El Silbido

8 1 0
                                    

Yaera entrada la madrugada cuando dos hermanos salieron de la casa deunos amigos y comenzaron a caminar hacia su hogar, el cual seencontraba no muy lejos de allí, ocho cuadras para ser exactos. Elmayor se encontraba un tanto entonado, su garganta contenía lafetidez típica que deja el vino barato. Su rostro se hallabapigmentado con un tono rojizo y sus ojos permanecían cubiertos poruna leve película formada por unas cuantas lagrimas a medio salir.Sus movimientos eran risibles, apenas lograba poner un pie frente alotro. Cada tanto lanzaba manotazos a la nada y terminaba cayendosobre los hombros de su hermano, este se encontraba sobrio debido aque una incurable enfermedad en su sistema digestivo le impedíabeber.

Las callesestaban totalmente despobladas, sin ningún indicio de ser vivo a lavista. Ni siquiera se percibía el usual aullido de los perroscallejeros, tan acostumbrado a esas horas. Lo único que hacíasentir la humanidad como algo tangible eran las pintorescas fachadasde las casas alumbradas por la etérea lumbre de los faroles, loscuales con su fulgor pretendían disipar las tinieblas que losrodeaban. Un agudo sonido atravesó la atmósfera quebrando eldesmesurado silencio. Era un silbido que parecía provenir desdemucha distancia, la suficiente como para no prestarle atención, sinembargo, el ebrio detuvo de forma brusca su desarticulada marcha:

-¿Loescuchaste?- musitó arrastrando las palabras

-Si ¿Y?- su vozdenotaba fastidio.

-Hay queresponder

-¿Responder?

El borrachoinspiró profundamente y colocando sus labios como si fuera a besar aalguien soltó todo el aire de una vez. En su patético intento desilbido lo único que saco de su interior fue saliva y el hedor yaantes mencionado:

-Por favor- sedirigió a su hermano- ¿Le responderías por mi?- le rogó mientrasle daba unas palmadas sobre la cabeza.

-No. Vayámonos,hace frio y estas tomado.

-Dale, si lohaces te prometo que voy a caminar solo y sin tropezar.

-Eso esimposible, pero que se le va a hacer... Total... no pierdo nada...

Él profirió unsilbido intencionalmente bajo, como para que solo ellos dos pudieranoírlo. Al instante el extraño les contestó con un leve pitido.

-¿No te pareceinteresante?- preguntó el mayor

- Más queinteresante me parece raro, lo mejor será no darle importancia.Sigamos caminando.

Luego de daralgunos pasos, por alguna inexplicable razón el hermano menordecidió volver a silbar, esta vez fue más alto, más estrepitoso.Enseguida inundo sus oídos otro agudo sonido. Se tratara de unaconversación, la cual suscitaba en el joven la necesidad deresponder. Mientras avanzaban por la senda, la frecuencia y elvolumen del silbido del desconocido aumentaban. Efectivamente seacercaba cada vez más a ellos. De pronto el borracho se frenó enseco y abriendo sus malolientes fauces proclamó:

- ¡Basta!- elmenor lo observó extrañado - Ya no le sigas la corrien... - unnuevo silbido lo interrumpió, su proximidad era eminente - Ya no lerespond...- antes de que pudiera completar la frase su hermanoreplicó el llamado.

Retomando elcamino el mayor le solicitó al menor, sin tener cuenta su estado deebriedad, que apresuraran su andar. Si bien, el alcoholizado muchachose esforzaba en darle rapidez al desplazamiento de sus torpes piernasluego de cuatro cuadras (en las que su hermano no había abandonadola inquietante charla, la cual con cada zancada se hacía másfuerte) trastabilló y cayó. Sus codos y rodillas se rasparon contralas ásperas baldosas de la vereda, mientras que su cuello acabócolacionando contra el cordón y su cabeza termino mirando endirección a la alcantarilla que se encontraba por debajo de él. Dosdestellos amarillos atravesaron sus dilatadas pupilas en medio de laspenumbras del desagüe. Otro silbido. Provenía desde allí. Elhermano mayor se apartó de aquel sitio como si su vida dependiera deello. Irguiéndose sobre sus pies, con la palidez siendo bienvenidaen su rostro, le suplicó a su hermano que ya no contestara, que todoaquello le resultaba ciertamente malicioso, que aquel ruido eraemitido desde las cloacas por un ente que aparentaba no ser humano.El menor acalló sus inquietudes de manera burlona haciéndoleentender que su borrachera volvía inservible su uso de la razón.Ambos continuaron con su corto viaje. Solo faltaban dos calles parallegar a su hogar, en aquel pequeño lapso los silbidos por parte delos dos hablantes no cesaron ni un ápice.

Justo antes deabrir la puerta de entrada de su casa el pitido del extraño parecióser proferido por detrás de sus nucas. Los hermanos se dirigieronuna mirada nerviosa. Sudando giraron al unísono. Atrás de ellos nohabía nadie. Aquello turbo durante algunos minutos sus pensamientos,pero después de haberse higienizado y acostado en sus respectivoslechos olvidaron el pequeño incidente. El mayor, en cual ya casi norepercutían los efectos del alcohol, apagó la luz del velador ycerrando los ojos se dispusó a dormir, pero algo perturbaba la mentede su hermano, un nuevo silbido penetró en la habitación:

-¿Lo oíste? -interrogó el menor a la vez que un escalofrió transitaba por sucuerpo.

-¿Qué? ¿Quécosa? - indagó el mayor.

Un segundo pitidose hizo audible en los tímpanos del asustado chico, este aparentabasurgir desde abajo de su cama.

- ¿Cómo que quécosa? ¡Eso! ese silbido - sus palabras delataban su inminentehisteria.

- No, no heescuchado nada...

Las últimashoras de aquella noche transcurrieron junto con los quejidos quebalbuceaba el pobre muchacho acosado por aquellos agudos sonidos.Perdiendo contacto con la realidad, estremecedoras alucinacionesapresaron cada rincón de su mente. Por la mañana había acabado desumirse en una implacable locura de la cual jamás logró salir.

He de confesarles una cosa; esta historia noha salido de mi imaginación. Si bien le he hecho algunasmodificaciones, esta anécdota siempre fue protagonizada por mibisabuelo y su hermano, el cual fue internado en un sanatorio mental.Este relato me lo contó mi padre cuando era chica para advertirmeque no debía silbar de noche ni mucho menos entonar un silbido enrespuesta a otro. Hasta la fecha cada vez que me olvido de estasrecomendaciones y por accidente permito que un silbido salga de mislabios (luego de la puesta del sol) al percatarme de lo que hice elmiedo mi invade y la inseguridad me carcome...

Naabot mo na ang dulo ng mga na-publish na parte.

⏰ Huling update: Nov 03, 2015 ⏰

Idagdag ang kuwentong ito sa iyong Library para ma-notify tungkol sa mga bagong parte!

VOCABLO IMPUROTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon