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Los ojos verdes de aquel alfa escrutaban sin ningún orden a los Omegas sentados en una hilera del mayor al menor; los más pequeños eran los que tenían más oportunidades de ser elegidos por los cientos de Alfas que a diario iban a verlos; conservaban esa inocencia que les gustaba, y no habían pasado mucho tiempo encerrados en el vitral, aún su piel podía recordar el suave calor de un hogar, y seguían siendo ingenuos, delicados. Esperanzados a encontrar a un alfa que los amara; a algunos les aguardaba el destino deseado.

Sin en cambio, los mayores
-como Louis- que circulaban los diecisiete y diecinueve años, eran los menos vistosos, habían estado mucho tiempo en el vitral, y su piel era pálida, sin brillo de felicidad causado por su omega, habían perdido las esperanzas con forme los años pasaban y dejaron de creer que su alfa ideal algún día llegaría.

Siempre prefirieron a los más jóvenes.

Malditos pedófilos.

Cruzaba por la mente del ojiazul, él y unos pocos podían vestir con ropa "normal", lo que consistía en un jean ajustado o quizá un short en los peores casos, y una camisa sin mangas, muy floja en todas partes, supuestamente para que la mercancía se apreciara mejor.

Ridículo.

En opinión de Louis. Pero era lo único con lo que debía lidiar en el vitral, eso y los incontables gritos de alfas que trabajaban en la industria.

— ¡Smith, Tomlinson!, ¡A exhibición!

El delgado cuerpo del castaño dio una sacudida casi imperceptible, sus manos comenzaron a temblar de un momento a otro mientras caminaba en dirección al Alfa que mantenía la puerta abierta para entrar en la habitación en que debían prepararse para lo que venía.

El morocho caminaba a su lado, con la mirada alta, y esa mueca de superioridad que siempre tenía en el vitral. El único hijo de un Alfa bien posicionado, que le daba lo que necesitaba y estaba por decisión propia dentro del vitral.

Ambos sabían que seguía luego de ser llamado a exhibición, lo habían pasado muchas, muchas veces-o por lo menos, Louis sí-y en todas esa veces nunca nadie había apostado por ellos. O no la cifra suficiente para poder ser adquiridos.

No, aquí no había muchos Alfas apostando por quién daría más por un nuevo juguete.

—Prepárense, tienen dos minutos.

Smith comenzó a retirar su ropa de forma rápida, quedando en sólo esas estúpidas bragas que eran obligados a usar. Los ojos azulinos de William dieron con el cuerpo bronceado, que poseía su contrario, lucía como un Adonis; y luego estaba él frente al espejo, con su cuerpo más bien flaco, sus clavículas eran muy marcadas, no era muy alto, lo único bueno en él era ese bonito y grande trasero que poseía.

—Salgan ya. El señor Morgan los quiere ver.

Ambos omega dieron una mirada instintiva al espejo, para luego saltar por el grito del alfa, que exigía con superioridad, usando su voz de mando.

— ¡Maldita sea, salgan ya!

Fueron guiados por un largo pasillo que desembocaba en una habitación extraña, no era lo mismo que en otras exhibiciones. Parecía más grande y el ambiente apestaba a buen licor y alfa necesitado.

Las luces eran casi imperceptibles a los ojos de ambos Omegas, sólo había una realmente clara y dejaba ver una parte del rostro de
su-probable-próximo Alfa.

Sus pasos eran tontos al caminar por la pasarela hasta el pequeño círculo donde eran esposados de los tobillos al suelo, sus ojos eran cubiertos para no dejarles ver al comprador; por seguridad, argumentaban.

The Real AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora