Gine

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Aquel hombre no había vuelto atravesar aquella puerta.

Los rumores se habían expandido a que la hija del comandante no necesitaba ejercicio para expulsar su inmenso poder, ya que la Luna llena demostraría todo el potencial que contenía su familia. Que el comandante estaba más que orgulloso.

Pero la mujer estaba más asustada de lo normal. De ella dependía el destino de su hija y de planeta. No sabía que hacer, su hija jamás había demostrado tal potencial, parecía más de su raza, sin embargo, esa cola la impedía llevársela, pues su marido tenía razón, los de su raza no aceptarían un Saiyajin en su lugar.

La niña descansa tranquilamente en sus largas pierna mientras ella piensa que puede hacer. Gine sentía estar en el paraíso, pero habían retorcijones en su abdomen, y su cola le ardía como los mil demonios, algo que quería disimular mientras dormía, no quería asustar a su madre.

Las Saiyajines se acercan a la casa de Gine con la curiosidad en alto, querían mirar a la próxima reina de su raza, pues si demostraba un inmenso poder en su primera noche, llegaría a una lucha a muerte con su opositora para aquel puesto. La mujer siente que el estómago se le voltea cuando aquellos ojos negros curiosos se asomaban en la ventana. Decide ocultarse debajo de la gran mesa con su hija aún acomodada en sus piernas.

El sol ya marcaba una hora pasada de la mañana, el tiempo no estaba a su favor.

La mujer sintió que la gente aumentaba en la entrada, lo murmullos se hacían más audibles. Todos estaban esperando el gran momento.

¿Y a que horas ella podía sacar a Gine a mirar su poder?

Donde la muchedumbre la mirara en su estado, de no poder hablar, de mirar inocentemente y su cuerpo todo desnutrido, se alzarían rumores negativos y su marido se ofuscará a tal punto de mandar a destruir su hogar.

La mujer abraza a Gine mientras siguen escondidas de las ventanas.

—Mamá...– pronuncia mientras una gota de saliva rebosa de su boca.

La mujer la silencia colocando su dedo en su boquita cerrándosela.

—Mamá estará contigo para siempre– susurra acariciándole el cabello. La mujer siente las inmensas ganas de llorar, ya que no siquiera su poder de capacidad mental le daba una respuesta ante la adversidad que estaba pasando. Ella sigue pensando sin notar que poco a poco se durmió apoyando su frente sobre la de Gine.

Amor de madre es un amor infinito.

La muchedumbre se duplicaba a cada hora que pasaba, el comandante no los había mandado, llegaron allí por la curiosidad. Pero la niña ni la mujer aparecían en ningún lado, así que llegaban a la conclusión de que se habían ido a entrenar en capo abierto. Alguno se iban con ese pensamiento, pero otros se quedaban con la insistencia de ver la niña.

El comandante escuchaba por su Scouter lo que sus camaradas decían, los rumores llegaron a sus oídos, pero lo tomaba positivamente, había intentado llamar a su mujer preguntando por Gine, pero no contestaba su Scouter, algo que lo tranquilizó aún más, pues si no contestaba significaba que estaba empeñada a darle juicio a la niña.

El sonrió ante el hecho de pensar aquello.

Pero era todo lo contrario.

Los minutos empezaron a transformarse en horas cuando el sol se empezó a ocultar, y la Luna empezaba a brillar poco a poco, la gran esfera blanca estaba brillante y ocupaba gran espacio en el cielo.

Gine empieza a fruncir el ceño y los retorcijones se hicieron aún más fuertes, sus gemidos salen involuntariamente, y aquello despertó a la mujer.

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⏰ Last updated: May 30, 2016 ⏰

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Una Historia mas que contar <Heridas del Pasado>Where stories live. Discover now