Capítulo 1: El tipo indiscreto

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Nota: Los capítulos son largos.


Un chico de diecinueve años no debía enamorarse de los adultos, jamás debía estar con alguien mayor a diez años. Aunque para mi madre: "No hay edad para el amor", realmente importaba el grado de madurez con las personas que te encontrabas, por lo menos debías saber dónde estaba parado y lo que quería hacer verdaderamente en la vida. Era aquí donde entraba el hombre en la historia, el encantador profesor Benjamín Kuhn, como el apellido del famoso Thomas Kuhn, el más influyente en la filosofía de la ciencia. Pero a diferencia de ese respetado hombre, Benjamín parecía ser un profesor que había comprado el título con cheques que, posiblemente, habían rebotado. La gente lo admiraba y lo respetaba por haber asistido a la universidad más importante de la ciudad, y por ser uno de los columnistas más requeridos de la misma, pero en realidad no era como decían que era.

Estaba consciente de todo el daño que me causaba, y aún así, admitiendo ser masoquista y preso de su caballerosidad, seguía enamorado como la primera vez que le vi, cuando, accidentalmente, le golpeé el pecho con los libros que devolvía a la biblioteca de la universidad.

Nunca supe qué era lo que me enamoró concretamente, estaba entre su rostro de fastidio, o la disculpa más extensa que tuve que darle, y que él me contestara con un "Qué mocoso", para luego terminar hablando de la manera más serena posible. Aunque creía que en realidad me enamoré cuando me dijo que le gustaban las películas de zombies. Sip. Definitivamente creía que eso me había cautivado. De todas formas lo creía un poco absurdo, quería decir, ¿Enamorarse solo porque le gustaban esas películas? Sabiendo que yo le temía a la pizca de sangre que veía, me había sentido idiota al verlo envuelto de manchas de sangre, salvándome de esos zombies.

Era demasiado soñador en ese sentido. Era un niño, porque no me consideraba hombre por nada del mundo, que caía en las redes del amor fácilmente. No, no estaba diciendo que era un lanzado, era que los hombres me daban motivos para rendirme ante ellos. Bien, suponía que era otra forma de decir que era un chico fácil, aunque yo pensaba que era demasiado enamoradizo, y creía que al no tener amigos, había visto a todos los hombres como algo más que una simple relación amistosa. Y el profesor Kuhn no había escapado de eso. 

Al instante de conocerlo, supe que era para mí. Frecuentábamos la biblioteca, él me contaba de su vida, o de sus problemas que tenía en la universidad con alumnos que en verdad iban en vano a esa institución, él solo estaba reemplazando a una profesora que había tenido un grave accidente, y aunque no pasó al otro lado, la consecuencia había sido un extenso reposo en el hospital.

Él trabajaba en uno de los periódicos locales también, como columnista en cualquier ámbito que se le proponía, pero él siempre hacía las cosas a su manera; cuando quería hacia lo que le pedían, porque le gustaba trabajar de forma independiente. Cuando él hablaba, yo siempre le miraba el anillo de casado que tenía en su dedo, estaba consciente de que tenía esposa e hijos, y sin importarme eso, yo seguía viéndolo. Hasta hoy.

Cuando salíamos, solo era a hoteles o lugares que estuvieran lejos de la ciudad. No había podido contar a cuantos albergues transitorios fuimos, también había olvidado en qué lugar servían tal fragancia de shampoo barato y jabón de tocador que no provocaba ninguna espuma. Benjamín era de esos que solo concretaba el acto, me daba algo de dinero para volver a casa, y terminaba con una frase que decía más o menos así "Te llamaré luego, ve con cuidado". Me protegía hasta el último minuto de su visita semanal. Había llegado a pensar que estaba conmigo para quitarse el estrés de encima.

Pero hoy sentía que todo eso cambiaba, él me había dicho que tenía algo importante para decirme. En estás últimas semanas me había tratado como una reina, bueno, rey; me compró muchas cosas: ropa, perfumes, porquerías pero que tenían un valor específico; todo lo que viniera de él tenía un significado sagrado. Incontables veces me decía que debía parar con esto, pero luego recordaba la manera que tenía de protegerme y se me pasaba, entonces volvía a recaer en los corazones esponjosos. No era pecado enamorarse, pero eso también tenía sus consecuencias.

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⏰ Última actualización: Mar 04 ⏰

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