Temptation.

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Era exagerado decir que lo conocía perfectamente, pero lo conocía lo suficiente para saber que cual era su intención detrás de aquella sonrisa que le estaba dando a aquella chica, detrás de esa mirada de ganador. Prefería pensar que solamente buscaba divertirse, como él lo haría de no estar atado a la vergüenza y la timidez. Prefería mirar para otro lado en el momento en el que comenzaba la sesión de caricias y besos con una chica distinta todas las noches, no por algo en especial, simplemente no le gustaba ver a su mejor amigo en esa situación... Casi siempre él volvía a la barra tomando a la chica por la cintura para despedirse, y que se despidiera le hacía sentir un poco de molestia, ya que sabía perfectamente qué era lo que haría luego de salir del pub y le molestaba que lo dejara solo por querer irse a tirar a una desconocida. Lo que no terminaba de entender era por qué le molestaba tanto que se fuera, que fuera una chica distinta cada noche, por qué no le gustaba verlo besándose con una cualquiera...

Ese día no había sido la excepción. Miles desapareció después de que ambos compartieran una copa de Bourbon, le sonrió a la chica de esa manera y casi al instante la muchacha estaba entregada en sus brazos. Ese día no había sido la excepción, pero sin embargo, fue la primera vez que Alex decidió actuar. Caminó hacia una mujer que estaba sentada en un sofá muy cerca del que estaba Miles y la desconocida, y sin pensárselo y darle pie a la vergüenza, se sentó y con una sonrisa le dijo: -¿Puedo invitarte algo, bonita?

Al instante supo que se llamaba Rosie, y él recordó aquella canción de The Kooks y arrugó la nariz al comentárselo, Rosie tenía una sonrisa muy linda, y tan sólo en unos pocas horas, había logrado besarla. Desde donde estaba sentado podía ver como Miles acariciaba a la muchacha que lo acompañaba y de vez en cuando le echaba miradas burlonas a Alex, cosa que le molestaba, por eso en una de aquellas miradas, Alex se apresuró a presionar los labios contra los de Rosie con los ojos abiertos, mirando desafiante a Miles en todo momento. En cuanto más se intensificaba el beso Miles sonreía más y más divertido. Alex dirigió su mano a la pierna desnuda de su acompañante y con la yema de sus dedos trazó líneas aleatorias, logrando que la rubia se estremeciera entre sus labios. Cerró los ojos en cuanto ella pasó sus brazos por encima de sus hombros y en cuanto volvió a abrirlos, para romper el beso, Miles ya no estaba en el mismo sitio, y la chica desconocida tenía una expresión de furia.

-Rosie, debo irme ahora, ¿quieres darme tu número?

-Sí -dijo tomando el móvil de Alex-, pero quiero que me des tu número también, no quiero que prometas que me llamarás para luego no hacerlo.

Ambos anotaron los números y cuando salió del pub, encontró a Miles esperándolo apoyado en su auto, mientras sostenía un cigarrillo entre sus delicados dedos. Siempre había tenido manos hermosas, esbeltas y grandes, pero sutiles y frágiles, manos de pianista pero con la asperosidad de un guitarrista.

-Creía que te ibas a ir con la rubia -admitió él, al mismo que exhalaba el humo.

-Y yo creí que te tirarías a aquella chica -dijo y no pudo evitar soltar una risa-. ¿Qué te ha salido mal, Miles? Se veía furiosa...

Miles frunció el ceño y negó. -Le dije que me iba y se enfureció.

Alex se acercó a él y le arrebató el cigarrillo de los labios para llevarlo a los suyos y darle una larga calada.

-Ánimo, nos vamos a casa -dijo Alex con una sonrisa y arrojó el cilindro vicioso al asfalto para luego pisarlo con su zapato.

Alex condujo, y Miles no emitió palabra en el camino, por lo general él era el que más hablaba de los dos, pero ese día nadie habló en el camino. Cuando llegaron a la casa de Alex, este se dirigió a la cocina seguido de Miles y se sirvió un vaso de agua. Miles Kane lo observaba con cuatro metros de distancia, lo observaba con curiosidad, como si estuviera examinando algo de él que no había examinado en años. La tentación lo saludaba como una amiga traviesa y de repente no se conocía. Le sonrió de esa manera y Alex se mostró sorprendido.

-Nosotros tenemos esa chispa que enciende aquello que nos hace ver en la oscuridad -musitó, con aquella sonrisa aún en sus labios.

-No entiendo qué es lo que intentas decirme.

Miles volvió a sonreír y se acercó hasta que sus respiraciones se mezclaban. -Alex, no quiero odiarte nunca así que esta noche no me muestres tu cama.

Sin dejarlo decir algo, acortó la distancia entre ellos y le dio un suave beso en los labios.

-Odiarte no es parte del plan, así que mantén tu encanto donde no pueda verlo y tu manos donde sí pueda verlas -dijo, pero a Alex pareció no importarle nada de lo que le dijo, simplemente se colgó de su cuello y lo besó con ganas. Por primera vez sus labios se conocían, la primera vez que sentían la delicadeza y textura de los labios ajenos, la primera vez que ambos experimentaban aquello.

-Odiame, por favor.

milex osDonde viven las historias. Descúbrelo ahora