Un espía triste

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Ignoro qué extraña circunstancia me ha podido llevar hasta el lugar donde me encuentro ahora; mi confusión es absoluta; el antes y el después se funden en un mismo tramo de tiempo. Aquí estaba cuando abrí desde el primer momento comprendí que mi único cometido iba a ser el de aunar fuerza, valor y astucia para preservarme de los peligros que me acechaban.

Aquí todo es extraño: la flora, el paisaje, los colores y las formas y hasta las sensaciones que todo ello me suscita: todo parece nuevo, indómito y sobrenatural; un escenario hostil creado para poner a prueba mi instinto de supervivencia.

Mi historia fue así:

Yo la conocí ya hace más de cinco años, me enamoré de ella instantáneamente al ver su bello rostro plasmado en una foto del Facebook. Era una morena de impactante personalidad, una mujer sexy que alborotaba mis sentidos. Lo primero que me llamó la atención fueron sus ojos, de ellos su color mirándome fijamente, parecía que ellos quisiesen penetrar hasta lo más recóndito de mi ser y hacerme caer a sus pies convertido en su más sumiso esclavo. Sobre ellos sus cejas perfectamente depiladas, dando el toque de armonía en su mirada. Su rostro era perfecto y sobre ellos estallaban de color agradable unos carnosos labios rojos, que al solo mirarlos me transportaban a fantásticas aventuras eróticas. Todo este conjunto se repartía uniformemente en una cabeza ligeramente ovalada que era cubierta por unos cabellos finos que caían a los lados de su cara, cubriendo ligeramente su lado derecho. Eran ondulados ligeramente lacios pero parecían un poco despeinados dándole así cierto aire de rebeldía pura.

¿Me habría enamorado? Me pregunte ¡claro! Todo esto es cuestión de actitudes innatas o aprendidas y que lo he relacionado con detalles específicos que hacen deseable a una mujer.

Luego me envolví en miles de fantasías inocentes: pensé que más que su belleza y cualidades, ella podría ser una buena ama de casa y una madre modelo. Noté su disponibilidad y capacidad para comprenderme, Amarme y desearme, pero no convertirse en mi sombra; eso significaría que ella debía tener suficiente confianza en sí misma como para soltarme y saber que yo regresaría por voluntad propia.

Rápidamente le envié la invitación y gracias al cielo ella me aceptó. Nos hicimos muy buenos amigos, buenos compañeros. Compartíamos todo. Algunas veces discutíamos por error, otras veces por caprichos, otras porque no nos veíamos mucho o porque nos extrañábamos. Éramos felices cuando nos reconciliábamos, aún sin ser novios. Todo empezó de esta manera, eran cerca de las diez de la noche de una fría noche de invierno, en esta ciudad no es común que estando en plena estación invernal haga calor. Pero esa noche era distinto, era una noche que no podía explicar el porqué del cambio de temperatura tan repentino. Nos dejamos llevar por ese calor y por fin nos dimos el primer beso. Me convertí en el hombre más feliz del mundo. No lo podía creer la mujer de mis sueños estaba rendida a mí. Había dominado mis miedos y complejos.

En la intimidad, era la mujer sensual que fue una mezcla de soltura, provocación, dulzura y misterio. Para ella el sexo fue algo natural, algo digno de disfrutarse a plenitud; pero no se comportaba como una artista porno. Caminaba a mi ritmo y me servía de guía sin palabras, me seducía y se entregaba sin reparos ni inhibiciones. Era la mujer perfecta, como dije: morena, bien proporcionada, con estilo propio, segura de sí misma y sabía lo que quería, innovadora en la intimidad, con éxito profesional, económicamente independiente, que si no estaba de acuerdo en algo me lo decía, y que sobretodo compartía mis aficiones con gran emoción. ¡Nunca me aburría de estar a su lado!

Paradójicamente atesoraba a esa mujer como nunca valoré a nada ni a nadie en mi vida, sin embargo, le temía. Esa actitud dependía del grado de inseguridad en el que me encontraba y que manejaba frente a una mujer con personalidad impotente, segura de sí misma, libre, sin tabúes, capaz de resolver cualquier situación y autosuficiente.

Una mañana desperté oyendo un mensaje en el teléfono, era la dulce voz de ella:

"Juancito, buenos días amor. Te recuerdo que hoy es la cena con mis padres. No lo vayas a olvidar, debes ir a la lavandería a recoger tu terno, estaré llegando a la ciudad a las cuatro de la tarde, te amo mi diablito"

Ella estaba de viaje de negocios por Europa, siempre viaja. Normal ella siempre viaja. Me fastidia, me pone celoso. No trato de pensar en eso.

Salté de la cama muy entusiasta de pronto, sentí un fuerte dolor en la sien que por un momento me mantuvo parado, luego corrí hacia el baño y miré estupefacto una infección que en mi ojo comenzaba a supurar, mi piel estaba roja, escamosa e insoportablemente irritada; unos mechones enteros se me caían por montones descubriendo las ulcerosas heridas sangrantes sobre mi piel; mis vértebras y costillas se me marcaban macabramente como si se tratara de un esqueleto cubierto por un globo sin aire; la desnutrición y mala salud ya habían cobrado notablemente su parte; pero, a pesar de eso, a pesar de toda mi aparente desdicha, se me notaba la mirada cansada de tanto sufrimiento pero también feliz. Nunca supe lo que me pasó.

Ahora de vez en cuando visito a mis seres queridos. Me acerco sin que me oigan a la ventana del salón, mi mujer juega a las cartas con sus padres, mi hijo: Robertito, al cual nunca conocí, juega con la consola que le dejé en herencia. Veo mis recuerdos alrededor de ellos. Supongo que la vida sigue su curso y es difícil perder a alguien, pero ellos no pueden saber que he vuelto, ya no soy el que ellos recuerdan. Mi piel es pálida, mis ojos blancos sin pupila, he perdido la mitad de mi peso corporal.

No puedo hablar y pensar me cuesta, no sé si hay más como yo, estoy solo con esta maldición, con este peso.

Acecho en las sombras, me arrastro por las cloacas y rezo a un Dios que no me ha permitido morir para que nadie me encuentre.
Sería fácil no volver a verlos pero no puedo resistirme.
La pena de irme aún me acompaña. Incluso con el corazón detenido la sigo amando, adoro su rostro, su cuerpo torneado. Desgraciadamente no puedo volver a ella, soy una cascara sin alma, sin sueños, sin sentimientos, sin ganas de "vivir". Soy una persona rota y confusa.
Estoy harto, quiero morir, morir de verdad y esperar a los que quiero allá donde vas cuando mueres. ¿Dónde está el cielo o el infierno? No tengo planes de futuro y mi pasado va desapareciendo con cada día que pasa. No debería de estar aquí.

Me gustaban sus ojos, eran como los míos cuando estaba vivo.
Mañana es mi cumpleaños, si pudiera pedir un deseo, pediría que me librasen de este castigo o por lo menos saber qué es lo que hice. Pero eso lo dejaré para mañana, ya está anocheciendo. Tengo que irme. Me acerco a la ventana y me despido de los míos con un beso sin aliento. El camino es largo y lento, el nuevo guardia del cementerio llegará hoy pronto. Volveré cuando pueda, si la descomposición me lo permite.

Te amo mi negrita linda...


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⏰ Última actualización: Oct 10, 2015 ⏰

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