-Esta Familia es mía. Me corresponde por derecho – Hell habló lentamente -. Tú no eres nadie aquí.

-¡Cállate! - le gritó Tears - ¡De no ser por él todavía seguiríamos metidos allí dentro! ¡Y todo por tu culpa y la de esta zorra!

Lo que sucedió a continuación fue surrealista. En veintidós años de vida, una gran variedad de personas habían agredido a Hell, o al menos lo habían intentado. Le habían disparado, golpeado y acuchillado. Sus padres le habían dado alguna que otra torta y con sus hermanas también se había dado una buena sarta de palos. Pero nunca jamás llegó a pasársele por la cabeza que Tears pudiese apuntarlo con una pistola. Mucho menos que apretase el gatillo.

Si analizamos con cuidado la situación, era algo predecible. Un grupo de siete personas atacadas de los nervios, en un espacio cerrado como lo es un coche, con el ambiente caldeado por la rabia y el miedo y lleno de armas de fuego. Era cuestión de tiempo que alguien que acababa de perder a su hijo perdiese la cabeza.

Fueron tres tiros, los que le dio tiempo antes de que su tío se la arrebatase y ella volviese a llorar como una loca. Hell había palidecido. Se había agachado sobre Kiara para protegerla en un acto reflejo, al igual que León. Las palpitaciones de su corazón iban en aumento. No se había meado en los pantalones de milagro.

León abrió la puerta del 4x4. Los arrastró con él a las concurridas calles de Nueva York. Cayeron de golpe contra el asfalto. El aire era frío y cortante. El coche no se detuvo.

-Oh, mierda... - susurró Kiara - ¿Estáis bien?

-No – Hell se quedó sentado en la acera con la mandíbula tensa -. No estoy bien.

Kiara era la única de pie. Hell acababa de derrumbarse en la autocompasión y León simplemente no podía moverse por la pierna. Ni siquiera se explicaba cómo se las había apañado para moverse.

-¿Qué hacemos? Tenemos que movernos, no podemos quedarnos aquí en medio.

-¿Llevas móvil, peque? - preguntó León.

Ella asintió y se lo tendió. Tenía ganas de llorar.

-¿A quién llamas?

-Al abuelo. No vamos a salir del país.

Se quedó unos minutos en shock. No sabía ni qué pensar. Miró a Hell. Hell la miró a ella. Estaban pensando lo mismo.

-Sí vamos a salir del país. Es más, tú también deberías – sentenció Hell.

-No tengo la necesidad de hacer eso y mi hermana tampoco.

-Yo voy donde vaya Hell.

León no cambió su rostro inexpresivo.

-¿Incluso si eso constituye un peligro?

Kiara entreabrió los labios y cogió aire.

-Con Hell es con quién he estado siempre segura, precisamente porque no promete mantenerme a salvo.

Hell pensaba muy deprisa. Kiara acababa de decir las palabras más bonitas que podía llegar a escuchar y sin embargo se había quedado atascado, parado en el tiempo, en esa frase de León. "Al abuelo." En cuestión de segundos tomó la decisión más egoísta que jamás pudo tomar.

No iba a dejar a Kiara con ningún "abuelo". Ni con León, ni con Rhett, ni con nadie. Kiara iría con él a donde quiera que fuese. La necesitaba. Era suya. No había discusión en eso.

Se levantó con rapidez y miró a León con indiferencia.

-Despídete, preciosa. Nos vamos de aquí.

Éxtasis (Saga Adrenalina II)Where stories live. Discover now