MITSUKO: Niña de luz

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Era una tarde gris invernal, el brillo del sol había desaparecido, se ha ocultado, mientras que el cielo está lleno de nubes grises, nubes de lluvia, cúmulos que tapan el habitual color celeste del cielo, dejan caer millares de gotas de agua. Tal cantidad de lluvia, da la impresión de que un río en las alturas se salió de su cauce y se desborda desde los nubarrones hasta el suelo. Las opacas nubes se mantienen a lo largo de la tarde, permanecen arriba, amenazando con caer al suelo y nublar todo el camino pues generan la sensación de que aún faltan muchas horas para que anochezca. Llueve y llueve sin parar, a ratos más fuerte, a ratos solo caen unas cuantas gotas. Cuando parece que el chaparrón termina, retoma con fuerza y vuelve a incrementarse la cantidad de agua que cae, mojando todo: campos, calles, casas, carros, personas.

Apartando la mirada del cielo, por unos instantes, se ve en la acera de enfrente una casa común y corriente, pero en esta tarde gris, dentro de la casa, todo se envuelve con cierto aire de oscuridad y mucha tristeza. Sergei había sufrido una de las peores perdidas en su vida. Su amada Romina había fallecido. Él recién llegaba del entierro que había sido prácticamente apresurado por las condiciones climáticas. Había ingresado a su casa y en la sala sentado en un sillón de madera, forrado de terciopelo marrón, lloraba contemplando abstraído por una ventana.

Allá afuera de la casa a mitad de la cuadra permanecía una gata mirando fijamente a Sergei. Era uno de esos gatos de raza misking, de pequeño tamaño, de un kilogramo de peso. Poseía una cabeza redondeada, grandes ojos esferoidales y una expresión dulce. Su pelaje color perla era corto y estaba empapada de agua. La fuerte lluvia le caía, lo cual a ella no pareciese importarle al contrario caminaba de lado en lado maullando de vez en cuando. En esos momentos pasa al frente de la casa una mujer que andaba con unas zapatillas de cuero café claro embarradas de lodo, una falda azul y una blusa de color lila; la mujer, de contextura gruesa, llevaba una sombrilla de color morado con flores rojas, blancas y celestes, y con la que cubre su rostro dejando ver apenas, parte de su pelo negro y lacio. La dama caminaba presurosamente buscando escapar de la lluvia, y seguramente pensando en el fastidio, de haber tenido que salir a esa hora, por algún motivo a caminar, de regreso a su morada. Se topa con el gato.

¿Qué haces aquí gatita linda? Vamos debes estar hambrienta y con frío - dijo amablemente la mujer, que intentó cargarla.

La gata en ese instante, al sentir que la mujer trataba de tocarla, saltó hacia ella dando un chillido y arañando violentamente los brazos de la mujer, intentando subirse por el pecho y acercarse al rostro, desgarrando de la misma manera la blusa color lila, exponiendo parte del seno izquierdo que sangraba producto de los fuertes e impulsivos arañazos. La mujer huyó espantada dando gritos de auxilio por las oscuras calles.

Pasó la noche oscura, turbia e invernal. Era una noche azarosa y tenebrosa, llena de ruidos extraños trampas y peligros por decir así, nunca en esas calles se habían oído tales sonidos. Mientras tanto Sergei dentro de su casa, se había quedado dormido en la sala.

Al día siguiente y para la sorpresa de Sergei, aquella gata estaba dormida en su regazo. En ese instante el hombre quedó maravillado de aquel felino. Pasaron los días, y el vacío que sentía Sergei por la pérdida de su amada Romina, de alguna manera era aplacado por la compañía de la gata, que ahora poseía un nombre.

-Te vas a llamar: Mitsuko, que significa en el idioma japonés "Niña de luz", porque apareciste en mi vida cuando todo parecía ser complejo y oscuro - exclamó Sergei mientras acariciaba a su extrovertida y cariñosa gata que amaba que la mimen y la tenga en su regazo.

A medida que pasaban los meses Sergei había convertido su estilo de vida en algo diferente. Por las mañanas se despertaba con una sensación de preocupación y con muchas ganas de atender a su preciosa Mitsuko. Había cambiado totalmente. La acicalaba en todo momento, la llevaba consigo a todas partes e incluso al trabajo, ya se las había ingeniado para introducirla a la oficina sin que el personal de seguridad lo notasen y que la gata permaneciera en una pequeña caja, debajo de su escritorio. A veces se quitaba el zapato y la acariciaba con el pie, lo hacía para sentir su calor. A las reuniones sociales también la llevaba consigo. Nunca, pero nunca dejaba de lado a su hermosa felina.

POSTMORTEM: Historias de horrorWhere stories live. Discover now