necesito alimentarme un poco, y quiero darme una ducha.– se olió la ropa e hizo un gesto de repugnancia.

  – ¿Puedes... puedes recostarte conmigo y esperar a que esté dormida?  Puedes irte si quieres cuando me duerma, es que no soporto la idea de no  tener a nadie a mi lado...

Sonrió.

– Está bien, pequeña, pero si terminas oliendo a perro mojado, luego no te quejes.

  Solté una risita y le hice un espacio en la cama para que se recostara.  Lo hizo. Cuando lo tuve a un lado no dudé ni un instante en acurrucarme  muy cerca de su cuerpo y recargar mi cabeza en su regazo. Olía  delicioso, no sabía por qué se quejaba de su olor, a mí me parecía  perfecto.

Sex Instructor. [CANCELADA]Where stories live. Discover now