22. Volver a respirar

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Jim

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Jim.

Jim.

«Me parece haber escuchado su voz»pensé oculto en la oscuridad que me había envuelto.

«Pero sé que aquí no está. ¿Dónde se habrá metido?¿Qué le habrá pasado?»

El tiempo en aquella soledad podría haber sido eterno. No sabría decir cuánto tiempo estuve allí,  pero sí sabía con certeza que no había dejado de pensar en ella.

Pero fue en ese momento en que creí escuchar su voz cuando volvió a surgir un calor en mi pecho, una llama que daba vida al muñeco que soy.

«¿Dónde estás? »buscaba una luz en la nada.

Nada.

Sin ella mi vida no vale nada.

Sin ella mi vida sería esto.

Me paré a pensar en la ausencia de todo, la carencia de colores,  olores, sonidos,...

Una sola palabra suya podría dibujar un arcoiris en un desierto.

La sensación de placer al recordar su voz llenaba de alegría mi pecho.

«Quiero sentir de nuevo esta sensación»

«Quiero volver a verte»

«Quiero encontrarte»

Un latido golpeó en mi pecho como si el corazón quisiera estallar dentro. Sentí como mi cuerpo luchaba por seguir viviendo dejando de lado mis pensamientos. Mente por un lado, cuerpo por otro.

Pero la voz de Paula me hizo volver de nuevo a la realidad.

Quería vivir.

Quería encontrarla.

Otro latido bombeó la sangre suficiente que mi cabeza necesitaba para anclar mis pensamientos a mi cuerpo y así poder luchar para salir de la penumbra.

No sabía dónde estaba, que había pasado o quién estaba detrás de todo esto. Pero lo que tenía bien claro es que nadie más que yo en esta isla estaba dispuesto a hacer algo por ella.

«Voy a por ti»

Y fue cuando conseguí tomar de nuevo el control de mi cuerpo, estirando el brazo hacia arriba, intentando alcanzar una cima que no sabría localizar.

Sabía que la oscuridad no existía.

Sabía que sin Paula no había nada, pero ella lo era todo.

Luché contra la nada para sobrevivir. La oscuridad desapareció poco a poco. Creí vislumbrar un foco de luz al que me aferré y luché por alcanzar.

No sabría decir si volaba o nadaba. No sabría decir el tiempo que permanecí sumergido en el agua. No sabría decir a qué profundidad estaba o a qué distancia me encontraba de la superficie.

Pero lo que sí sabía era que la tormenta no iba a conseguir su propósito.

Moví los brazos y piernas con una fuerza diferente. Mi prioridad era alcanzar la superficie con el último aliento.

Al emerger de las profundidades,  mis pulmones se llenaron con todo el aire que pudieron aspirar. Resultó ser muy doloroso pero placentero.

Daré gracias toda mi vida por volver a respirar de nuevo.

Seguía luchando por mantenerme a flote. Nada me arrastraría otra vez a las profundidades, al silencio,  a la oscuridad.

Me encontraba a la deriva. No lograba localizar la isla. El mar estaba agitado. La tormenta seguía intentando borrar todo rastro de nosotros. Las olas me golpeaban con fuerza. La marea me arrastraba. No sabía hacia dónde tenía que ir. ¿Cuánto tiempo más podría aguantar así?

Pero utilicé la fuerza que había obtenido para conseguir salvarme. Ya era bastante humillante pensar que casi me había rendido. Pero eso sólo lo sabíamos el mar y yo. Me prometí no volver a hacerlo jamás. Nunca hay que rendirse. Nunca. Todo se puede conseguir y esta vez tenía que hacerlo sí o sí.

Observé una luz a lo lejos. Sabía que era allí donde tenía que ir. A la vez que luchaba contra las olas que intentaban sumergirme de nuevo, nadaba en dirección a esa luz que aparecía durante breves instantes. Tenía la esperanza de que si me dirigía hacia allí encontraría tierra y volvería a poner los pies en la isla.

Alguien me estaba ayudando. Alguien me indicaba el camino.

  «Paula, cariño, voy hacia ti»  

El faro. Su luz alumbraba más allá de la tormenta y me indicaba el camino de regreso a tierra. Me estaba diciendo con su luz que allí estaba, que volviera a tierra. Y hacia allí fui.

Antes de darme cuenta, me encontraba arrastrándome por el barro, allí donde el mar había intentado inundar la isla. Seguí esforzándome por alejarme de las aguas, temiendo que planeara arrastrarme de nuevo hacia la deriva.

Cuando suspiré el último aliento,el dolor de los músculos aparecieron de repente y dejé mi cuerpo inerte en el suelo, con la esperanza de haber despistado a la muerte.

Puede que hubiera hecho un trato con la muerte que paseaba derrotada con su guadaña sobre las aguas. Le había vencido. Al menos hasta haber encontrado a Paula y terminar con toda esta historia para siempre. Luego ya veríamos qué pasaba.

De momento estaba disfrutando el poder volver a respirar.



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De vuelta [Terminada]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora