23

2K 160 53
                                    

— ¡Sí puedes, Rick! ¡Sólo dos flexiones más!

Las múltiples palabras que soltaba el profesor de gimnasia había dejado de escucharlas, realmente no estaba prestándole atención.

Se reirán de mí pero... me encuentro pensando en los posibles nombres para el chico de la mirada profunda. Me tenía un poco mal ese asunto.

Luego de pensar unos pocos minutos, o segundos, en lo que podría ser el nombre de ese chico rubio, mis pensamientos fueron abruptamente invadidos por la situación vivida anteriormente.

Me siento totalmente asqueado. ¿Por qué lo hizo? ¿Acaso no le gusta Marshall? ¿Debería decirle a mi compañero de cuarto?

La campana de salida sonó; las clases habían terminado, al fin. Salí de allí directo a los vestidores, busqué mi ropa y me dirigí a la habitación ya que me cambiaría con más comodidad.

Al llegar reconozco la anatomía de un chico frente a la puerta del 345.

—Michael –digo para llamar su atención– ¿Qué haces aquí?

—Te quiero, Travis –confesó con los ojos llorosos y acercándose desesperadamente hacia mi– ¡Te quiero!

Lo próximo que pude sentir fueron los labios de mi amigo Michael sobre los míos. El sabor a chocolate que percibió mi boca rápidamente era delicioso, lo que me llevó a pensar que había consumido con anterioridad dicho dulce.

Al percatarme que aún no tenía reacción alguna a lo que Michael estaba haciendo, lo empujé abruptamente intentando separarlo de mi.

—¿¡Qué demonios te sucede!? –pregunté frunciendo el ceño.

—Que... Que te quiero, ya te lo dije –comentó cabizbajo.

Sabía que no era eso. Lo notaba. Creo que conocía lo suficiente a Michael como para saber que algo le había sucedido. No estaba enojado por lo que hizo puesto que siento que él no es como Marshall: sé que tiene una buena razón. Algo que de verdad lo rompe por dentro, algo que lo está destrozando.

—Ven aquí –le digo, abriendo los brazos cuando veo una lágrima caer por su mejilla– Sé que necesitas un abrazo.

Rápidamente Michael me abrazó.

Lo necesitaba.

    ***

—Ahora, cuéntame –dije mirándolo a los ojos, seriamente– Y no te preocupes por Marshall, no volverá en un tiempo. Probablemente está con...

—¡No! –gritó Michael– No digas ese maldito nombre.

—¿Por qué?

—Por... Porque... Él es el causante de lo que acabo de hacer –confesó. Sin embargo, aún no lograba entender nada.

—Aún no comprendo. ¿Qué tiene que ver Avan? –me cubrí con ambas manos mi boca ya que había dicho el nombre del profesor de literatura.

—Yo... Estoy... Estoy enamorado de Avan.

La sorpresa que tenía era de un tamaño mundial. No esperaba tal cosa, y menos por parte de Michael. ¿Acaso él era gay? Tenía entendido que no.

—Disculpa –dije luego de quedarme un par de minutos silenciado– Me has cogido fuera de base, totalmente.

—Lo sé.

En la esperaWhere stories live. Discover now