Capítulo O3.

451 36 34
                                    

No estoy llorando, aunque tenga un montón de razones para ponerme a lloriquear, patalear y rebuznar como la inmadura que soy. 

¿Cómo ocultar todo lo que soy a la persona que más quiero? ¿Cómo he podido ser tan idiota al no pensar en mi padre?

Claro... Me he dejado llevar por las sensaciones que la inútil aventura me proporcionaba. Ignoraba el hecho de que estaba atada de pies y manos, y simplemente me dejaba controlar por un imbécil. 

El sexo era bueno, claro, no voy a decir que no; no tengo con quién compararlo.

No siempre había sido tan débil, tan... 

    — ¿Qué mejor manera de recuperar la dignidad que saliendo de fiesta? —Bella me saca de mis pensamientos con su voz ahogada por el puño de palomitas que engulle sin apenas masticar. 

    — Bella... No sé cuán insensible puedes llegar a ser, pero estoy llegando a trazar límites indefinidos —ella me saca la lengua y yo le sonrío, guiñándole un ojo. ¿Qué haría sin ella?

    — ¿Vas a dejar escapar todo lo que está ahí fuera por un pene, habiendo miles más por probar? —instantáneamente se lleva un cojín en la tripa, escupe todo lo que tenía en la boca sobre mis piernas, y ni me inmuto—. Eres una mala perra.

    — Amén, hermana. 

* * *

    — ¡Te he dicho que intentes con el vestido negro! 

    — ¡Y yo he dicho que esperes! ¿Qué crees que soy? ¿Un pulpo? —respondo mientras me quito el sujetador para probarme el vestido que no para de tirarme a la cara. 

    — ¿Qué es eso, Jeller? —pregunta mi amiga, horrorizada, mirando hacia mi pezón izquierdo.

    — ¿U-un piercing? —respondo, titubeante. Por un momento nos callamos las dos.

Silencio. Mi padre no está en casa, lo cual es un alivio.

Recorro mi cuarto con la mirada, cuando te repente miro hacia la ventana. Instintivamente, me dirijo hacia la ventana, y frunzo el ceño cuando veo que el pesado hijo de los Adams está mirando justo hacia mi cuarto. Cierro las cortinas con fuerza, para luego bufar.

    — ¡Buen par, Bishop! —oigo gritar desde fuera.

    — ¡Piérdete, Ashton! —grito de vuelta. 

Mi amiga me mira como si hubiera visto un ovni.

    — Kyle te ha destrozado, cariño. Acabas de mostrarle las tetas al vecino.

    — ¿¡Qué!? —lo que me faltaba.

* * * 

Acabamos de entrar y ya me estoy muriendo de calor. Cuerpos sudorosos y pegajosos que no dejan de acercarse, alejarse y saltar. El suelo está temblando, y las luces —que siendo pocas, son bastante potentes— me están intentando dejar ciega. 

Mi padre cree que estoy durmiendo en casa de Bella porque tenemos un trabajo que hacer y que no volveré hasta mañana por la tarde —lo justo para que mi resaca no sea tan fuerte—.

   — Es hora de sacar la artillería pesada —dice mi mejor amiga, bajándose la cremallera del vestido negro de cuero que lleva, haciendo que sus pechos se noten más, porque el escote es más exagerado—, las dos.

    — Por el momento, voy a pasar. Nos vemos en la barra —digo, y me alejo. Me hago sitio a base de empujones e insultos, entre miradas babosas o llenas de odio, no suele haber punto intermedio. Me siento en una de las sillas altas que hay delante de la barra, esperando a que el barman deje de babosear toda la cara de una de las borrachas del club— ¡Eh, tú! Apuesto veinte pavos a que hay habitaciones arriba. Id y follad un rato, porque veo a tu soldadito de plomo levantar la cabeza desde aquí.

El chico salta la barra, le dice algo a un barman que acaba de salir de algún lugar y se va escaleras arriba.

   — ¿Qué deseas, morena? —pregunta el chico. Le hago un repaso rápido: pelo castaño, ojos verdes, labios carnosos, dientes blancos y rectos, hombros anchos... Date la vuelta, chico.

    — Cinco tequilas —digo, y él levanta una ceja. Por suerte no pregunta. Se da la vuelta y puedo observar un buen trasero debajo de ese par de vaqueros negros.

Tiende los cinco chupitos frente a mí, y en menos de dos minutos me los he tomado todos. Él sonríe como el gato de Chesire, y algo se acaba de encender en mí. Estoy emocionada por saber qué va a pasar.

    — Sabes... mi turno acaba en treinta.

* * *

    — Oh, ¡joder! —grito, en medio de un orgasmo brutal. El chico gruñe junto a mí y se deja ir también. Pongo el brazo detrás de su cuello y tiro de él hacia mí. Pongo mi mano en su mejilla y le beso insistentemente. Él muerde mi labio inferior, mirándome fijamente, y me guiña un ojo. Rueda sobre la cama, y coge su camiseta.

    — Póntela... En mi piso suele hacer frío por las noches —no me da tiempo a nada más que a ponérmela. Él se pone los bóxers, y con un movimiento rápido nos arropa a los dos con la sábana. 

Cierro los ojos, respirando el olor de su pecho, y en nada me quedo dormida, sintiendo su brazo al rededor de mi cintura.

* * *

"He ido a hacer una pequeña compra;

si me esperas, a lo mejor tienes recompensa."

Vuelvo a leer la nota de color naranja que hay pegada a mi vestido. ¿Quién la ha escrito? ¿Dónde estoy?

Miro a mi al rededor y veo baldas llenas de fotografías; un chico de piel olivácea, moreno, con ojos verdes y sonrisa increíblemente sexy está presente en todas ellas.

    — Joder, Jeller, ¡ni siquiera sabes su nombre! —digo, alarmada, mientras me quito la camiseta que llevaba puesta. Me coloco el vestido, cojo los tacones en una mano, y el bolso en la otra, y busco la salida de aquel apartamento.

Si en algo soy demasiado mala, es en las aventuras de una noche.




Hello, babies! Soy Ross; jai, jelou. Es súper temprano, mi madre me ha despertado con la aspiradora...

Bueno, aquí os dejo el capítulo tres, con LOTS OF LOVE.

Está pendiente de edición, y una revisión a fondo (cuando llegan las musas no hay tiempo de espera) y espero que Kaleb lo lea (su internet es una sincera shit).

Y, well, yo me retiro, os quiero, apapacho (una prima de Kaleb me enseñó esa palabra; es súper asdfghjkl... La palabra, no su prima ._.)

Bye!

Ross N.

Not A Good GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora