29; Te quiero, ¿sabes?

4.3K 246 14
                                    

Aún tengo la respiración entrecortada y las mejillas encendidas cuando me dejo caer en la cama, al lado de mi chico. En cuanto me tumbo, me atrae hacia él y me abraza en la oscuridad, y yo comienzo a acariciarle suavemente el torso trabajado. Hacía demasiado tiempo que no tenía ningún tipo de relación sexual, y Ethan al fin ha vuelto a encender esa llamita dentro de mí.

Suspiro contra su cuello, notando cómo el labio comienza a escocerme de nuevo. Mañana no tenemos por qué ver a Charlie, pero el miércoles nos toca sesión. No sé lo que voy a hacer, ya que no creo que mi boca se cure en dos días.

Es cuestión de segundos y caricias por parte de Ethan que caiga en los brazos de Morfeo.

(...)

Me despierto con un dolor agudo en la lengua. Corro al espejo y veo que el labio tiene mejor aspecto, pero la lengua sigue igual o incluso más hinchada. Suspiro y vuelvo a la cama.

-¿Qué hora es? -murmura Ethan con voz grave y soñolienta.

-Las once -le informo tras mirar la hora en mi iPhone.

El pelinegro se revuelve perezoso en la cama, y esbozo una sonrisa cuando sus ojos azules se abren y me miran. Sin embargo, no consigue abrir el derecho del todo. Lo tiene más morado pero a él no parece importarle cuando comienza a hacerme cosquillas.

Comienzo a reír sin parar, pero el labio partido intenta reclamar mi atención en forma de pinchazos cada vez que doy una carcajada.

-Me... duele -digo sin poder aguantar la risa.

Entonces deposita un suave beso en mis labios y se queda a escasos centímetros de mí, examinando la herida.

-Deberías ir al médico -añade pero, al ver mi expresión de horror ante esta última palabra, niega riendo.

-Tu también deberías hacerlo -le digo, posando la vista en el círculo morado que rodea su ojo.

-¿Tienes hambre? ¿Bajamos a desayunar? -me pregunta ignorando completamente lo que le acabo de decir.

La verdad es que mi estómago me lleva pidiendo comida desde que me desperté, pero tengo miedo de que, si bajamos, nos encontremos con Dylan.

-Sé lo que estás pensando. Si quieres puedo bajar y traerte algo yo. No tienes por qué ir -repone leyendo mi expresión.

-En todo caso el que no debería bajar eres tú. Mira cómo tienes la cara... -susurro acariciándole suavemente una mejilla.

-Te quiero, ¿sabes? -murmura contra mi pelo.

Pero, de pronto, las palabras se atascan en mi boca. Se aparta y me mira a los ojos al ver que no le contesto.

-Yo también... -digo apartando la mirada.

Mierda, ¿qué coño me acaba de pasar?

Como para disculparme por mi extraña reacción, me acerco a él y le rozo los labios despacio, antes de darle un dulce mordisquito en el labio inferior.

Demonios, con esta mierda en la boca no puedo hacer nada.

Me dirijo hacia mi ropa y me saco por la cabeza la camiseta que Ethan me dejó para dormir anoche, quitándomela. Me encanta su olor avainillado. A continuación, cojo un top morado y unos pantalones cortos negros, y me visto.

Cuando me giro veo a Ethan todavía en calzoncillos, lo que me hace soltar una pequeña carcajada.

-¿Piensas bajar así a desayunar? A ver si la que se va a tener que pelear voy a ser yo, con alguna chica obsesa por los morenos de ojos claros.

Mi posición con los brazos en jarras lo hace reír.

-Mi ropa esta en mi habitación, idiota -contesta sonriendo.

-Pues ponte al menos los pantalones para ir a tu habitación y coger una camiseta.

Me hace caso y, tras ir a su suite y ver cómo se mete una camiseta celeste por su cabeza, bajamos a desayunar.

El ojo de Ethan y mi labio no pasan desapercibidos en la sala, y comienzo a ponerme cada vez más histérica por las miradas de compasión que nos lanzan. A saber lo que se imagina esa gente que ha pasado. Mastico rápidamente mis tostadas y me trago con urgencia el café, dándole gracias a Dios por no haber coincidido con nadie conocido.

Pero, como la mala suerte que tengo, Alex cruza la puerta del buffet en estos momentos, pasándose una mano por los ojos y medio adormilado. Sus músculos se marcan en su camiseta con este gesto. En cuanto nos ve, la expresión se le cambia y se apresura a llegar hasta nuestra mesa.

-¿Qué coño...? -espeta, mirando mi labio y después la cara de Ethan.

-Aquí no -susurro, notando cómo la atención de la gente recae sobre nosotros.

Me levanto y arrastro a Alex fuera, que coje un donut antes de salir seguido de Ethan.

-Vale. Necesito saber qué está pasando aquí. Primero Dylan no se digna a salir de su cuarto esta mañana, y ahora os encuentro a vosotros como dos cristos... ¡Espera, espera! Dime que no pasó lo que creo que...

-Es tan cabrón. Joder... -gruñe Ethan dando un pisotón en el suelo.

-O sea, que os peleásteis anoche, ¿no? Por eso no pude encontraros en la fiesta, y por eso Natasha se fue de allí sin despedirse de nadie -dice como para él mismo.

Entonces el moreno vuelve a mirar mi labio.

-Dime, por favor, que eso no te lo ha hecho él.

Me muerdo el carrillo por dentro. Ethan simplemente mira a Alex esperando a que reaccione.

-Mierda, Lily. La ha cagado. Te juro que Dylan la ha cagado -refunfuña echando humos.

-Fue sin querer... -murmuro-. Yo me acerqué para separarlos y me dio...

-Importa una mierda si fue sin querer o no, ya te lo he dicho -gruñe Ethan.

-Pero me pidió perdón después... No montéis otra pelea, por favor, y menos por mí.

Y yo lo defiendo. Ahí estoy, como la tonta que soy, defendiendo al tipo por culpa del cual mi novio tiene un ojo morado y yo el labio partido.

-Lilian... -murmura Alex.

-No te preocupes, no quiero ni verlo, y si lo hago, intentaré con todas mis fuerzas no prestarle atención. Pero lo conozco, y a él le encanta buscarle las cosquillas a la gente.

-Gracias -digo, ignorando esto último.

(...)

Mi móvil suena y, antes de poder ver de quién se trata, lo cojo.

-¿Sí? -contesto naturalmente, pero cuando escucho un ronco carraspeo al otro lado de la línea, me despego el teléfono de la oreja para ver quién es y maldigo para mis adentros.

-Por favor, Lily, dame la oportunidad de disculparme en persona.

Los ojos se me llenan de lágrimas ipso facto.

-No puedo, no puedo... -murmuro intentando no perder la calma.

-No llores, por favor... -susurra, y me lo puedo imaginar pasándose una mano por su cabello rubio.

-Es que... no puedo -vuelvo a decir.

-Dame una oportunidad... solo quiero disculparme. Te prometo que no te tocaré si así me lo pides pero, te lo ruego, déjame verte...

Parece derrotado, y ese deje de desesperación en la voz me parte el corazón. Solo se disculpará y me dejará marchar. No puedo decirle que no, especialmente porque yo necesito que me pida perdón tanto cómo él. No aguantaría tener que guardarle rencor.

Así que acepto.

-¿Dónde y a qué hora? -consigo preguntar sin atascarme.

Una modelo en apuros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora