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Shizuka tomó de nuevo una porción de su cabello y la arrastró como si fuera un saco viejo por la habitación, dejando un gran rastro de sangre en su camino. Se inclinó para cargar a su presa y la aventó a la cama con brusquedad, manchando las sábanas blancas. Le dedicó una sonrisa y se fue a la esquina para recoger sus herramientas. Una vez que las tuvo en sus manos, regresó y se sentó al borde del lecho. Depositó sus implementos al costado del cuerpo y los esparció en forma de abanico para que pueda elegir con facilidad. Cogió las tijeras de jardinería y las empuñó por el mango de madera con fuerza. Entonces se giró hacia Hana y las incrustó en varias partes de su rostro, perforándole la piel. Sonrió y siguió alternando el lugar de las puñaladas, divirtiéndose con ello. Cuando se cansó de hacerle huecos en la cara, empezó a cortarle la cabellera al ras hasta que se deshizo de todo su pelo, echó los restos de su melena marrón al suelo y mantuvo limpio el escenario del crimen. Después alzó su pequeño camisón sin mangas e introdujo las tijeras debajo de la prenda para cortar la tela por la mitad de forma ascendente hasta que esta se desprendiera de su dueña, arrojó los trapos hacia atrás cuando hubo terminado y observó a Hana desnuda. Se le escapó una risita y sin pensarlo dos veces, hizo con su cuerpo lo mismo que había hecho con su cara. La diferencia es que el último se encontraba intacto antes del ataque. Acuchilló sin piedad y murmurando para sus adentros con odio. De pronto, tuvo una idea y acercó el objeto a la parte íntima de su presa. Separó sus piernas de un manotazo, ladeó la cabeza y espió lo que había en el medio. Se relamió los labios y supo al instante lo que haría a continuación. Sostuvo la tijera con ambas manos y apuntó las dos puntas a la cavidad genital. Aguardó una pequeña fracción de tiempo, deleitándose con los momentos previos, e insertó la herramienta en su sexo de golpe. De modo que a Shizuka solo le quedó mover la tijera en su interior con sincronización. Prácticamente violándola con la pieza.

—Toma, toma, toma... —No dejó de repetir, disfrutando cada segundo—. Te gusta exhibirte, burlarte y hacer cosas prohibidas, ¿verdad? Pues, ¡siente esto y dime que también te está gustando! —Incrementó la velocidad y la profundidad de las puñaladas—. ¡Vamos, prostituta! Gózalo y pídeme más.

Las tijeras se hundían dentro de Hana con violencia, desgarrándola. Por más que cada vez sangraba menos porque ya no estaba viva, el daño que Shizuka se encontraba provocándole era muy visible. Su cuerpo no podía estar más violentado, agujereado y hecho trizas.

—Te odio, maldita perra —susurró Shizuka, perdiendo el ímpetu con el que había comenzado—. Espero que te pudras en el infierno. Porque te irás para allí. No dejaré que nadie se lleve tu alma. Vas a sufrir y será en ese lugar.

Finalmente cuando sus fuerzas se agotaron, extrajo las tijeras ensangrentadas de su interior y las lanzó al suelo. Maldijo entre dientes y empujó el cadáver de Hana al piso también, para después levantarse y coger el tobillo de la muerta. Entonces la arrastró por la habitación en dirección al armario y se puso a buscar en los cajones de este la llave que abriría el cuarto secreto. Sin embargo, parecía no haber nada más ahí aparte de ropa y artículos personales.

—Mierda —murmuró—. Hijo de puta, ¿dónde has escondido la llave?

Recorrió la recámara entera, hurgando en cada rincón posible y no lo halló. Empezaba a impacientarse hasta que se fijó en el macetero que había al lado de la cama. Shizuka se abalanzó hacia allí y escarbó la tierra. Pasaron algunos segundos, cuando encontró algo. El Ikiryō sonrió y fue directo al armario, tanteó sus bordes y buscó una abertura sospechosa. Tiró de ella y el mueble se hizo a un lado, revelando una puerta maciza de color gris con una cerradura avejentada. Colocó la llave en el orificio y no se sorprendió al escuchar un sonoro clic. Dejó la puerta abierta, regresó por su víctima y ambas ingresaron al cuarto.

Ikiryo (+18) lNovela ganadora del primer puestolOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz