Capítulo 7: "Dark Knight"

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Antes de salir del instituto, la pude observar frente a mí.

Abigail.

Me miraba como intentando descifrar si aún no tenía ni idea de que eran los aurea, o si había sido lo suficientemente curioso para ya saberlo. A lo mejor, por la forma en la que la miraba, pudo saber que ya sabía qué era ella. No porque pudiera leer sus pensamientos, sino por la sonrisa adolorida que me dirigió. De inmediato recordé sus palabras: «Yo no soy como todas las chicas y por eso no podemos congeniar. ¿Te ha quedado claro?» Estaba completamente seguro de que me odiaba, pero ahora habíamos logrado por lo menos ser amigos, y que estuviéramos destinados a odiarnos... no era una idea muy agradable.

Estaba de pie en el pasillo, mirándola a un par de metros más lejos de mí. Las personas pasaban a mí lado, pero en lo único que mi atención estaba fijada era en ella. De pronto su expresión cambió a desprecio. Sentí como alguien se encontraba detrás de mí.

-Debemos irnos. - Escuché la voz ronca de Steven a mí lado.

Abigail apartó la mirada justo cuando vio que Steven me hablaba. Su mejor amiga, Lydia, la tomó del brazo y se fue junto con ella.

Intenté simular que no me importaba Abby, que nunca había hablado con ella, que solo habíamos topado miradas. Que incluso la odiaba. Pero pensé todo el camino hasta el Centro que Steven no me había creído.

Al inicio de nuestro entrenamiento Steven fue algo tosco, como siempre, pero esta vez era peor. No sé qué clase de relación tengo con Steven, pero algo que era cierto era que todo el tiempo discutíamos. El silencio había inundado la sala de entrenamiento, ya estaba harto. Quería quejarme y al menos romper ese silencio que me incomodaba tanto. Claro, Steven fue el que termino hablando primero.

-¿Te agrada esa chica?

Guardó el cuchillo que sostenía en la mano en el cinturón que llevaba adherido a su pantalón.

-¿Qué chica? -pregunté sin mirarlo mucho.

-La chica del pasillo. La castaña con ojos púrpuras... -Se detuvo un momento para mirarme y prosiguió-: Y está claro que con solo mencionarla ya estas imaginándola.

-¿Por qué me preguntas si me agrada?

-Escucha, yo sé muchas cosas con el simple hecho de mirarlas. Son amigos, ¿no? No sé si aún te cuesta tanto identificar la raza de una persona, pero por si no lo sabes, ella es inferoceto. Y es obvio que está en contra de la rebelión. Ustedes dos no pueden ser amigos.

-No podemos ser amigos -murmuré más que todo para mí mismo-. ¿Qué es esto? ¿Romeo y Julieta? Deja de decir estupideces. Ni siquiera estoy enamorado de ella, y si fuéramos amigos ¿qué? Ella no hará nada.

-Tú no sabes nada de ellos, y aun así tienes la confianza de defenderla. Son como agentes encubiertos, simulan ser tus amigos para luego traicionarte en el peor de los momentos. No me importa si no me escuchas y algo llega a pasarte, solo tengo como deber advertirte esto porque debo proteger a los míos.

Ya no sabía que decir. No conocía a Abby tan bien, pero somos amigos, lo sé y ella no haría algo así. A lo mejor debía escuchar a Steven, o a lo mejor solo debía ignorarlo.

De alguna manera extraña, al final del entrenamiento me disculpé con Steven. Necesitaba que al menos él y yo no nos odiáramos para que no me asesinara en el próximo entrenamiento. Y para ser sincero, quería llevarme bien con él, por más que fuera la persona más antipática en el mundo.

Pensé que al terminar ya podía marcharme a casa, pero Max esperaba a que saliéramos de la sala de enteramiento.

-Todavía no puedes irte -dijo Max, sonriendo dulcemente y a la vez algo tenebrosa-. Quiero ver el color de tus ojos.

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