18. Me voy, Harry

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Tomé una respiración profunda, viendo la puerta del departamento de Harry. No sabía cómo iba a reunir el valor para decirle lo que estaba a punto de decirle.

Pero debía hacerlo. Es hora de dejar de pensar en los demás y darme cuenta que yo misma debo estar en mi principal prioridad. Mi salud ante todo.

Toco la puerta, y rápidamente abre. Como si me estuviese viendo por el ojo mágico de su puerta.

—Feliz navidad, Kiera— Me dice.

—Feliz navidad.

—¿Quieres pasar?

—No. Sólo venía a decirte algo.

Se queda callado un momento, sólo viéndome. —¿Qué cosa?

—Me mudaré, Harry. Me voy— Entonces me mira directamente a los ojos, y sé bastante bien que no captó lo que dije. No lo creyó. O más bien, entró en negación. Probablemente por el hecho de que siempre me vio como alguien madura y fuerte, que podría enfrentar sus problemas en vez de huir. Nunca pensó que me fuera a marchar y dejar mis problemas como una cobarde.

—¿Qué? No... no. Tú no puedes hacer eso. No puedes. ¡No! ¿Que has tomado? ¿Algo fuera de lugar? Dime que estás alucinando.

Fruncí mi ceño ante sus palabras, sus gestos y mirada no eran normales. Destellos de psicopatía, eso veía. Pero no quería exagerar.

—Harry, no puedo seguir aquí. Ayer hablamos de esto. No puedo quedarme un minuto más aquí. El padre me confirmo que había una presencia...

—¿Qué rayos importa lo que él dijo?— Explota, haciéndome retrodecer uno o dos pasos —Puedes superar esto, Kiera. ¿O tienes miedo? Estoy seguro de que has pasado cosas peores. ¿O no eres tú la misma que me contó lo de sus padres?

¿Por qué rayos me sacaba en cara lo de mis padres? ¿Trataba de minimizar lo que estaba sucediendo ahora por los problemas de mi pasado? Esto era increíble. ¿Quién se creía para hacer eso? No tenía ningún derecho, ninguno.

Pero no quería seguir dándole vueltas a asuntos que sólo alargarían mi estancia en este condenado edificio. Así que preferí pasar de ello. —Está tomada mi decisión, Harry. No puedes hacer nada al respecto. Si quieres que nos sigamos viendo en otro lugar, está totalmente bien, pues te quiero mucho y no me gustaría cortar relaciones contigo. Pero si no, eso no hará que me quede. No soy dependiente de ti.

—No me veré contigo en otro lado.

—Pues bien— Le digo. ¿Por qué hacer una escena por ello? No tiene sentido para mí —. Entonces te quiero agradecer por los buenos momentos que me hiciste pasar. Fue bueno mientras duró.

Viendo que no me respondía, giré sobre mis talones y entré de nuevo a mi departamento, cerrando la puerta detrás de mí.

Saqué mis maletas de mi habitación, previamente empacadas. Sí, así pasé mi nochebuena. Pronto volvieron a tocar la puerta. Pensando que era Darcy (ya que me iría a su casa por un par de días, y habíamos acordado que vendría a por mí) abrí.

Vaya sorpresa me llevé cuando vi a Harry, frente a mí, con sus manos en mi cuello, tratando con bastante esfuerzo matarme por asfixia. Mis ojos se abrieron en pánico, conectando con los suyos de una manera que jamás me imaginé. Los suyos estaban inyectados en sangre, la furia destilaba de ellos, y su color verde se había oscurecido pronunciadamente.

Puse mis manos sobre sus brazos, pero era imposible zafarme. Tenía mucha fuerza. Me llevó al sofá y entonces supe que sería mi fin. Moriría a manos del recién descubierto psicópata, Harry Styles.

Preparándome para mi fin y sintiendo mi vida pasar por mis ojos, un golpe se escuchó y pedazos afilados de un objeto desconocido pararon en mis brazos, cortándome. El agarre de las manos de Harry se hizo más suave, y él se desplomó en el suelo con una herida sangrante en su cabeza.

Tras él, estaba Darcy. Tenía los pedazos restantes de un florero en sus manos. Ella le había pegado con eso.

Tomando mi mano, me sacó de ahí a toda velocidad, corrimos por las escaleras tratando de no tropezar e ignorando la mirada del conserje al llegar a la recepción.

Entramos en su coche y salimos de ahí a gran velocidad. Yo temblaba, mi mente aún procesando lo ocurrido. 

—¿Estás bien? ¿No tienes heridas mayores?

Negué con mi cabeza. Estaba en uno de esos momentos donde el nudo en mi garganta era tan grande que si abría la boca y hablaba, saldrían palabras incoherentes y después un gran llanto.

Sin despegar sus ojos de la carretera, Darcy tomó mi mano temblorosa, tratando de reconfortarme.

—Todo estará bien. Llamaré a la policía. Darás tu testimonio y él estará preso. No habrá más sufrimiento para ti, Kiera.


[...]


Desperté en una cama que no era la mía, y no tardé mucho en reconocer la habitación en la que me encontraba como la habitación de huéspedes de Kiera. En unos minutos, entró. Su rostro estaba pálido, y sabía que algo le ocurría.

—¿Cómo estás, Kiera?

—Tan bien como podría encontrarme— Asintió. A ella le tenía que pasar algo —. ¿Cómo llegué aquí?

—Mi hermano te trajo del coche. Te quedaste dormida en el camino hasta aquí.

—¿Qué te sucede?— Finalmente pregunto —¿Hay algo que me quieras decir?

Mirando hacia todos lados menos a mí, pude notar que se debatía sobre si era el momento para decirme eso que ocultaba o no. Finalmente, sacó su telefóno de su bolsillo, y me dio una mirada.

—Volví ayer por la noche al edificio en el cual vivías.

—¿Por qué hiciste eso?— Mis ojos se ensancharon —¡Pusiste tu vida en riesgo!

—Tenía que traer tus cosas. Luego recordé que tú querías descubrir qué había en ese tanque.

Mi corazón se acelero. Rayos. ¿Acaso ella...?

—¿Viste lo que había ahí dentro?

Asintió.

—Dímelo. Necesito saberlo.

—Kiera, aún estás muy...

—¡Dímelo ya!— Insistí —Ya basta de tanto misterio.

Tendiéndome su teléfono, le di una mirada. Éste se deslizó de mi mano casi instantáneamente, y puse una mano en mi boca para evitar que gritase.

—¿Era eso? ¿Eso viste?— Dije en un hilo de voz.

—Si, Kiera.

Era el cadáver de una niña.

—Debemos llamar a la policía— Me dijo.


Turbid Waters → stylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora