Capítulo 3: Déjá vu

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La semana transcurrió con normalidad, salvo unos pequeños cruces de camino a clase con el nuevo profesor de física. Sin embargo, ni él ni yo estábamos interesados en iniciar una conversación, por lo que fue bastante fácil ignorarlo completamente.

Rapunzel y yo nos preparábamos para la fiesta en la fraternidad en donde se alojaban todos los jugadores de Fútbol de la Universidad. Ella se había vestido de una forma muy coqueta, pero yo me fui más por lo discreto. Estaba relajada y con ánimos de celebrar. A pesar de eso debía ser cuidadosa, puesto que con únicamente una sola gota de alcohol arruinaría todo un año estando sobria.

Al principio las fiestas me parecían una tortura, puesto que tener alcohol, drogas y sexo a la orden del día arriesgaba mi poca fuerza de voluntad de rechazarlos. Afortunadamente Rapunzel me ayudó mucho a despejar las tentaciones y a disfrutar las fiestas sin necesidad de emborracharme hasta la inconsciencia.

Flik llegó por nosotras en su coche nuevo, recientemente regalado por la madre de Atta, quien era muy considerada con su yerno. Pero yo no me iba a quejar de tener transporte, así que la castaña y yo nos metimos en el coche sin dudar por un segundo.

Llegamos a eso de las dos de la madrugada y la fiesta estaba en pleno esplendor. Flik y Atta desaparecieron ni bien pisamos la fraternidad, puesto que todos sabíamos que no éramos un grupo lo suficientemente "a la altura" de la princesa; y Flik, como buen novio (O estúpido, diría yo)  abandonaba a sus amigos para ir tras el culo de su insufrible novia. 

-Que pedazo de puta.- Repliqué para mí misma, aunque fue imposible evitar que la castaña me oyera. 

-Cuida esa boca.- Me replicó.- Además, Atta no es tan mala.- Agregó más tarde. Y sí, quizás mi amiga tenía razón.... Quizás Atta no era tan mala. Sin embargo, siempre me buscaba la forma de volverme némesis de las chicas bonitas, simpáticas y encantadoras de la Universidad. Así soy... No me agradan las chicas que usan maquillaje y vestidos. Y, lo peor de todo, es que la razón de aquello se debe a que yo nunca pude ser una de ellas. Nunca me consideré como una princesa, ni creo que nunca logre serlo. 

Decidí dejar los pensamientos deprimentes a un lado y disfrutar de la noche. Punz y yo bailamos un rato, pero yo soy tan torpe con los pies que me daba vergüenza hasta por la pobre de Punzie. Decidí dejarla en la pista un rato a solas, puesto que un chico había aparecido para acortejara y, a pesar de que ella me rogó con la mirada que me quedara, no podía desperdiciar la oportunidad para dejar de bailar. 

Localicé a Mike con la mirada cerca de la barra y decidí acercarme a él. Parecía estar hablando animadamente con alguien, aunque debido a un grupo de personas no podía identificarlo. Seguí caminando hacia mi amigo sin pensar ni una sola vez en que estaba cada vez un paso más cerca de caer en una trampa mortal. Mike me vio llegar y me sonrió, pero cuando ya había reducido demasiado la distancia como para dar marcha atrás sin quedar como una completa rara, noté que con quien hablaba Mike no era nada más ni nada menos que... 

Anda, que sorpresa, Hiccup Haddock. 

Mi cara palideció en cuanto lo vi, pero aún me aterré más por el hecho de que Mike estaba frente a él, hablando como si fueran íntimos. Me asusté mucho, porque de la única manera en que Mike podría estar tan tranquilo, es porque no tenía idea de con quien estaba hablando. 

-¡Meri!- Me llamó, un poco tocado por el alcohol. Yo solo me quedé callada, echándole una mirada asesina a quien me sonreía con gracia.- ¿Conoces al nuevo consejero de la Uni?- Me preguntó. 

-Sí.- Contesté, a secas.- Mike, Punzie te estaba buscando. Creo que necesita pedirte un favor.- Le dije a mi amigo. El me miró algo confundido. 

-¿De mí?- Preguntó, exagerando los gestos. Yo no despegaba los ojos de Hiccup, que parecían estar buscando terror en los míos. Y lo habían encontrado. 

-Sí, algo sobre Jack, ya sabes...- Agregué, intentándome deshacer del peliverde.  

-Esta bien, volveré enseguida.- Dijo y se fue tambaleante por ahí. Sabía que, en ese estado, le costaría horrores encontrar a la castaña. Así que me daba más tiempo. 

-¿Qué mierda hacías?- Le pregunté a Hiccup, casi lanzando fuego por los ojos. 

-Socializando.- Contestó él, tan divertido. 

-¿Con mis amigos?- Pregunté, molesta.- No quiero que ninguno de ellos tenga nada que ver contigo.- Lo amenacé. Hiccup alzó las manos mientras se le escapaba una risita traviesa. 

-Tranquila, fiera.- Arrugué la frente ante el apodo.- No sabía que era tu amigo.

-Pues ahora lo sabes.- Afirmé. Él me miraba de una forma extraña, de una forma que nunca me había mirado. Había algo...- ¿Qué tienes?- Le pregunté, retrocediendo un paso para observarlo mejor. Fue entonces cuando noté ese pequeño pero mortal vaso de plástico rojo en su mano. Había estado bebiendo. 

-Nada.- Contestó, sonriéndome como estúpido. Aquello me tomó por completa sorpresa. ¿Hiccup? ¿Ebrio? 

-No lo puedo creer.- Susurré para mí misma. De pura furia, le arrebaté el vaso y lo aventé al suelo. Por suerte, nadie ponía demasiada atención en nosotros.

-¿Qué haces?- Me preguntó, obviamente molesto. 

-Eres un jodido profesor, Hiccup. No puedes hacer el ridículo embriagándote en fiestas de fraternidad. Ten algo de conciencia, por favor.- Lo acusé, aún más molesta. 

-¿Y a ti que te importa?- Me preguntó, dando un paso al frente y uniendo nuestros cuerpos.- De igual forma, no quieres saber nada de mí.- Me quedé paralizada por su cercanía, pero también era cierto que su aliento me quemaba la nariz, así que lo aparté de un empujón un poco violento. 

-Me importa porque si te emborrachas y hablas con mis amigos se te puede escapar algo que no nos beneficiaría a ninguno de los dos.- Le susurré, reprochándole.- Tienes suerte de que Rapunzel aún no te ha visto, o ya te habría matado.

-Por favor... Me insultas.- Rió. 

Verlo... ebrio... Cambiaba muchas cosas. No era el Hiccup fuerte que antes conocía... El Hiccup que siempre mantenía su postura. Parecía... parecía un niño. 

-Debo estar volviendo a caer en la locura.- Dije para mí misma, llegando a la conclusión de que estaba por hacer algo muy estúpido, pero era algo que debía hacer.- Ven, Hiccup, te llevaré a casa. Fue suficiente fiesta para ti.- Lo tomé del brazo y noté que estaba más débil de lo que pensaba. Temblaba como gelatina y me costaba horrores guiarlo por la casa. Lo iba a llevar a mi departamento, a recomponerlo y a mandarlo a casa antes de que Punzie llegara. No iba a correr el riesgo de dejarlo allí con la lengua suelta, Punzie por alguna parte y mis amigos ebrios.  

Maldito Hiccup. 



[Mericcup] Remind Me How To LoveWhere stories live. Discover now