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Shizuka regresó abruptamente de su infancia y con un jadeo se sentó en la superficie. Mantuvo los ojos cerrados, tomando su cabeza entre sus manos. Se asió de sus cabellos como si estos fueran la única cuerda que evitara que cayera al vacío, los desordenó y se arrancó algunos mechones de la rabia. Detestaba haber nacido para ser un monstruo. No quería ser mala. Sin embargo, lo era por naturaleza y no podía cambiar aquello. Debía cumplir su misión. El problema era que no deseaba obedecer a su mentora.

Shizuka aulló de impotencia, meciéndose de atrás hacia adelante. Sentía que estaba comenzando a enloquecer, y para su sorpresa saberlo le resultaba divertido.

Inquietante, pero divertido.

—Ellos son míos, ¿entiendes? —siseó entre dientes—. No te los daré bajo ninguna circunstancia. Búscate tus propias presas. ¡Haruki y Hana me pertenecen! —gritó—. Al fin y al cabo, solo eres una jodida alma sin un cuerpo. Yo soy mucho más poderosa. —Volvió a reír de forma desquiciada.

Fue cuando la luz de la habitación de Haruki se encendió. Su única ventana, la cual no era real, se iluminó tanto que Shizuka dejó de estar parcialmente a oscuras en su encierro.

—¿Qué diablos? —preguntó, desconcertada—. ¿Y ahora qué?

Esperó alerta a que la luz se apagara para volver a lo suyo, sin embargo, esta continuó prendida. Al cabo de unos minutos la curiosidad terminó ganándole y decidió que iría a comprobar qué era lo Haruki estaba haciendo. Shizuka se incorporó con lentitud hasta que logró ponerse en pie tambaleante y avanzó hacia la ventana polarizada que había en la habitación.

—Veamos lo que con tanto ahínco estás haciendo hoy, estúpido cabrón. —Se inclinó un poco y fisgoneó—. Oh, rayos.

Shizuka se quedó de piedra, observando boquiabierta lo que sucedía a solo unos metros de distancia. Haruki eres un maldito hijo de puta, pensó tan indignada como para poder expresarse en voz alta. Sin embargo, en esta ocasión tampoco podía hacer nada. Estaba encerrada en un cuarto insonorizado secreto que era un anexo de la alcoba de su ex novio, y que era limitante en todos los sentidos. Lo que significaba que si gritaba y pedía que se detuviesen ellos jamás iban a escucharla.

No puede ser cierto. Esto es el infierno.

Así que Shizuka, una vez más, permaneció allí sin saber qué hacer. Conformándose con mirar de nuevo esas asquerosas escenas, sin poder protestar porque ahora sí era imposible. De pronto, se sintió amordazada y atada de manos contemplando a sus presas darse un festín mientras que ella seguía ahí. Sola, sucia, golpeada, cautiva y aun luchando con su naturaleza demoníaca.

No es justo. Ellos deberían estar sufriendo e hincándose de rodillas ante mí, no teniendo sexo como un par de animales en celo frente a mis narices.

—Nada es justo —susurró de repente la sombra—. El mundo no lo es, las personas no lo son y ni siquiera se molestan en ocultarlo. Tú si lo eres, Shizuka. Debes vengarte.

—Vete —respondió ella.

—Véngate, véngate, véngate. —No dejó de repetir la voz sibilante con ansias—. Es hora.

—Lo haré cuando yo quiera. No cuando tú me lo digas.

—Estaré rondándote hasta que me des lo que es mío y solo me iré cuando me lo entregues. Es un trato. Uno que no puedes romper —declaró la sombra.

—¡Lárgate!

—¿Segura que no lo harás? —El espectro comenzó a desplazarse alrededor de ella, cercándola—. Te aviso que te puede ir muy mal. Recuerda que todavía soy tu mentora.

Ikiryo (+18) lNovela ganadora del primer puestolWhere stories live. Discover now